Capítulo 78

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Dani

Si tuviera que resumir mi estado de esos días, diría que era una lavadora vieja a la que estaban haciendo centrifugar a mil doscientas revoluciones por minuto.

Tenía la cabeza lista para estallar y el corazón, al borde del colapso.

Ya, ya sé que en gran medida todo eso fue culpa mía, que se me fue de las manos, que tendría que haberlo cortado a tiempo y bla, bla, bla, bla... Pero la realidad es que me superó. Soy humana, me equivoco y, cuando lo hago, no me limito a un pequeño desliz: la cago a lo grande, hasta que la mierda me llega al cuello. Así soy yo, humana, cabezota y cagona, aunque me cueste reconocerlo. Pfff.

Rafa acababa de dejarme en el portal tras echar dos polvos magistrales.

Al día siguiente me iba con Víctor de viaje de novios, siete días a recorrer el Amazonas y siete en Punta Cana de relax. Joder, qué difícil iba a ser estar con él después de soltarle lo que quería.

Como cada uno quería un viaje distinto, decidimos hacer mitad y mitad. Yo me moría por hacer un safari en Tanzania, lo que no entraba en los planes de Víctor; él no era nada de mochila y tienda de campaña, incluso en eso era distinto a Rafa. Él era más de resort y todo incluido, así que optamos por un combinado que nos hiciera felices a ambos. O no, quién sabía qué iba a ocurrir después de que aclarara las cosas con mi marido.

Cuando entré en el piso, Víctor estaba en el sofá.

—Hola, cielo —me saludó cordial, como siempre. Víctor me había dejado que fuera a ver a los chicos y él se vino directo a casa con las maletas—. ¿Qué tal con los del trabajo? ¿Te han bombardeado a preguntas?

Me fastidiaba seguir mintiendo, pero no iba a decirle a esas alturas que venía de acostarme con el hombre de mi vida. Una cosa era dejarlo y otra, hundirlo en la más absoluta de las miserias.

—Un poco —contesté cauta.

Dejé las llaves en el mueble del recibidor y entré para hacer frente a la situación. Estaba convencida de que iba a ser lo más duro que haría en la vida, o eso me lo parecía. Igual después de unos años, desde la distancia, no lo veía tan duro.

—Ya tengo la maleta lista. Será mejor que nos vayamos pronto a dormir, el vuelo va a ser largo.

—Pero si nos vamos por la tarde y el avión no sale hasta la noche —protesté, entrando en el salón.

—Ya, pero mejor ir descansados. En esos aparatos se duerme fatal y más en vuelos intercontinentales, yo que tú me llevaba el cojín que te regaló mi madre para las cervicales. —Parecía feliz y a mí se me rompía el alma por lo que le iba a hacer. Pero no podía continuar con la farsa ni alargarla más. No quería jugar a la pareja feliz cuando no lo éramos—. Anda, ven, siéntate conmigo. —Palmeó el sofá.

Fui hacia él, pero no con las intenciones que él creía.

—Tenemos que hablar —admití en tono neutro, acomodándome a su lado, pero con una distancia prudencial. Lo miré a la cara. Parecía divertido, claramente, no intuía la que se le venía encima.

—Uy, miedo me das con esa cara. ¿Y ese tono? ¿Qué pasa?

Me encomendé a todos los santos para tener fuerzas suficientes para salir indemne de la conversación.

—Creo que nos hemos equivocado.

Frunció el ceño.

—¿De destino? Pues ya es tarde, no tenemos más remedio que hacer el combinado.

—No, no me refiero a eso, sino a nuestro matrimonio. No deberíamos habernos casado. —Su espalda se puso rígida y me miró con extrañeza—. Lo siento, Víctor, pero siento que todo esto ha sido un error. Tú y yo nos queremos, pero no como un matrimonio. Somos más bien amigos con derecho a follar de vez en cuando. Nuestros polvos son mediocres, llevamos vidas paralelas y apenas tenemos nada en común. Siento no haberme dado cuenta antes de que esto no funcionaba y no haberlo parado a tiempo.

¡Sí, quiero! Pero contigo noWhere stories live. Discover now