56 - Asher Harper

1.3K 159 4
                                    

El partido de fútbol acabó justo cuando, a mitad del juego, Jeff mencionó su nombre.

Continué corriendo por el campo de césped artificial junto a mis compañeros de equipo, pasando el balón y cubriendo la portería para evitar que marcaran gol los que conseguían cruzar la defensa central. Sin embargo, aunque mis piernas estaban ejercitándose sin parar ni un solo segundo, mi mente no estaba ahí. Lo único que hacía mi memoria era repetirme lo que me había soltado Jeff en el vestuario:

«Rose se peleó con Anya anoche y la echó de la fiesta. Y, cuando salí a buscarla porque Verona no paraba de insistir... Tío, ¿¡qué cojones!? ¡Estaba abrazada a Kai! Les hice una foto».

Me la enseñó, yo me quedé en blanco. Mi hermano abrazándola y ella sujetándose a su espalda. Mis movimientos se ralentizaron, salí el último del vestuario.

Luego, para empeorarlo, el sol me atizaba de pleno con un calor horrible que me estaba haciendo sudar, jadear y odiar ese partido de fútbol. ¿Kai y Anya? Era incapaz de asimilarlo. La había visto anoche en el andén esperando el tren, con su vestido azul ceñido al cuerpo y la melena lisa. Guapísima. Tanto que me hizo correr como un loco a su andén para alcanzarla, aunque fue imposible. Más bien, fue tarde. Me hacía la misma pregunta una y otra vez: «¿Qué cojones?». No entendía nada. Hasta que, como si todo cobrase sentido de repente, recordé que Kai al principio se había negado en rotundo a asistir a la fiesta de Rose y, de la nada, me envió un mensaje de texto diciéndome que se pasaría un rato.

Le gusta Anya, resonó en mi cabeza más como una afirmación que como una sospecha. ¿Cómo demonios se habían conocido? ¿Ya se conocían de antes? Tampoco es que supiese qué cojones me estaba pasando a mí con esa chica, pero me invadió una ola de furia, me saqué por el cuello el chaleco azul que indicaba a qué equipo pertenecía en ese campo y regresé al vestuario para cambiarme de ropa deprisa ignorando los gritos de mis compañeros.

El camino de vuelta a casa me resultó lento, lo suficiente para que Jeff me mandase la foto en un mensaje y pudiese reproducirla en mi imaginación hasta achicharrarme los sesos por la rabia de que Kai me la estuviese jugando de esta manera. De que ambos hayan estado juntos sin yo tener ni la más remota idea.

Ahora, frente a la puerta de mi piso, respiro hondo contando hasta tres y giro la llave para entrar. La música clásica y el repugnante olor a disolvente envuelven el interior. Retomo la cuenta hasta diez mientras avanzo a paso fuerte hacia la habitación de Kai y la abro de un manotazo. Se gira con una mueca de indignación por haberle interrumpido su «mágico» momento de inspiración, aparca el pincel en el vaso de agua y contemplo la estúpida pintura de un bosque con luciérnagas o lo que sean esas malditas luces en mitad del cuadro.

—¿Cuándo pensabas contármelo? —le pregunto intentando mantener una calma que, desde luego, no la encuentro por más que la busque dentro de mí.

—¿Contarte el qué?

Tenso la mandíbula. Rescato el móvil del bolsillo de mis calzonas deportivas, que no ha parado de vibrar toda la mañana por las llamadas de un número desconocido, y le enseño la foto del abrazo desde el marco de la puerta.

—¿Te la estás tirando? —grito entonces.

Entorna los ojos para enfocar la imagen y su cara pierde cualquier tipo de expresión.

©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu