Capítulo 41

49 9 9
                                    


DANI

Me quedé unos minutos dentro del portal sin ser capaz de reaccionar.

Me había besado con Rafa. ¡Por el amor de Dios, lo había hecho! Y lo peor de todo era que no me arrepentía de nada. ¿Cómo era posible?

Me sentía feliz, como si flotara en una nube, sin un ápice de culpabilidad que emborronara el momento. Los labios me hormigueaban, sentía una euforia desconocida y estaba... ¡excitada! ¡Joder, si hasta notaba la humedad entre mis muslos! ¿Cuánto tiempo hacía que no me sentía como una adolescente hormonada? ¿Cuánto había pasado desde que los besos de Víctor no producían en mí ese efecto? Porque acababa de darme cuenta de que no lo producían ni por asomo. Sus besos no estaban mal, pero no volatilizaban mis bragas haciendo que quisiera más. Y quería más. Por eso había puesto fin al beso. Si no me detenía, poco iba a importarme estar en el portal de mi piso; habría invitado a Rafa a entrar y terminar lo que habíamos empezado, y eso sí que no iba a ocurrir. ¡Porque no podía ocurrir! ¡Por Dios, me iba a casar! Y no con Rafa, precisamente.

La tarde había sido deliciosa, el picoteo que hicimos como cena, genial y no había podido quitarme la sensación de que debía agradecerle esa tarde tan mágica de un modo memorable. Estaba aportándole tantas cosas a mi vida que no sabía cómo hacerle sentir lo emocionada que estaba por dentro.

Víctor era mi prometido, lo quería, pero Rafa... No sabía cómo definirlo, era algo difícil de explicar. Me atraía de un modo que asustaba, lo necesitaba en mi día a día, porque sin él mis días se volvían grises y él los llenaba de colores brillantes. Con Rafa reía, me emocionaba, discutía. En definitiva, vivía y me hacía sentir deseada.

Cuando caminábamos lo vi tan claro, lo necesitaba tanto, que me apoyé contra el muro con la esperanza de que la comunicación no verbal de la que hacíamos gala surtiera efecto y captara lo que le estaba pidiendo.

Por su mirada oscura, su respiración acelerada y el modo en el que observaba mi boca supe que era así. No me pude resistir, quería saber cómo me sentiría si sus labios fueran los que me hicieran suya en lugar de los de Víctor. Y, cuando por fin me envolvieron en su espiral de amor y lujuria, fui incapaz de hacer otra cosa más que dejarme llevar.

Me supo tan bien que se me hizo corto. Lo sentía y quería en todas partes, y eso me gustó y me asustó de igual forma. Por eso decidí frenar, poner fin a aquel contacto que había arrasado con todo lo que había conocido hasta el momento.

No pude hablar cuando dejamos de besarnos, porque no había nada que añadir, o por lo menos yo lo sentí así. Todo sobraba, excepto el instante tan maravilloso que habíamos compartido. Ese sería solo nuestro y de nadie más.

Ese beso había sido la culminación del cariño que sentíamos el uno por el otro y, como Rafa apuntó una vez, éramos jóvenes, estábamos sanos y era lógico que nuestros cuerpos sintieran deseo. Pero no iba más allá de eso, un momento puntual en el que ambos nos habíamos dejado llevar y no pensaba darle más vueltas.

Si Rafa no sacaba el tema, no sería yo quien lo hiciera y, si me preguntaba al respecto, le diría que fue el final de fiesta de un día perfecto.

Subí en el ascensor pensando en si Víctor iba a notar que había besado a Rafa.

Abrí la puerta suspirando, tratando de mantener la mente fría aunque mi cuerpo estuviera ardiendo, con convicción, dispuesta a dar una excusa perfecta si es que lo notaba. Pero la luz estaba apagada y no había rastro de él en casa. Tal vez así fuera mejor, tendría tiempo de recomponerme y que no notara nada.

Puse la rosa en agua y acaricié mis labios con sus pétalos tratando de rememorar su caricia, aunque fuera imposible.

Rafa besaba con pasión, con entrega, con dulzura, ofreciéndose completamente con una generosidad desbordante. Comparar sus besos con los de Víctor era como comparar un tsunami con una llovizna de primavera.

¡Sí, quiero! Pero contigo noWhere stories live. Discover now