13 - Asher Harper

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Mantengo la atención en la barra cuando Jeff se dispone a pedir la tercera ronda de copas para nosotros y mi hermano mayor se las sirve con desgana, no sin antes mirarme con la misma desgana y resoplar. Supongo que pensará que debería estar estudiando para las pruebas de acceso en lugar de irme de fiesta con mi amigo. Odio que trate de controlar mi vida por el mero hecho de haberle pedido vivir con él porque yo no soportaba las discusiones diarias entre nuestros padres.

—Ron con cola para el estudiante de honor —dice Jeff al sentarse en el sofá que reservamos para esta noche y tenderme la copa.

La cojo y bebo medio vaso de golpe sin mediar palabra. Que mi hermano trabaje aquí, mi discoteca favorita, me pone de muy mal humor.

—Esa de allí no te quita ojo —comenta mi amigo.

—¿Debería acercarme para que me vea mejor?

—¿Tendrá una amiga para mí? —Jeff ríe travieso.

—Pregúntale a tu novia —me mofo.

Se bebe la copa de una y se levanta del sofá esperando a que yo haga lo mismo para movernos hasta la pista de baile. Las chicas lo observan coquetas. Se podría decir que su camisa con varios botones desabrochados para exhibir sus pectorales musculosos funciona. Puedo sentir el cristal del vaso chocando contra la madera de la mesa al dejarlo tras beberme el alcohol que quedaba.

—Vamos mejor a la planta de arriba —le propongo.

Allí no hay Kailen Harper que me observe. Jeff acepta. Subimos las escaleras para abandonar la zona «tranquila» y adentrarnos de lleno en la discoteca. Esta planta tiene una barra al fondo y una inmensa pista de baile oscura que solo la iluminan los focos parpadeantes de colores neones. Aquí no hay sillones ni mesas, así que vamos directos al centro de la sala. Un grupo de chicas nos arrastra tirando de nosotros en cuanto pisamos la pista y mi amigo no duda en pegar su cuerpo al de la pelirroja que le ha rodeado el cuello con los brazos. Dudo que esta noche vaya a acordarse de su novia, y yo no pienso interponerme. Cada uno que haga lo que quiera con su vida.

Una veinteañera rubia con brillos en las mejillas me sonríe al sujetarme la mano y ponérmela sobre su cintura desnuda. Se da la vuelta, apoya la espalda en mi torso y nuestras caderas se encuentran. Bailamos unos minutos, lo que dura la canción, hasta que me dice al oído que me invitará a unas copas y se marcha a la barra. Sonrío porque dudo que me encuentre al regresar. No podría importarme menos. La copa, ella, todas sus amigas y las que vengan.

Siempre me he preguntado por qué me cuesta tanto sentir, aunque la realidad es que la respuesta me da completamente igual.

Para evitar que la rubia me reconozca entre la multitud, camino a paso rápido hasta los baños y hago cola para entrar. Luego, me doy unos minutos para salir del aseo, refrescarme la cara en los lavabos y recolocarme la ropa que me han arrugado las chicas al bailar. Qué pérdida de tiempo me parece todo esto.

Pero más pérdida de tiempo habría sido quedarme en casa viendo el móvil parpadear por los incesantes mensajes de Rose. Quizá debería bloquearla. Recuerdo por qué aún no lo he hecho: se presentaría en mi piso hecha una furia. Mi preciosa pesadilla humana se hace realidad al divisar a Jeff al fondo bailando con una joven de rizos negros que conozco por mi exnovia, que está bailando con una amiga junto a ellos. Lleva un vestido corto, plateado y con un escote que atrae la mirada de todos los tíos que la rodean.

Suelto un largo suspiro, no me lo puedo creer.

—¡Asher, aquí! —vocifera Rose al detectarme entre el gentío, suelta a la amiga y se precipita a abrazarme.

No la rechazo. De hecho, no me disgusta que pegue su cuerpo al mío. Sé que el alcohol está haciendo de las suyas; tampoco me importa. Veo a Jeff bailando con las dos amigas de mi ex, tiene una copa en la mano y los ojos entrecerrados. Me pregunto si ha tomado algo aparte de la bebida por cómo contempla los focos del techo embelesado y, acto seguido, enreda los dedos en la melena rizada de una de ellas para atraerla hacia él. Lo siguiente que enredan son sus lenguas mientras la otra sigue frotándose entre ambos.

