Capítulo 46

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Daniela ingresa a la sala grupal y camina sin mirar a nadie.
—Buenos días, señorita Daniela.—La saluda Kevin caminando a su lado.
—¿Y Carla?—Pregunta la castaña.
—Su hermana tuvo un problema y ella fue a ayudar.—Le explica el pelinegro.
—Perfecto. Bueno Kevin, dile a Carla que envíe las pertenencias de María José a su casa.
—¿Que envié sus cosas?—Pregunta confundido.—¿Por qué?
—¿Tengo que repetírtelo?
—No señorita. No me refería a eso. Solo quería saber por qué. ¿Le vamos a enviar sus cosas porque ya renunció o más bien porque terminó su relación con usted?
—La vida privada es privada.—Espeta Daniela.
—Muy lógica su frase.
—Sí. ¿Tengo que explicártelo?
—De ninguna manera. No es necesario.
—Entonces haz lo que te pedí.—Ordena la castaña y sigue caminando hacia su oficina.

Kevin regresa a su puesto, aún impresionado por la actitud de Daniela con respecto a la morena.
—Kevin, ¿qué te sucede?—Pregunta Suzan mientras Laura y Mariana ingresan a la sala grupal.—¿Qué pasó?
—Robot Calle está de regreso. Aunque parezca humana, es una máquina.Se acabaron los buenos tiempos.—Murmura el pelinegro con pesar.
—¿Qué sucede?—Cuestiona Mariana acercándose a ellos.
—¿Qué pasa?—Pregunta Laura.
Kevin se remueve incómodo antes de responder.
—La señorita Daniela...me pidió que le dijera a Carla que reuniera todas las cosas de María José. Yo creo que terminaron.—Les cuenta el pelinegro en un susurro.
—¿Estás seguro? ¿Y por qué?—Replica Mariana.
—Bueno, ya saben que el amor entrénelas es apasionado. Es normal. Se enfadan y luego se arreglan. Algo parecido nos pasa a Abi y a mí.—Responde riéndose.
—Kevin, mejor ponte a trabajar.—Ordena la chica más alta.
Kevin se encoge de hombros pero hace caso, mientras que Mariana y Laura se miran entre ellas desconociendo si realmente terminaron.
(...)
La morena, al no tener que ir a la oficina, sale a trotar por el costado del muelle, escuchando música para distraerse y de paso canalizar su rabia. Aunque su música se ve interrumpida por una llamada a su celular.
—Hola, María José, ¿cómo estás?— Saluda Andrew apenas la morena atiende el teléfono.
—Bien, Andrew, ¿y tú?—Replica María José.
—Bien, gracias. Estoy yendo a la compañía. Vamos a concentrarnos en los dibujos porque creo que tengo unas buenas ideas. A menos que tengas otra cosa que hacer.
—Eh...ya no tengo trabajo.Daniela y yo terminamos. Ya no trabajo en su compañía.
—¿Cómo que no?
—No quiero hablar de eso ahora.—Responde la morena deteniendo sus pasos para descansar.
—¿Dónde estás?—Pregunta el ojiverde.
—En el muelle. Necesitaba estar sola.
—Está bien. Espérame ahí. Quiero verte enseguida, ¿sí?
—Bueno, es que ya me iba ir a casa.
—Mándame tu ubicación y yo te llevaré a casa.
—Bueno, está bien. Pero no quiero que hablemos de Daniela, te advierto.
—Entiendo. No hablaremos de ella. Como tú digas. Ya te busco.—Replica Andrew finalizando la llamada.
La morena le envía la ubicación y vuelve a guardar su teléfono en su bolsillo.
—Vamos al muelle.—Pide el ojiverde a su chofer.
(...)
En la oficina, Daniela se encuentra sentada mirando hacia un punto fijo, sin hacer nada, ni siquiera trabajar. Desde afuera sus socios y Laura la observan.
—No sé qué pasa, Juan Pablo.—Murmura Laura preocupada.—Ella estaba muy enamorada, como nunca la había visto.
—Pues terminaron, Laura.—Responde el rubio.—Conocemos a Daniela.Es insensible e inepta en el amor.
—No tienes que decírmelo.
—Pienso que nadie debería preguntarle nada. Y nosotros, como sus amigas, podemos abrir un espacio para que pueda sanar.—Les pide Juan Pablo.
—Tienes razón.—Replica Laura y le da un apretón en el hombro con cariño y luego se aleja para irse a su oficina.
—No debes preocuparte.—Murmura Mariana acercándose al rubio.—Yo creo que ella está bien, interesada en su trabajo. Creo.
Juan Pablo le da una sonrisa de boca cerrada y se pone de pie para ir a ver a su amiga. Realmente le preocupaba.
—Daniela, ¿luego puedes venir a mi oficina?—Pide el rubio asomando su cabeza a la oficina.—Te quiero mostrar algo.
Daniela no responde, apenas asiente con la cabeza, pero para Juan Pablo es suficiente y sale de la oficina dejándola sola.
(...)
Casa de María José.
—No logró establecer la relación entre las dos cosas.—Murmura Andrew confundido.—El amor se acabó, pero ¿por qué el trabajo también tiene que acabarse?
—Las cosas no son tan sencillas.—Replica la morena.
—Está bien. El trabajo no te importa. La verdad es que el único motivo por el que trabajas ahí es por Daniela.—Dice el ojiverde mas que nada para picar su orgullo.—No tienes ningún interés en trabajar.
—Claro que me importa. El trabajo es mi vida, pero ya no puedo trabajar con Daniela.
—¡Y sigues hablando de Daniela!
—¿Y qué digo?
—María José, tu relación con ella ya se acabó. No hay nada entre ustedes.¿Ahora vas a dejar que te quite el trabajo? ¿Por qué?
—Ya me quitó todo.—Murmura la morena con pesar.
—No es cierto, o al menos, no debería.—Intenta explicarle Andrew.—Mira, lo de ustedes ya terminó, y no sé el motivo. Eso no me interesa. Ese asunto es de ustedes. Lo que sí me interesa es que eres muy talentosa y no quiero perder a una colaboradora como tú.
—Gracias, Andrew.—Replica la morena.
—Y pienso que tú tampoco querrás perderme.—Dice divertido.—No estoy siendo nada modesto, y por eso te hago esta oferta. Trabaja conmigo.
—Me encantaría, pero ¿cómo?
—María José, si el nombre de mi compañía aparece en tu currículum, se te abrirán las puertas, las oportunidades.—Le asegura el ojiverde.
—Es verdad. Pero ¿cómo haré? Daniela está en la oficina.

¿Será que es amor? - Caché Adaptación Where stories live. Discover now