57 - Kai Harper

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Estaba absorto en los recuerdos de anoche, en el momento en que Anya y yo cantamos una canción hasta que se quedó dormida y tuve que despertarla tras aparcar en la colina. Las facciones sosegadas de su rostro se habían arrugado mientras parpadeaba medio dormida y gruñía con los labios cerrados porque yo la había traído de vuelta a la realidad, hasta que en el portal nos despedimos con un simple «buenas noches». Mis dedos tomaron el control del pincel y de las tonalidades que iba decidiendo sobre la marcha para este cuadro cuando Asher abrió de sopetón la puerta del cuarto.

Al principio, viendo el bajar y subir de su pecho alterado y su mirada despectiva, no he entendido nada. Luego, su pregunta junto a la foto en su móvil lo ha encajado todo a marcha forzada. He tenido que reprimir una minúscula sonrisa al ver la imagen, que desde luego desearía tener en mi móvil.

—Sal de mi habitación —le pido aparentando tranquilidad—. Te lo explicaré en el salón.

Da varios pasos hasta que se planta a menos de medio metro de mí, me levanto del taburete para imponerme frente a él y me señala con el dedo. Aún me pregunto que ven las chicas en este mocoso retorcido.

—Respóndeme, Kai. ¿Qué cojones significa esta foto?

—Te he dicho que salgas de aquí.

Avanzo hasta la puerta dejándolo atrás y escupe una carcajada absurda.

—¿Es Anya tu nuevo juguetito?

Eso me frena en seco. No, de hecho, hace que retroceda en mis pasos para dejarle muy claro lo que voy a decirle. La sangre me hierve después de la última gilipollez que ha soltado. Saco todo el aire de mis pulmones para contenerme.

—En primer lugar, el único de aquí que juega con las personas eres tú. —Subo el tono de voz. Sus ojos me dedican una mirada despreciable cuando endurezco el semblante—. Y, en segundo lugar, no vuelvas a dirigirte así hacia Anya.

—¿Qué cojones ha pasado? —grita impotente—. ¿Desde cuándo conoces a esa chica?

—¿Y a ti desde cuándo te importa ella? Ni siquiera te he escuchado mencionarla nunca.

Por no mencionar la cantidad de veces que la he visto llorar por él, aunque Asher no lo sepa porque quien estuvo ahí fui yo.

—¿Sabes por qué no me has oído hablar de ella nunca? —Enarco las cejas, expectante a su siguiente ataque—. Porque prefiero llegar tarde a casa para no tener que encontrarme contigo y contarte nada.

Cruzo los brazos. No quiero perder los estribos en esta conversación. No con él, que es un malcriado al que le han dado siempre todo lo que ha querido. Su cara no se relaja ni un instante mientras me observa odiándome como le enseñó nuestro padre. Ojeo el reloj colgado en la pared sobre mi cama, me estoy impacientando, en una hora entro a trabajar.

—¿De verdad te gusta ella o este numerito infantil es porque tu ego no soporta que Anya pueda fijarse en alguien más? —le pregunto con la esperanza de que sea honesto.

Y, por un momento, se me pasa por la cabeza la idea de que podría alejarme de Anya si los sentimientos de Asher son reales. Como hice con Rose, solo que yo hacia ella no sentía nada más allá de una ridícula atracción y me daba completamente igual retirarme para evitar este tipo de situaciones. Sin embargo, Asher acorta la distancia entre nosotros y veo cómo el desdén aumenta en sus enormes pupilas perfiladas de un celeste frío. Me apunta con el dedo de nuevo, pero esta vez se atreve a hincármelo reiteradas veces en el pecho con rabia.

—¿Te duele que los demás me prefieran a mí? ¿Te duele que papá y Rose me eligieran antes que a ti? ¿Por eso vas tras Anya? —me provoca en tono hiriente.

Dejo de pensar y abandono la calma. Le aparto el dedo con un manotazo deseando que no vuelva a hacer algo así o tendrá peores consecuencias. Pero las consecuencias llegan solas cuando, después de impedir que me siga dando toquecitos con su dedo, me empuja furioso. Por acto reflejo, y porque me tiene hasta las narices, le devuelvo el empujón con las dos manos. Asher trastabilla de espaldas, tropieza con el taburete y, al intentar recuperar el equilibrio, arrastra consigo casi todo lo que había en el escritorio y cae sobre el caballete, donde estaba el cuadro húmedo.

Varios crujidos de madera y el sonido del lienzo desgarrándose nos advierten de que acaba de destrozar ambas cosas. Mi dormitorio se ha convertido de pronto en un absoluto desastre. Él me contempla con los ojos desorbitados, no sé si de miedo o de ira, y prefiero pirarme de este piso antes de romperle la cara a mi hermano pequeño.

—Gilipollas —me insulta desde atrás.

Me detengo al atravesar el marco de la puerta con los puños tan apretados que mis nudillos se tornan blancos. Enfoco la vista en las manchas del agua sucia que han llegado hasta el pasillo, mi familia hace cosas así. Siempre ha intentado arrebatarme lo que me gusta, lo que de verdad me interesa. Tomo una decisión.

—Lo único que ocurrió anoche fue que Jeff dejó tirada a Anya y tuve que traerla yo. —Ladeo la cara para escupirle una sonrisa hiriente—. Una lástima, la verdad, porque se veía tan linda en mis brazos que le habría hecho de todo.

Es tan idiota como me esperaba, se levanta violento del suelo precipitándose hacia mí, pero lo esquivo. Lo empujo contra la pared del pasillo, lo inmovilizo colocando mi antebrazo en su cuello y golpeo la pared a su lado con la otra mano.

—No te olvides de que aquí mando yo.

—¿Me estás amenazando, Kailen? —inquiere con la voz grave que ha heredado de nuestro padre.

—Te estoy avisando. —Al liberarlo, inspira hondo—. Esta vez no tendré compasión contigo.

Me marcho del piso oyendo cómo me grita que se ha enterado de que me iré a Barcelona y que se alegra de que por fin le demos una buena noticia a la familia. Y aunque lo dejo atrás a él y al desastre que ha causado en mi dormitorio mostrando la frialdad que nos caracteriza a los Harper, tras salir me veo obligado a detenerme unos segundos en el rellano para recomponerme porque me falta el aire.

©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)Where stories live. Discover now