𝙫𝙚𝙞𝙣𝙩𝙞𝙨𝙞𝙚𝙩𝙚

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Al día siguiente, fue Mark quien se despertó primero, al hacerlo, notó que estaba abrazado a la espalda de Donghyuck, este dormía plácidamente. Inconscientemente, el mayor sonrió al verlo descansar, se veía de verdad bonito. Dejó un beso sobre su hombro y se levantó con cuidado, no quería interrumpir su sueño.

El colchón inflable sobre el suelo seguía intacto, por lo que Mark decidió mover un poco las sabanas y mover la almohada, para así dar la impresión de que había dormido allí. Sus padres nunca entraban a su habitación, ni siquiera cuando él estaba durmiendo, y si era así, siempre tocaban hasta obtener el permiso de su hijo, eso era una pequeña ventaja.

Salió en dirección al baño, antes de entrar a este, pudo sentir el característico olor a los waffles que siempre preparaba su madre, seguro estaba despierta desde temprano y su padre, ya habría salido rumbo a la casa de su abuela, siempre solía visitarla los domingos por la mañana.

Al bajar a la cocina, se encontró con su madre, sentada en la isla de la cocina, mientras leía una revista de decoraciones para interiores, era algo que adoraba.

—Buen día, ma —se acercó a la mujer y dejó un beso en su mejilla.

—Buenos días, mi pequeño, ¿qué tal la noche?

Mark casi se atraganta con su propia saliva, todo por malinterpretar las palabras de su madre.

—Tranquila. Donghyuck durmió en la cama y yo preparé el colchón inflable, así que dormí como un bebé —sirvió un poco de café en una taza y buscó un plato del mueble.

Una vez que preparó su desayuno a un lado de su madre, tomó asiento y le dio un sorbo a su café, siempre bien cargado y un toque amargo.

—Donghyuck es buen chico, me agrada mucho —acotó la mujer, dejando de lado la revista.

—Sí, es buena onda.

Por unos instantes se creó un intenso silencio, hasta que la señora Lee, lo terminó:

—¿Él es la persona nueva que estás conociendo, Mark?

El canadiense paró en seco con su desayuno, tenía miedo de que —ahora sí— su madre los haya escuchado teniendo sexo en la noche, tampoco habían hecho el gran esfuerzo por ser silenciosos, pero aun así, no lo esperaba.

—¿Qué? No, claro que no. ¿Por qué lo dices? —fingir demencia era la clave, aunque no era una mentira.

—Creí eso al ver en la forma que lo miras.

—¿Q-qué tiene? —no tartamudees, pensó Lee.

—Mmh, pues no lo sé, lo miras con unos ojos que... Wow, de verdad es tierno, tus ojitos brillan y automáticamente sonríes —habló la mujer, portando una sonrisa—. Como si fuera la única persona en la habitación.

—Creo que te equivocas, ma, solo somos amigos y me cae muy bien.

—¿Y también se besan? —preguntó la mujer con su voz suave, sin querer demandar.

—¡¿Nos viste?! —el corazón de Mark, latía desenfrenado, había sido descubierto.

—Sí, cuando salimos a comprar el pastel con tu padre, yo entré primero y los vi en la cocina, no era mi intención y no supe qué hacer, así que, salí en silencio y al entrar grité que había regresado —contó con un poco de pena.

—Mierda, esto es vergonzoso —el menor cubrió su rostro entre sus brazos, recostándose sobre la isla.

—Tranquilo, cielo, que no te dé pena. Con tu padre también llegamos a hacer eso.

—Es que no es lo que crees...

—Mark, no debes preocuparte —su madre lo tomó por la mejilla, mirándolo con esos ojos comprensivos que tenía—. Si Donghyuck te gusta, nosotros te apoyaremos, lo que tú elijas para tu vida, está bien. Te amamos y solo nos importa tu felicidad.

El menor quedó en silencio, hipnotizado por aquellos ojos cafés, que lo miraban con tanta ternura. Se dejó abrazar por su progenitora, quien lo envolvió con fuerza y besó su rostro repetidas veces.

—Te amo, mi niño.

—Yo te amo a ti, ma.

—Okey, suficiente, esto es demasiado emotivo —habló la mujer para luego separarse de su hijo y secar las lágrimas en sus mejillas—. Dejémoslo aquí, sino mami comenzará a llorar como una niña.

El canadiense la soltó con una sonrisa, su madre siempre se emocionaba muy fácilmente, más aún si se trataba de sus «pequeños».

—¿Hyuckie se quedará a comer?

—No lo creo, seguramente quiera volver a la residencia.

...

Y así fue, cuando el moreno despertó, tomó su desayuno y luego avisó que debía volver, la señora Lee se ofreció a llevarlo en el auto. Al llegar, el menor se despidió, pero la mujer lo sorprendió abrazándolo con cariño.

—Los dejo que se despidan, aunque se verán dentro de unas horas porque Mark volverá a la noche, pero de igual manera, adiós —la señora Lee subió al auto y dejó a ambos chicos solos.

—Esto no era realmente necesario —acotó el moreno con una sonrisa nerviosa—. Aunque si te quiero agradecer por llevarme a tu casa, fue muy divertido, me la pasé bien.

—No fue nada, Hyuck. A mis padres les agradas, más a mi mamá, por lo que estás invitado a ir cuando gustes.

—Gracias —hizo una pequeña reverencia con la cabeza—. Creo que nos veremos al rato, Lee.

—Así es, espero que no te aburras sin mí —bromeó.

—Al fin podré descansar.

Ninguno de los dos había notado, que todo ese tiempo hablando, habían estado tomados de la mano, al ver esto, se soltaron, fingiendo que no era incómodo y restándole importancia.

—Bien, nos vemos —el canadiense se alejó, con las manos en los bolsillos.

—Adiós —frunció sus labios y dio media vuelta.

Al entrar a su cuarto, estaba todo intacto y el silencio reinaba allí. El moreno se quedó apoyado en la pared, contemplando la habitación, pensando qué debería hacer para no aburrirse.

...

—¡¿Fuiste a la casa de sus padres?! —exclamó el chino menor, apoyando sus manos de manera estruendosa sobre la mesa de la cafetería.

Era normal que Chenle a veces olvidara el concepto de ser «discreto», he allí la razón por la que casi siempre elegían almorzar en el patio, había menos gente y allí el menor podía gritar como se le diera la regalada gana.

—Ni siquiera conoces a mis padres y ya conoces a los de Mark —el moreno rodó sus ojos.

Renjun y Dejun miraban y escuchaban atentos, pero sin dejar de comer. Chenle en oportunidades, llegaba a ser un poco exagerado, pero luego se le pasaba.

—Iba a estar solo el fin de semana y él simplemente me invitó.

—Realmente, ya caíste por él —el pálido cruzó sus brazos y miró hacia otro lado.

—¿Qué mierda dices?

—¿Follaron? —cuestionó Huang.

—Sí.

—Bien, fue por su pito. Ahora cierra la boca, Chenle. Queremos comer —sentenció el mayor, masticando la lechuga de su ensalada.

El menor continuaba cruzado de brazos, mirándolo con cara de desagrado a Renjun.

𝘋𝘰𝘯'𝘵 𝘊𝘳𝘰𝘴𝘴 𝘛𝘩𝘦 𝘓𝘪𝘯𝘦 ─ 𝙈𝘼𝙍𝙆𝙃𝙔𝙐𝘾𝙆Where stories live. Discover now