Capítulo 32

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DANI

La claridad que entraba por la ventana me despertó. Suspiré pensando en lo cómoda que estaba para darme cuenta de que, bajo mi cara, además de un enorme reguero de baba con la que me hubiera podido ahogar, se encontraba un pecho masculino salpicado de vello oscuro.

Levanté la vista con pereza para rendirme ante la evidencia. Estaba tumbada encima de Rafa, quien involuntariamente ejercía de colchón. Mi vestido era un amasijo, que, en algún momento de la noche, se había plegado como un acordeón, enroscándose por completo en mi cintura cual cinturón ancho de cualquier criatura de discoteca en vez de un vestido rojo palabra de honor.

Mis pechos acampaban libremente sobre el torso masculino, al igual que mi pierna, que ataba con avaricia a mi compañero de cama. Él no parecía molesto, más bien a gusto, muy a gusto, casi tanto como yo.

El primer impulso que tuve fue cubrirme, pero sabía que cualquier movimiento lo despertaría. Además, estaba tan bien, me sentía tan cómoda, que caí en la tentación de cerrar los ojos un minuto más, perdiéndome en el modo en el que nuestros cuerpos encajaban como esos colgantes del yin y el yang. Olía tan bien, era tan suave y duro a la vez que, en cuanto Morfeo me llamó, no dudé en largarme con él.

Cuando volví en mí, estaban llamando a la puerta. Mi colchón humano había desaparecido y mi vestido parecía estar en su lugar. Me sentí desorientada. Escuché la puerta abrirse y cerrarse y un «gracias, que pase un buen día» susurrado a modo de despedida.

Me senté tratando de darle sentido a lo sucedido. ¿Habría soñado estar semidesnuda encima de Rafa para volver a quedarme dormida?

Me llevé las manos a la cabeza y palpé la maraña de pelo, que se elevaba como la de la madre de los Simpson; esperaba no haber cometido ninguna locura y tener el pelo azul. Mi pinta debía ser horrible, seguro que estaba hecha un moscorrofio.

Mi compañero de colchón hizo una entrada triunfal con una simple toalla anudada a la cintura y el cuerpo salpicado en ínfimas gotas de agua que me secaron la garganta.

¡Oh, por favor, él parecía el tío buenorro del anuncio de colonia al que todas se querían triscar y yo, la loca de la halitosis mañanera a quien recomiendan un buen enjuague bucal! Sentía el aliento como el de un dragón alcohólico, seguro que si hablaba moría ahogada por mi propio hedor.

—Buenos días, preciosa. ¿Has descansado bien? ¿O te ha salido una polla mientras dormías?

Solo me salió un gruñido. ¿Cómo podía estar bromeando de buena mañana y tan resplandeciente? ¡No era justo! Me tapé la cabeza con el cojín para mascullar:

—Si a ti no te han florecido un par de peras, a mí no tiene por qué haberme salido rabo.

—¿Estás segura? Pareces haber salido del mismísimo infierno, no sé si hablo con Dani o con Satanás.

—A Satanás me lo comí para desayunar. ¿Se puede saber por qué estás tan genial y yo, como si fuera una indigente a quien acabaran de recoger de un callejón?

—Se llama ducha y la tienes justo ahí al lado. Anda, date una mientras sirvo los cafés. He llamado al servicio de habitaciones para que nos trajeran el desayuno.

Me levanté arrastrando los pies sin poder omitir el brillo divertido de su mirada. Entrecerré los ojos al ver cómo me perseguía con las retinas, había algo distinto en ellas.

—¡No lo soñé! ¡Tú me has visto las tetas! —grité acusadora.

—¿Y eso lo sabes porque durmiendo te ha caído un rayo? Aunque, por otra parte, explicaría el aspecto de tu pelo. —Gruñí desafiante, poniendo las manos sobre mis caderas—. Solo te las vi de refilón, lo juro. Además, ¿qué querías que hiciera si casi me ahogas con ellas? Encima que casi muero por un teticidio. —Reconozco que tenía gracia, pero no estaba precisamente de humor—. Te supliqué que me sacaras ese enorme pezón de la boca y tú venga a frotarlo, parecías poseída, insistiendo en que mamara. Me parece que querías darme una sobredosis de leche y ahogarme con ella.

¡Sí, quiero! Pero contigo noWhere stories live. Discover now