Rose me sujeta la barbilla para que deje de observarlos y me centre en ella.

—Podemos hacer lo mismo nosotros —me dice al oído y pasea los labios por mi oreja.

—Me había gustado tu amiga —me quejo con sorna.

—Pero a ella le gusta Jeff —dice antes de morderme el lóbulo.

La rodeo con fuerza para sentirla más cerca, aunque no sienta nada en mi interior, más allá de lo físico. Sus manos se pasean por mi torso mientras balancea las caderas frotándose conmigo y no puedo evitar deslizar la vista hasta su escote. Está desnuda bajo la tela suave que la cubre, nada de ropa interior, y me cercioro de ello al acariciarle la espalda al descubierto y descender hasta su trasero, donde decido relajar las manos mientras me besa el cuello. Su perfume me inunda la cabeza de deseos que me traerán problemas después de esto. De repente, se aparta y fija los ojos de un celeste chispeante en los míos.

Nos miramos unos segundos. Me abofetearía si supiese que solo veo una cara preciosa y un cuerpo bonito. Que no la he echado de menos ni un solo día.

Sin embargo, como no está en mi cabeza, sonríe incrédula y me entrelaza los dedos para que la siga hasta uno de los reservados, una pequeña sala de sofás rojos aterciopelados tras una cortina espesa. Le guiña un ojo al seguridad que custodia la privacidad de estas salas. Él asiente, conforme a la espontánea petición de la niña famosa que inunda las revistas de moda actuales. Dentro hay una mesa con vasos, un cubo repleto de hielos y una botella de alcohol. Rose sirve dos copas, me entrega una y brindamos no sé a cuentas de qué.

Parece feliz. Yo pretendo estarlo, o fluir con el momento al menos.

Como no quiero alargar lo que sé que va a suceder, me tomo la bebida de dos tragos y me acomodo en el sofá mientras contemplo cada movimiento de Rose. Se despoja de los tacones, se desmelena el cabello rubio y se sienta en mi regazo con las manos desabrochándome el cinturón. Todo huele a ella, hasta mi cabeza. Le subo el vestido y me baja el pantalón. Gime cuando entro en su cuerpo después de que me haya puesto un preservativo, sonríe satisfecha de tenerme de nuevo y se relame los labios antes de que nuestras bocas se fundan en besos desenfrenados muy distintos a los que nos dábamos al principio de conocernos.

Cierro los ojos y la noto tan excitada bailando sobre mí que me vuelvo loco. Me olvido de seguir besándola porque solo quiero seguir disfrutando del sexo y llegar al orgasmo. Procuro que sea rápido. Ambos gemimos al agitar nuestros cuerpos por el culmen del placer. Me abraza descansando la barbilla en mi hombro con jadeos entrecortados. Tengo el estómago revuelto, no sé si de todo lo que he ingerido o de los recuerdos que se me despiertan al volver a estar con ella.

Recuerdo cuando Rose iba a mi piso para que mi hermano la retratara en uno de sus lienzos. Se habían conocido en la universidad, aunque ella estaba en un curso inferior, y él le había propuesto pintarla para uno de los concursos de exposiciones. Recuerdo cómo Kai la miraba y cómo Rose me miraba a mí. Hasta que un día él fue a comprar cervezas y ella entró en mi habitación sin permiso, pero sabiendo que ambos queríamos lo mismo. Nos enrollamos y mi hermano nos pilló al volver antes de tiempo porque se había olvidado el dinero. Desde entonces, Rose Fletcher nunca pisó mi casa de nuevo hasta que le conté a Kai que éramos novios y me dio una palmadita de aprobación con una sonrisa de decepción.

—Sabes... —murmura ella disipando mis recuerdos y se aparta para escudriñarme con intensidad—. Sabes que nadie te querrá como yo, ¿verdad?

Me ahorro la respuesta porque le hará daño, aunque sus palabras me lo intentan hacer a mí cada vez que se encarga de recordarme que debería valorar el amor que me ofrece porque no conseguiré uno mejor. Sé que es complicado quererme, mi inseguridad también se encarga de recordármelo. Y sé que he vuelto a caer en su trampa.

—Este Asher... —prosigue clavándome un dedo en el pectoral con sus ojos brillantes acechándome—. Soy la única que querrá a este Asher real, el imperfecto e insensible. No lo olvides.

©Si nos volvemos a ver (SINOSVOL) (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora