El Castigo

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Miles se fue a su cuarto también más que satisfecho, a este paso se las pasaría confesando si las recompensas eran como la anterior. Le alegraba que por fin tuvieran una relación más cercana y estaba más que claro que entre ellos dos ya no era necesario usar los habituales formalismos, o al menos fuera del trabajo. Para nada se esperó que la chica le besara, y claro que solo había sido un pico pero era más que suficiente para todo lo que había sucedido durante ese magnífico día...

Se levantó felizmente de la cama, una emoción algo rara de ver en él así de tan buenas a primeras. Quienes más lo notaron fueron los soldados bajo su cargo, pues como era de esperar la broma que el Cabo Lyle había tenido la asombrosa idea de gastar no había tenido buen final y un par de soldados acabaron pegándose en las habitaciones y aunque el castigo que el coronel normalmente determinaba para este tipo de ocasiones eran 10 vueltas a las pistas, para el bien de todos los oficiales fueron solo 5 está vez. Esto hizo al Cabo Wainfleet sospechar de lo que podría haber pasado la noche anterior cuando salieron del bar, pues había escuchado rumores de algunos pilotos sobre ellos dos y quizás no fueran tan mal encaminados...

Ana también andaba más contenta que de costumbre pero bien se cumplió la ley esa de que mientras más quieres que suceda una cosa, menos sucede, pues ese día fue realmente intenso para ella que por muy raro que fuera no coincidió con el coronel ni en las comidas, multitud de personas se le habían acercado para hablarle de sus problemas y asuntos, lo que le había mantenido más que ocupada. Era increíble, cómo era posible que siempre se encontrara con Quaritch miles de veces y esta vez no le habia visto la cara en todo el día...

Lyle había investigado un poco sobre lo que la gente había visto la noche anterior, no es que fuera chismoso sino que según él solo se aburría de la monotonía que se respiraba en la base. Era obvio que el buen humor de su jefe tenía que tener alguna explicación, pero viendo que la gente no podían contarle más de lo que ellos mismos sabían, optó por acercarse por la tarde a la oficina de Quaritch para ver si podía sonsacarle algo.

-"qué hay jefe."- dijo el hombre a modo de saludo entrando por la puerta de la oficina.

-"Hola Lyle."- respondió Miles sin siquiera separar la vista de la tableta holográfica.

-"¿ha podido ver a su querida hoy?"- en ese momento mientras el calvo se sentaba en su frente, Miles subió la mirada con cierto desafío.

-"por desgracia no, y ahora métase en sus asuntos, soldado."

-"yo la he visto un par de veces por ahí, es raro después de lo de anoche..." - dejó caer Lyle aún no satisfecho aunque no supiera con exactitud lo que había ocurrido entre ellos dos.
Miles no respondió a esto último y ni siquiera retiró la mirada de su trabajo. Tras unos segundos de silencio Lyle ya entendió que no conseguiría hacerlo hablar, no esta vez, pero entonces se le ocurrió una brillante idea... Llamaría a Ana con la excusa de que el coronel quería hablar con ella y bueno, era muy probable que aunque algo más pasara, él no tendría oportunidad de presenciarlo pero las idea era tentadora. Parecía todo un Celestino.

Así hizo, y Ana dejó lo que hacía para aproximarse al despacho de su jefe. No sabía que podría querer pero no iba a negar que llevaba todo el día queriendo encontrárselo y ésto no le venía nada mal.
Llegó por fin a la oficina y como había de ser, llamó a la puerta antes de entrar, Quaritch dió permiso y la chica entró. Para nada se la esperaba allí pero sin poder evitarlo una media sonrisa se le dibujó en la cara conforme la chica entraba, él también querría haberla visto pero bueno, más vale tarde que nunca. Ana también le sonrió dulcemente al entrar.

-"pues...dígame, coronel"- dijo Ana juntando sus manos con su habitual tono alegre.

-"¿Yo?"- dijo Quaritch en tono confuso.

Meeting The DevilWhere stories live. Discover now