UNO

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Habían pasado ya un par de horas y la conversación, como muchos temen, había acabado por divagar en temas más íntimos y delicados... Pero justo en momentos de subidas de temperatura, se provocó un silencio entre ambos...se miraban a los ojos y casi instintivamente, debido a la presión que el intenso contacto visual le provocaba, Ana se levantó sin saber muy bien qué era lo que estaba haciendo. En ese momento, Miles también se levantó, apartando bruscamente la silla y sin pensarlo 2 veces la tomó primeramente de la cara para besarla tan fuerte como siempre y poco a poco la distancia fue disminuyendo más y más...ambas manos descendieron con avidez hacia la cintura de la chica, agarrándola con fuerza y seguridad hasta que tirando sin a penas esfuerzo, la levantó, cogiéndola en brazos y pegándola por completo a su torso, empotrándola de espaldas contra la pared más cercana y haciendo que las piernas de Ana se entrelazaran alrededor de su cadera. Ana no podía pensar con la claridad suficiente como para preocuparse por lo que estaba por pasar, le sentía tan firme, ocultando con sus grandes brazos su fina figura femenina. Los besos del coronel, húmedos e intensos, cada vez se hacían más y más profundos, introduciendo su experta lengua dentro de su boca, llegando a  provocarle arcadas de placer. El calor que ambos cuerpos desprendían se fundía sin final a la vista en sensuales movimientos de acercamiento, en los que la cadera de este temerario militar se pegaba más y más al entrepierna de la chica. A pesar de la ruda tela militar del pantalón del hombre, su miembro viril se hacía notar, empujando la tela del pantalón y rozando la de la fina prenda menor de la niña. Su boca de depredador hambriento bajó sin cuidado hasta el cuello de Ana, provocando un ligero gemido que involuntariamente había emitido bajo el efecto de los tremendos sofocos que recorrían su cuerpo y empezaban entre sus piernas. Miles respiraba con dificultad, chocando su aliento sobre el cuello de Ana, tenía que desfogar y ni la misma persona que tenía entre sus brazos podría rogarle lo suficiente para que la soltara. Iba a hacerla suya ahora mismo, y cual animal indomable, sus labios se hundían salvajemente sin importarle las consecuencias de lo que estaba punto de hacer.
Con una mano acariciando su larga cabellera y la otra bajo la tela de la camiseta, separó a la chica de la pared para dejarla caer en un brusco movimiento sobre la fría cama. Ana había decidido cerrar los ojos mientras el fiero macho que hundía su cabeza entre sus hombros continuara mordiéndola con pasión y fue tal la inmersión que experimentaba que de buenas a primeras se encontró con el temido de muchos delante de sus narices, acorralándola con ambas manos sobre la cama y suspirando con ansias de más. Mirándola con lujuria retenida en su iris, se incorporó aún sin soltarla, a su frente, y entre sonidos de viejo cuero y metal, se desprendió con avidez de ese grueso cinturón que tanto había reprimido sus instintos para advertir del peligro que se avecinaba...la cosa no podía ir mejor hasta que...

-"¡Ana, he visto que antes me has-...!¿¡Joder pero qué cojones!?"-de repente un gran holograma de videollamada, programado previamente para no perder la oportunidad de hablar con su amiga, se proyectó sobre la misma pared de antes, dejando en primer plano de la llamada, la intrigante escena que Ana y Miles protagonizaban. La chica, que aún poseía su larga camiseta, se levantó de un salto, alarmada y roja cual tomate y acercándose  rápidamente a la pantalla holográfica, trató de coger las riendas de la ya desencarrilada situación. La chica rubia de la gran pantalla de sus frentes parecía sumamente avergonzada e intentaba como un manojo de nervios colgar la llamada, no sin antes analizar lo que veía.

-"¡Auxy, te lo puedo explicar!'- decía Ana mientras corría a asistir a la llamada.

-"¡Ana, luego hablamos!¡Perdón!"- dijo cortando rápidamente sin haber podido distinguir la figura del corpulento hombre que se encontraba junto a la cama. Ana estaba totalmente sonrojada cuando por fin cogió la confianza suficiente para mirar al coronel en tan embarazosa situación. Antes de acercarse de vuelta al hombre, una notificación proveniente de su teléfono iluminó la pantalla. Para colmar la situación, Trudy le había escrito: "Ana, he estado hablando con esta gente y te iba a decir que mejor quedamos una hora antes, para tener más tiempo y eso. Nos vemos a las 21:30."
A Ana por poco se le va el alma cuando lo leyó. Eso era dentro de media hora y aún tenía algo que terminar... Suspirando hondo y confiando en sus capacidades comunicativas de improvisación, se giró para ir al grano.

Meeting The DevilWhere stories live. Discover now