Capítulo 46

44 10 17
                                    


RAFA

Curvé una sonrisa pretenciosa antes de dar un largo trago a mi cerveza y soltarla de nuevo.

—Nena, no sabes lo que acabas de hacer. Acepto.

Me incorporé para tomarla del rostro y saquear su boca. Dani lanzó un grito de sorpresa que fue el pistoletazo de salida a lo que después sucedería.

Me agarró de la nuca con entusiasmo, abandonada a mis caricias, mientras yo la levantaba y la subía a pulso para clavarla sobre mis caderas. No tardó en enroscar aquellas largas y fabulosas piernas a mi alrededor, justo como tantas veces había imaginado.

Caminé a ciegas amasando las redondas y apretadas nalgas con codicia, caminando sin dejar de besarla ni por un instante.

En cuanto llegué a la habitación guiado por el deseo, no dudé en lanzarla sobre el colchón cuando mis espinillas dieron con el borde de la cama. Ella rebotó riendo como una niña para reptar hasta la cabecera.

Me desprendí de la ropa y, una vez desnudo, fui a su encuentro. La camiseta se había enroscado en la cresta de sus caderas, dejando su sexo expuesto. Lo tenía completamente depilado con una preciosa tira en el centro que me moría por recorrer. Y, aunque así ya estaba increíble, a mí todo me sobraba. La quería a ella, solo a ella, a la Dani original sin un pedazo de tela que enturbiara la comunión de nuestras pieles.

Me había pedido sexo, no amor, y si en algo era jodidamente bueno era en eso.

Le quité la camiseta con rapidez, ganándome más risas, y la lancé lejos para que no nos molestara. Quería perderme de nuevo en sus labios, recorrerlos sin pudor, pero esta vez con su cuerpo fundido en el mío. Mordí, tiré y jalé del labio inferior para después adorarlo con ternura. Ella suspiraba con fuerza, con deleite, tratando de igualar mi apetito insaciable y yo la dejé, vaya si la dejé. Dani era codiciosa, salvaje, dulce y entusiasta, un delirio para cualquier hombre que recibiera el honor de estar con ella. Si Víctor no sabía lo que tenía entre manos, era su problema; yo sí lo sabía y no pensaba perderme un ápice de su entrega.

Sus manos febriles recorrían mi espalda cubriéndola de necesidad, arañándola, masajeándola y sintiéndola en toda su extensión. Desde los lumbares a mis omoplatos, sus dedos estaban en todas partes atrayéndome hacia ella. Mi entrepierna estaba en contacto directo con sus pliegues, que la acogían en su humedad, acunándola, protegiéndola, preparándose para recibirla.

Deslicé mi miembro arriba y abajo arrancándole quejidos lastimeros que ascendían por su garganta. Quería excitarla como nadie lo había hecho nunca y demostrarle que el sexo que le habían ofrecido era de segunda, un mero aperitivo, y que lo bueno llegaba ahora.

Mi boca descendió mordisqueando, lamiendo y besando todo aquello que encontraba a su paso. Mandíbula, cuello, hombros, escote hasta subir a la cresta de la ola para tomarla entre los labios.

Succioné con fuerza el erizado pezón arrebatándole un nuevo gemido que me supo a gloria. Dani no era silenciosa, era un puro estallido de emociones, no se reprimía, las absorbía y detonaba con cada nueva sensación que la recorría por completo.

—¡Oh, Dios, Rafa, no te detengas nunca! —suplicó con mi glande balanceándose en su tierna humedad y mis dientes tirando de aquel sabroso botón.

—Ni por todo el oro del mundo, asturiana.

Tenía muchas ganas de follarla, de penetrarla duro, de aliviar la sobrecarga que llevaba encima. No había estado con nadie desde el viernes, así que estaba a rebosar y, sin embargo, era incapaz de ello. Algo me empujaba a ser más tierno de lo habitual, a comportarme diferente, no como con las demás. Con las mujeres con las que me acostaba no voy a decir que fuera egoísta, porque nunca lo he sido, pero no era tan suave como lo estaba siendo con ella; iba a por faena mientras que con Dani quería alargarlo al máximo. No me nacía otra cosa que no fuera venerarla con cada gramo de mi cuerpo.

¡Sí, quiero! Pero contigo noWhere stories live. Discover now