Una mujer justa

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La Semana Santa pasó mucho más rápido de lo que Ana hubiera querido. Aunque durante este tiempo, intentó sacar al menos por las noches algo de tiempo para hablar con sus familiares y ver algunos directos sobre las cofradías de su tierra. El trabajo era el trabajo y la gente se había acostumbrado tanto a hablar con ella de cualquier asunto que a veces hasta trataba con personas una tras otra.

Se le hizo realmente extraño y hasta incómodo que durante unos días a penas tuvo ocasión de hablar con Quaritch y cuando por fin la tuvo fue por cuestiones de trabajo. Era como si la confianza con la que hablaban aquel domingo se desvaneciera por momentos cuando volvía a encontrárselo. Aún no se lo podía creer, le había dado un beso al diablo de Pandora, al coronel matanavis que tan imposible le hacía la vida a sus amigos...era obvio que sentía algo por él, pero...¿hasta dónde pensaba llegar?...

En general pasó algo curioso en la base. Debido a la lejanía que todo el mundo tenía con sus verdaderos hogares, la gente empezó a vincularse mucho más a sus amistades como si de su familia se tratase. Era algo bonito de ver, aunque no toda la gente lo llevara tan bien, pues para la gente reservada como era el caso de bastantes científicos que iban a hablar con ella, ésto solo les causaba depresión y más en esas fechas, pues aunque era obvio que no en todos los sitios la Semana Santa se viviera como Ana acostumbraba.

En la mayoría de países la gente también solía reunirse y pasar buenos ratos. Ella tampoco fue una menos en ese aspecto, pues pasó buenos momentos con sus nuevos amigos, ya fuera contando simples anécdotas o jugando a algún juego de mesa. Además hizo de Trudy su mejor amiga, se acompañaban a todos lados, se apoyaban mutuamente y se reían juntas.

Pero si había alguien que realmente se lo montara bien para pasar el rato, esos eran los soldados. Jugaban a los retos y hacían competiciones de pulsos o ver quién bebe más. No siempre terminaban bien, pues más de una vez Quaritch terminaba separando por las malas a tíos que se peleaban de buenas a primeras, pero en fin...cuando del ejército se trataba...

Pero la paz y el buen tiempo no duran para siempre y conforme terminó la Semana Santa, múltiples ataques a los Na'vis, volvieron a darse cuando el ejército intervino para la conquista de nuevos territorios en Pandora. Era más que obvio que aquellos humanoides lucharan por lo que era suyo, al fin y al cabo eran de todo menos cobardes...o al menos eso pensaba Ana...

Realmente temía el día en el que el coronel le preguntara por su opinión de todo lo que estaba pasando, pues aunque el hombre se comportaba bien con ella, bien se sabía que para nada se trataba de un santo ni mucho menos un pacifista...

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Era un martes normal y todo el mundo estaba pasando el rato en el bar como de costumbre, cuando una vez más, el coronel recibió una llamada y todos los soldados, incluido él, fueron llevados fuera de la base para defender la maquinaria de un ataque Na'vi.

El resto de esa noche pasó con normalidad ya que todo el mundo estaba acostumbrado a que estas cosas pasaran, pero lo realmente extraño pasó cuando la gente empezó a levantarse por la mañana y aún no habían regresado. La base estaba demasiado tranquila para que las gentes que quedaban estuvieran cómodas de ser menos que de costumbre...

A media tarde aproximadamente se escucharon fuertes estruendos provenientes de las pistas que advertían la llegada de los helicópteros que habían partido aquella anterior noche de martes. Alguna gente se asomaba a las ventanas para ver qué ocurría y pudieron divisarse cómo las grandes naves militares aterrizaban una tras otra sobre las sobrias planadas de la base.

Ana se encontraba sentada en un laboratorio, estaba estudiando los nuevos datos que la Dra. y Norm recopilaban cada día, además no consideró necesario prestarle atención a la simple llegada de las naves de siempre, al fin y al cabo, eso ya era algo común como le explicaron los primeros días.

Meeting The DevilWhere stories live. Discover now