86 - Anya Holloway

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Tengo las piernas dormidas debido a los minutos que llevo encogida en la misma posición. El móvil, asomándose por el diminuto bolsillo del vestido vainilla, vibra. Lo siguiente en vibrar es mi corazón, porque incluso sin cogerlo puedo leer la notificación en la parte superior de la pantalla desde aquí.


Sinosvol:

Bonito vestido

Levántate de ahí o te lo ensuciarás


Me incorporo de un brinco sintiendo el hormigueo en la planta de los pies y busco su presencia, desesperada, por toda la zona que me rodea hasta que alcanzo a verlo subiendo la pendiente de la colina. Se sitúa frente a mí a casi diez metros de distancia. Lejos de correr hacia Kai, me paralizo. Porque sé que no debería estar aquí y eso hace que mi mente cortocircuite. Durante un instante, me planteo si me estoy volviendo loca, pero Kai extiende los brazos para recibirme y, entonces, corro hacia él.

Esta vez sí, como una loca.

Cuando lo abrazo casi en un empujón, entierro la cara hecha un desastre de llorar en su torso y me impulso para besarle esa sonrisa tan radiante junto a los hoyuelos. Me aparto, le pellizco las mejillas, es real.

—¿Qué diablos haces aquí? —pregunto ahogada con mi propia respiración.

Me acaricia los pómulos aún extendiendo las comisuras en una tierna sonrisa.

—Resulta que tuve una seria charla con mi padre sobre la empresa después de que sufriese aquel infarto.

—¡Kai, escupe lo que tengas que decir!

—Accedió a que trabaje con él supervisando los procesos directivos mientras hago las prácticas en Madrid.

—Pero esas prácticas cutres...

—Tienes razón, son cutres. Sin embargo, podré seguir pintando, presentando mis cuadros a exposiciones y galerías, y en unos años como sucesor de la empresa tendré el dinero suficiente para, quién sabe, montar mi propia galería —me cuenta feliz con un brillo especial en sus ojos avellanados—, aunque eso ya sería un sueño y...

—¿Qué hay de Barcelona? —inquiero tratando de digerir este giro.

—Si quieres, cuando cumplas la mayoría de edad en unas semanas, podemos ir de visita —comenta tocándose la barbilla en una mueca pensativa—. Creo que deberías presentarme a tus padres antes de eso.

—Yo creo que deberías repetirme la historia porque me está costando entenderla.

—Tenemos tiempo —indica y un haz de malicia le cruza la mirada—. El tiempo que queramos aguantarnos.

Enarco ambas cejas, la boca entreabierta. Sus comisuras se amplían con picardía y pega sus labios a los míos en un beso suave que pronto se vuelve impetuoso. Le atrapo el labio inferior entre mis dientes y, cuando lo obligo a gruñir porque le estoy haciendo daño, libero la tensión en mi pecho riéndome a carcajadas.

—Tenemos una promesa que cumplir —le advierto entre risas y muevo mis cejas en un sube y baja.

Kai frunce el ceño, una repentina brisa le revuelve el cabello sobre la frente y luego sonríe tocándose la parte enrojecida del labio que le he mordido.

—¿La promesa de «Si nos volvemos a ver»?

—La promesa de «Si nos volvemos a ver» —repito entrelazando nuestros dedos para guiarlo por el camino de la colina.

—Creo que antes necesitas un clínex —se burla.

Mi mano libre aterriza en su costado, las cosquillas le provocan carcajadas que se transforman en una melodía para mis oídos. Todo a mi alrededor refulge. Me arden los dedos. Quiero pintarlo todo, llenar su cuerpo de colores, dejar que Kailen Harper siga coloreando mi vida.

©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu