Capítulo 53

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DANI

—No sé qué te ha pasado hoy, pero te juro que no parecías tú —aseveró Víctor llevándose la mano a la frente.

Estaba en la cama, desnuda, mirando al techo con la vista fija en una pequeña araña que había decidido hacer de mi lámpara su nuevo hogar.

—¿Por qué lo dices? —pregunté sin dejar de observar la precisión milimétrica de esas pequeñas patitas tejiendo.

—No sé. Normalmente, no eres tan salvaje, eres mucho más comedida. Y hoy... Creo que incluso me has mordido. —Se tocó el cuello—. Fijo que me has dejado alguna señal, espero poder disimularlas con la camisa.

—¿Y no te ha gustado? —Mi tono era neutro, no quería que Víctor percibiera el malestar que sentía por dentro.

No era por haberme acostado con él. Era mi prometido, se suponía que eso era justo lo que debía estar haciendo con Víctor y no buscándolo fuera de casa. Pero, salvando esa circunstancia, no era ese el motivo de mi malestar, sino otro muy distinto. Estaba usando el sexo como castigo, contra mí, contra Rafa, contra los celos desmedidos que sentía al imaginarlo con alguna de sus amantes, contra las emociones que sentía aplastando mi pecho cuando no debería importarme qué era lo que hacía.

Me había sumido en un caos difícil de explicar y traté de poner orden volcando en Víctor todas mis frustraciones y esperanzas. Como si un polvo de magnitudes épicas fuera a dar solución a todo lo que rondaba en mi cabeza y en mi corazón.

—No digo que no me haya gustado, es que no parecías tú, solo eso.

Me puse de lado y apoyé la cara sobre mi mano derecha para contemplarlo. El pelo despeinado le hacía más atractivo de lo habitual, las pupilas seguían dilatadas y la respiración estaba agitada tratando de recuperar la normalidad.

—¿No crees que está bien innovar? No sé, probar cosas nuevas... El sexo también se puede volver monótono y la mayoría de las parejas dejan de hacerlo o de disfrutar con la persona con quien conviven. Solo quiero encontrar nuevos alicientes para que eso no nos pase. —Me miró como si no comprendiera nada de lo que le decía. ¿Me habría aparecido un cuerno en la frente o algo así?

—¿Me estás diciendo que quieres hacer tríos y cosas de esas?

Casi me atraganto.

—¡No! —exclamé—. Solo digo que a veces un poco de sexo salvaje no está mal y, no sé, darle un poco de morbo a la cosa.

Él sonrió mostrando su dentadura perfecta.

—Ah, ya, como el día de la impresora, cuando follamos por primera vez. ¿No me dirás que eso no tuvo morbo?

Ese no había sido uno de nuestros mejores encuentros, pero bueno, el punto de picante sí que lo había tenido.

—Sí, algo así, no sé.

Él me cogió el rostro para darme un beso suave en los labios.

—Estoy seguro de que esto no es más que los nervios de la boda, cada vez está más cerca y te quedan muchas cosas por decidir. A mí no me hace falta sexo salvaje un jueves por la noche cuando al día siguiente tenemos que madrugar. Te quiero y te voy a seguir queriendo igual, aunque no follemos como conejos. Nosotros ya hemos pasado esa etapa de la relación, llevamos años juntos y tú me complementas mucho más allá del sexo. Y no te ofendas, pero, si no te importa, prefiero el sexo tradicional que no incluye mordiscos o acabar marcado como un cordero. —Me guiñó un ojo, repitió un segundo beso y se marchó al baño a ducharse.

Yo recuperé mi posición original, perdiéndome de nuevo en la pequeña araña, que seguía inagotable.

Qué distintos eran ambos respecto a eso. Si algo tenía claro tras el polvo de hoy, era que Víctor no era Rafa y jamás iba a serlo. Me tapé el rostro con las manos, frustrada y con ganas de llorar. Mi vida sexual era un desastre de dimensiones épicas. Con mi futuro marido debería conformarme con un triste polvo semanal, en fin de semana y que no fuera excesivamente apasionado, y yo necesitaba más. ¿Cómo iba a poder gestionarlo? Y después estaba Rafa... Froté con vigor mis ojos, tratando de que no se me saltaran las lágrimas.

¡Sí, quiero! Pero contigo noDonde viven las historias. Descúbrelo ahora