Capítulo 44

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RAFA

—¿De dónde vienes? —le pregunté a Jose, que aparecía abrigo en mano por la puerta.

—Pues de dejar a Dani en la estación del tren. No se encontraba bien, así que la he acercado. —En cuanto lo dijo el corazón se desató en mi pecho. ¿Habría sido por lo que le había soltado en el despacho? ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Sabía que si la ponía al filo del precipicio eso podía suceder, pero no imaginaba que saliera huyendo, que no se enfrentara a mí para decirme lo que pensaba de mi más que evidente proposición—. ¿No quieres saber qué le pasa? —preguntó Jose cuando me di la vuelta para ir a buscar la chaqueta, estaba claro que no pensaba dejar las cosas así. Me detuve en seco. ¿Le habría contado algo de lo que le había dicho a él?—. ¿Qué? —Tenía la mirada fija puesta en mi amigo

—¿Qué le ocurre? —contuve la respiración a la espera de su respuesta.

—Andrea cree que gastroenteritis, antes se fue directa al baño a vomitar, aunque también podría tratarse de un embarazo. Ya sabes, los vómitos son un síntoma y con lo buena que está dudo mucho que Víctor la deje respirar demasiado.

Pensar en ella con Víctor en la cama me enfermaba.

—No seas idiota, no está embarazada —respondí molesto.

Dani no estaba preñada porque la semana anterior había tenido la regla, ella misma me lo había dicho cuando la vi tomarse un ibuprofeno para el dolor. Y dudaba que tuviera gastroenteritis. Esa mañana estaba como una rosa, lo que hizo que me planteara que, tal vez, le había sentado mal lo que le había dicho. No quería ni podía dejarlo así, me importaba demasiado como para pensar que la había jodido tanto.

—¿Y a ti qué te pasa? Estás muy raro. ¿La rusa te ha dado calabazas?

—No es eso, esta vez venía por un fallo del coche. —Jose me miraba incrédulo, otro como Dani. Vale que me lo había ganado, pero es que no me creían ni cuando decía la verdad—. Tengo prisa, no recordaba que tenía una reunión.

—¿A estas horas? Falta media hora para cerrar, ¿no habrás quedado con alguna de tus amigas?

—No, no es con ninguna mujer, es un cliente que no podía acercarse —contesté esquivo sin perder más el tiempo.

Me puse la chaqueta, cerré el PC y salí lo más rápido que pude para llegar antes que el tren a Badalona.

Nada más entrar, golpeé el volante, enfadado. ¿Cómo se me había podido ir tanto la situación de las manos? O mi radar me había fallado o había imaginado más de la cuenta. ¡Joder! ¡No quería perderla! ¡No podía perderla! Pensaba que sentía la misma necesidad que yo, que solo le faltaba un empujón para aceptar la atracción que sentíamos el uno por el otro.

Creía que estaban allí todas las señales, sus sonrisas ladeadas, esas caídas de ojos que me volvían loco, el modo en el que separaba los labios y se dilataban sus pupilas al mirarme. ¿Y el beso? Estaba completamente entregada, llevaba todo el fin de semana dándole vueltas a eso. Quería a Dani en mi cama y pensaba que ella deseaba lo mismo. Conduje como un loco y metí el coche en el parking, no quería perder el tiempo buscando aparcamiento.

Al salir del coche me empapé por completo, caía un aguacero de mil demonios, pero poco importaba si lograba llegar a tiempo.

Corrí hacia la estación porque el tren estaba llegando y quería ser lo primero que ella viera al descender a la vía.

Las puertas se abrieron. A mí me faltaba el aliento, no porque hubiera echado una gran carrera, sino porque ella me lo robaba por completo. Allí estaba, rígida, mirándome de frente, viendo cómo el agua me golpeaba sin piedad.

¡Sí, quiero! Pero contigo noWhere stories live. Discover now