Capítulo 66

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DANI

Todos lo saludaron cordialmente mientras un coche hacía sonar el claxon para que nos moviéramos. Terminadas las presentaciones, entramos precipitadamente en el coche para no seguir molestando.

Estaba previsto que Jose y Andrea durmieran en casa de mis tíos y Rafa, en la de mis abuelos. Íbamos a cenar todos juntos en casa, por eso había estado echando una mano a mi madre en la cocina. Papá decidió hacerles un pequeño tour por Gijón mostrándoles todo lo que se veía desde el coche de camino a casa. Cuando llegamos, lo primero que hizo mi padre fue llevarnos a una pequeña sidrería que teníamos al lado del piso.

—Esto es precioso, señor Amo —afirmó Andrea, entusiasmada, mirando el pequeñísimo local repleto de gente.

—No me llames así, mujer, que me da la sensación de que soy un viejo con un látigo en la mano y vestido de cuero. —La sidra se me fue por otro lado y empecé a toser. Por suerte, se me pasó rápido—. Sé que es mi apellido, pero es un tanto peculiar y lo de señor lo dejamos para otros, que me hace sentir mayor.

La pobre lo miró espantada. Era lógico, no conocía el humor de mi padre.

—¡No es para nada mayor! No quise decir eso —exclamó Andrea.

—Pues, si no quieres que me sienta un viejo decrépito, tutéame, por favor. —Andrea tenía las mejillas sonrojadas, no estaba segura de sí por el comentario de mi padre o por el atractivo de este. No era amor de hija, mi querido progenitor estaba de muy buen ver y solo se llevaba ocho años con Rafa, así que era normal que mi amiga pudiera encontrarle guapo. El color moreno de su piel y sus cuarenta y tres muy bien puestos, levantaban suspiros entre la población femenina. Llevaba una camisa de cuadros que le sentaba como un guante y mostraba aquellos poderosos antebrazos curtidos por la mar.

—Esta noche cenaremos en mi casa —anunció pidiendo una segunda ronda de sidras para todos—. Y después os acerco a vuestros alojamientos, donde estaréis mucho mejor que en un hotel.

—Eso no lo dudamos, Juan —comentó Jose, a quien no le costó nada llamarlo por su nombre.

—Mi padre ha pescado la cena de esta noche, así que comeréis auténtico pescado del Cantábrico, y mi madre lleva toda la tarde cocinando. Espero que vengáis con hambre.

—Brindemos por ello. —Rafa levantó la copa y todos lo seguimos—. Por Gijón, sus mares, su cocina, su hospitalidad y nuestros anfitriones. Salud.

Chocamos las copas y bebimos. No pude evitar quedarme perdida en sus ojos mientras él me amarraba a ellos dedicándome una tímida sonrisa, que mi pecho absorbió sediento. Lo había echado tanto de menos.

Pasados unos minutos, mi padre me pidió que saliéramos un momento. Mis amigos ni se percataron, estaban enfrascados en una de nuestras maratones de chistes que tanto nos gustaban.

Salí sonriente y frotándome los brazos.

—¿Qué ocurre, papá? ¿Todo bien? —Me extrañaba que me hubiera sacado del local.

—Ese hombre está enamorado de ti. Lo sabes, ¿verdad?

Perpleja es poco, acababa de quedarme a cuadros.

—¿C-cómo dices? ¿A qué hombre te refieres?

—Daniela, no te hagas la tonta, a ese tal Rafa. Hija, ¿no has visto cómo te mira? Parece un cordero a punto de ser llevado al matadero.

—Te confundes —lo excusé con rapidez—. Rafa no me quiere, solo somos muy amigos y desde hace unos meses. Puede que lo que ves en su mirada es que hace poco lo ha dejado con su mujer.

¡Sí, quiero! Pero contigo noWhere stories live. Discover now