Tarde de Domingo

132 18 2
                                    

Ana terminó de comer tiempo después, solía tardar siglos en terminarse su plato aunque de poco se tratara, sus familiares y amigos decían que seguramente le gustaran las comidas frías porque después de tanto tiempo no se les podía pedir que siguieran calientes... Algunas veces durante este tiempo Ana y Miles intercambiaron algunas de sus habituales miradas, no se podía decir que fueran del todo a posta, pero involuntarias o inesperadas estaba claro que no, aún así, Ana sonreía disimuladamente cuando esto pasaba. Quaritch adoraba la curva que se formulaba en los labios de aquella niña y casi que esperaba que una de sus furtivas miradas volvieran a cruzarse para tener otra razón para mirarla a los ojos, aunque fuera desde lo lejos.

Al final, la chica se levantó de su mesa mientras le mandaba un mensaje al coronel para irse juntos a la habitación a seguir con aquel estraño día... Desde lo lejos observó como el hombre se sacaba su teléfono del bolsillo y observaba con curiosidad el mensaje, acto seguido levantó bruscamente la mirada para volver a encontrarse con la de la chica que caminaba hacia la puerta del comedor. Con expresión seria, se levantó también de su asiento guardándose de nuevo el móvil en el bolsillo y salió de la sala donde Ana le esperaba mirando su teléfono cual adolescente. Al notar de nuevo aquella presencia, la chica levantó la mirada con los ojos muy abiertos adorablemente, pero como si no se lo esperara de alguna manera. Miles sonrió al ver la curiosa expresión de la chica.

-"¿Tanto intimido?" Dijo el coronel colocando una mano en su cadera.

-"noooo..."respondió Ana en tono sarcástico sonriendo.

-"Aún no me has dicho cuál es tu marcha favorita" dijo Quaritch comenzando a caminar a la par de la chica.

-"oh, pues...supongo que una que se llama la madrugá...es muy bonita..."

-"entonces me la tendrás que poner cuando lleguemos. Aquí eres tú la experta."

El resto del camino se lo pasaron hablando tranquilamente hasta llegar.
Ana cerró la puerta de la habitación y se acercó al pequeño altavoz para mostrarle la marcha que le había dicho.

-"¿Tomas café después de comer?" Dijo Quaritch acercándose a la cafetera.

-"muchas veces, si. ¿Quiere?" Respondió la niña aún liada buscando la marcha.

Quaritch no respondió y antes de que Ana terminara la frase, encendió la cafetera y preparó unos cafés. Ana por fin encontró la música y volviéndose a incorporar, miró al hombre.

-"por fin, ésta es." Dijo Ana mientras hacía señas de escuchar.

-"toma."dijo Miles tendiéndole un café a la chica conforme la cafetera terminaba de apagarse.

-"¿de qué es?" Dijo Ana agarrando el vaso y acercándoselo para olerlo levemente.

-"pruébalo, es un viejo truco que tengo con las cafeteras." Dijo Miles observando la reacción de la chica tras darle un sorbo.

-"¡está bastante bueno!, ¿Qué se supone que has hecho?" Dijo Ana una vez más con ese tono entusiasta.

-"Ligas medio de Mocca y medio de Capuccino, ese es el truco." Dijo el coronel guiñándole un ojo a la niña.

-"con razón me daba ese gustillo final de chocolate, eres todo un experto en cafés." Dijo Ana sonriendo un poco ruborizada por el guiño.

Ambos se sentaron en los sitios de antes y escucharon la tranquila melodía mientras disfrutaban del gustoso café. La luz del mediodía y la tranquilidad del momento hacia de la habitación todo un cuadro. Ana se había descalzado y se encontraba sentada el el sillón con las piernas flexionadas y los pies apoyados también en el asiento y las manos rodeando las piernas con el café agarrado. El sillón orejero de color burdeo era ancho y casi que la chica se veía pequeña incluso con los pies encima. Se veía tan tranquila y dulce con los rayos color caramelo atravesando su fina cara. La cálida luz que entraba por la ventana permitía apreciar el color miel claro de su iris. Por la otra parte, el blanco platino del corto cabello de Miles se veía del color del oro y sus claros ojos se veían azules cristalinos. Sus miradas permanecieron constantes en la del otro por un minuto aprox. Eran miradas serenas que transmitían miles de sentimientos por cada instante, se hacía raro hasta para ellos, pero era tal la tranquilidad que se respiraba que ninguno se quiso parar a pensar en lo que significaban realmente.
Todo cambió cuando la marcha llegó a su fin y ambos apartaron la mirada del otro de momento algo ruborizados. Entonces Miles tratando de ocultar su expresión, miró hacia atrás, donde se encontraba la cama y allí divisó una especie de saquito de color naranja pastel con dos ojos verdes graciosos que estaba tirado sobre la cama hecha. Se levantó de su asiento con curiosidad y lo agarró con gracia.

Meeting The DevilTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon