—Vamos a vivir—. Asegura Eren, con las cejas fruncidas y mirada decidida al frente. Cortando el hilo, lo imito, inhalando y exhalando por la boca, emocionada, pero asustada a la vez.

Me apoyo en el techo de una casa en ruinas, observando el panorama. Limpio las cuchillas, asegurándome con una vista de segundos la cantidad de gas en el equipo, el suficiente para el viaje.

Mikasa, Eren, Armin, junto a los otros reclutas y Levi se encuentran en otros techos, bastante lejos de mi posición, al punto que solo veo unas sombras indistinguibles, todo para cubrir más área y para asegurar la zona.

Con la ayuda de los ganchos caigo con cuidado sobre la casa vecina, tratando de esquivar la mirada curiosa y masoquista que se dirige hacia el suelo, donde hay un baño sangriento de personas que no pudieron escapar de los titanes invasores. No me gusta asegurar las cosas, pues el futuro es incierto y me ahorro problemas hablando sobre las promesas que quizás nunca cumpliré, pero hay cosas en que tengo la plenitud de afirmar, y una de ellas, sin dudar, es que jamás me voy a acostumbrar a las muertes.

—¡Uno de 15 metros! —. Escucho un grito con eco, indicando la lejanía. Giro la cabeza, sacando la atención en los cuerpos cercenados que han dejado por su paso aquellos monstruos.

—¡(T/N)! —. Sé que la persona que mencionó mi nombre dice algo más, pero no logro comprender, pues reúno toda la fortaleza en escapar de las garras de un titán que golpeó, destrozando las tejas donde hace algunos segundos estaban parados mis pies. Caigo al lado, algo exaltada por lo cerca que estuve de morir, demorándome el tiempo corto, pero necesario, para incorporar mi cuerpo y aprovechar la adrenalina para cortar el cuello del ser, que se desvanece con lentitud hasta caer a un costado de la casa, sobre las calles plagadas de líquido carmesí de los pobladores del pueblo fantasma.

—¿Estás loca? —. Doy un brinco con la llegada de Eren, quien lleva sus manos a sus rodillas para regular su respiración. Lo miro, incrédula y con el corazón en la garganta, la emoción provoca que mi cerebro no procese con claridad lo que acaba de pasar.

—Estuvo cerca, demasiado cerca—. Susurro más para mí que para él. Sintiendo ya como los pies aterrizan en la realidad dolorosa. Veo nuevamente el lugar donde estaba, casi viéndome ahí, perpleja con la cantidad de muertos, al punto que no sentí a un titán adentrándose a mi área para poder matarme.

—Eres una irresponsable—. El ataque de un personaje me resulta sorpresivo, ya que, si no hubiese hablado, su presencia habría sido ignorada. De inmediato me siento intimidada, y con razón. —Concéntrate, los ojos pendientes. No eres solo tú, más vidas dependen de tu atención—. No está feliz, aunque sería difícil decir un momento donde lo estuviese, pero lo seguro es que está enojado.

Mis labios forman una línea recta y asiento, como un perrito obediente.

—¿Y tú que haces aquí, idiota? —.se dirige al castaño posicionado a mi lado, quien se mantiene mirándome con el ceño fruncido e, intuyo, con las ganas de reprenderme, algo que habría hecho si no fuese por el capitán. —Ve a otro lugar, nada pasó, ahora—. Su voz potente obliga a Eren a callar todas sus emociones, asintiendo y desapareciendo de la vista con el equipo tridimensional, ignorándome.

Levi estaba por imitar su acción para empezar a rondar y supervisar cuando unos gritos se escuchan por el viento. Arrugo la nariz, ahora pendiente de la zona, es verdad que hay titanes merodeando, pero no hay movimientos que no estén siendo controlados, además, las pocas personas que fueron salvadas por el equipo informativo están a kilómetros con las tropas estacionarias en una torre.

—Vamos—. Me sorprendo al escuchar su voz dirigiéndose a mi persona. Con rapidez y con temor a ser insultada nuevamente, lo sigo, saltando y corriendo por los tejados, teniendo las espadas en el aire.

—Se supone...— llego a su lado apenas, empleando una fuerza de voluntad enorme, no me quiero quedar atrás. —... Que todos los pobladores han sido evacuados—. Continúo, pidiendo explicaciones. No me responde de inmediato, pero cuando lo hace no es para mí, sino que se queja sobre la estupidez de los responsables.

Los chillidos que se van apagando con cada pisada, nos dirigen a una zona demasiado apartada y cercana a la muralla. No había sido prevista porque los titanes estaban amontonados más adelante y en el otro sentido.

Estaba un poco apartado de la zona, por lo que tuvimos que bajar a nivel de piso para avanzar, ya viendo a algunos gigantes con personas a medio comer entre sus manos sangrientas.

Le pido a todo ser superior que no se giren para vernos, ya que todavía quedan algunos metros para poder tener la ventaja del equipo tridimensional y poder escabullirnos. Ignoro la respiración agitada y el corazón palpitando con locura para centrarme en trepar por las casas y matar al titán más cercano, lográndolo.

No giro a mirar al capitán hasta que veo que lanza una bengala para llamar al escuadrón que está supervisando, uno de esos Eren. Cada persona tiene su lugar asignado para proteger, pero para asegurar, un grupo iba a estar merodeando, sirviendo de apoyo o turnos, ellos son los únicos con la autorización de moverse.

—¡Por favor! —. Unos gritos infantiles me hielan la sangre, llamando mi atención de inmediato. Trato de buscar el origen, encontrándolo en la ventana de una casa a medio demoler. —¡Mamá, ayúdame! —me apresuro para llegar al titán que amenaza con su mano de destrozar por definitiva el hogar con el chico dentro, llegando justo.

La sangre caliente baña mis manos y espada, que está a unas cortadas de quebrarse. No hay puerta, así que me asomo por la ventana, sacando de un manotazo seguro los vidrios puntiagudos que han quedado en el marco. El niño, que no tiene más de diez años retrocede por la sorpresa, intuyo.

—Mi nombre es (T/N), te llevaré a un lugar seguro, ven—. Titubea, mirando a su alrededor. De seguro su cuarto, por las figuras divertidas talladas de madera. Estiro los brazos, ya nerviosa, sintiendo el vibrar del suelo por los pasos de un gigante. —Mira, eh, mira—. Mis manos tiemblan por la ansiedad, pero con seguridad señalo las alas en el corazón del uniforme, para brindarle más seguridad.

—¿Eres de la legión de reconocimiento? —. Pregunta, ya mas confiado. Sonrío, impaciente.

—Sí, ven, vamos—. Se acerca y estira los brazos también, abrazándome por el cuello, lo recibo. —Te tienes que agarrar muy fuerte de mí, ¿ya? Para que podamos volar—. Los pasos se escuchan más cerca, por lo que es un alivio cuando siento el agarre casi asfixiándome. Empuño las espadas y jalo el gatillo después de correr un poco, impulsándome hacia el cielo.

—Mi mamá...— escucho de forma débil. Hago una mueca, aunque no me ve, tiene su cabeza en mi cuello.

—¡Capitán! —. Grito, llamando su atención. Tiene el cuerpo con sangre humeando, con las manos aferradas al aparato tridimensional, viendo como han empezado a llegar el refuerzo. Gira su cabeza, frunciendo aún más el ceño cuando me ve cargando un niño.

—Las tropas estacionarias vendrán con la señal, deja al mocoso por ahí y encárgate de seguir deshaciéndote de los titanes—. Me reprende. Su mirada es tal que, conjunto sus palabras, te hacen sentir pequeña, te absorbe toda la seguridad que tienes en tus actos.

—Es un niño, señor, las tropas están demasiado lejos como para llegar en menos de 10 minutos—. Me aguanto para no decir que son unos borrachos o incompetentes, pero él parece comprender el mensaje ya diciendo diez minutos en vez de los cinco máximos que nos demoramos nosotros en el mismo trayecto.

—Apresúrate—. Antes que se arrepienta, le indico al chico que ya vamos a partir para que se agarre para poder volar. 

Uno para el otro (Levi Ackerman)Where stories live. Discover now