Epílogo

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Transcurrieron trece años luego del nefasto suceso producido por El Efecto Triángulo. Evan y Amanda ahora vivían en Londres; donde él, tenía nuevas oportunidades como escritor. Su libro titulado: "Las Seis Puntas"; el cual escribió seis años después de los eventos en el Vaticano, ya era un éxito editorial. Ambos se encontraban arreglándose para asistir a un evento dedicado a la Nueva Era del mundo en el emblemático Museo Moderno de Londres.

—¡Papá, que elegante te ves! —exclamó una jovencita, aproximándose a él.

Ella era su hija: Samanta. Una chica de 12 años, de cabello negro y ojos azules.

—Gracias, Sam... ¡Por favor dime que tu mamá está lista!

—Aún no... —dijo, riéndose.

Ve a decirle que se apresure, ya estamos sobre la hora.

—Sí, papá.

Evan se arregló su corbatín y caminó hacia una alcoba que utilizaba como oficina. A pesar de que todo había culminado muchos años atrás, aquel lugar detrás del Triángulo aún existía; pero solo Evan era el único en todo el mundo que podía ver a través de este. Se había convertido en un guardián vivo del portal.

En este lugar se hallaba una recámara oculta, donde mantenía todos sus libros e información útil. Adentro, también reposaba una estructura triangular, que ahora se activaba solo cuando él lo quería. Ahí, observó a aquel funesto demonio, contemplándolo fijamente.

¿Crees que este es un juego, Evan? Algún día saldré de aquí y todo será mucho peor.

—No, si yo puedo evitarlo.

Considéralo, Evan. Podemos hacer grandes cosas.

—Ya he hecho grandes cosas, Bahamad; y no fueron gracias a ti.

Bahamad se convirtió en una terrible y colosal criatura, y se dirigió velozmente hacia el Triángulo.

Libérame... ¡AHORA!

—Ya estás en el lugar que mereces...

Evan desactivó el Triángulo. De pronto, Amanda salió de su habitación y comenzó a llamarlo. Él se apresuró y salió de su oficina.

—¿Qué hacías, Evan? ¿Trabando justo en este momento?

—No, solo estaba ordenando algunas cosas.

Ella se aproximó a él y lo besó.

—¿Nos vamos? —dijo Samanta.

—Ha hablado la dueña de este hogar —dijo Evan.

—¡Y de sus corazones! —exclamó Samanta, formando un corazón con sus dedos.

Los tres salieron del Apartamento para ir al evento, riendo y conversando.

...

Amanda y Evan comenzaron a recorrer el museo, contemplando algunos objetos antiguos que reposaban en pedestales, mientras Samanta visitaba la sala de esculturas. Luego, ella observó algo que llamó su atención.

—Querido...

—¿Sí?

Evan se aproximó y contempló adentro de uno de los pedestales, tres hermosos Dijes de distintos colores, acompañados con un par de otros artilugios. Uno de ellos estaba quebrantado. Al lado del pedestal se desplegaba una pantalla holográfica con la leyenda de cada uno de estos.

—La Gema del Sol, El Cristo Enaltecido y el Dije del Inframundo. Representan a la Luz, la Eternidad y el Infierno —dijo Amanda.

—Interesante... Sigamos caminando, hay mucho más para ver —dijo Evan, retirándose; pero Amanda rápidamente lo tomó del brazo.

—Hay algo que me inquieta.

—¿Qué?

—La leyenda del Dije del Inframundo, dice que este guarda un pequeño infierno en su interior, y el Regente de ese lugar se llama Bahamad.

Evan se aproximó a leer y luego retrocedió, colisionando con un mesero que trasladaba varias copas de champagne; provocando que todas cayeran al suelo.

—¡Lo siento, fue mi culpa! —exclamó Evan, ayudándolo a levantar todo.

—No se preocupe señor, yo me encargo —dijo el mesero.

De pronto, la directora del Museo Moderno de Londres apareció y se aproximó a él.

—Usted debe ser Evan Houston, el escritor. Me presento: yo soy Aurore McCarthy, la directora del Museo.

—Hola. Disculpe lo que sucedió con...

—Descuide. No tiene idea de cuantas veces ocurren este tipo de cosas.

—Agradezco su gentileza. Y también por solo catalogarme como un escritor.

—Eso es lo que es, ¿o no? Aparte de un excelente psicólogo, tengo entendido.

—Por supuesto. Pero algunos continúan denominándome de otra manera.

—A veces, logramos hacer muchas cosas buenas para el mundo, señor Houston; pero no por eso, dejamos de ser solo seres humanos.

—Es un placer conocerla personalmente —dijo Amanda, aproximándose.

—Ella es mi esposa, señora Aurore.

—El placer es mío. Pueden decirme solo Aurore. Espero continúen disfrutando de su visita. El evento comenzará en unos minutos.

—Disculpe..., esos tres Dijes, ¿qué significan? —preguntó Amanda.

—Son artilugios excepcionales. Serían letales si cayeran en manos equivocadas. No se imaginan cuántas cosas oculta nuestro mundo.

—Supongo que muchas... —dijo Evan.

Ella se retiró, mostrando una sutil sonrisa.

—¿Crees que sea casualidad? —preguntó Amanda.

—No, Amanda. Las casualidades no existen. Todo tiene un propósito.

Todos los eventos ocurridos, provocaron un cambio positivo y aceptable en el mundo. En las ciudades más emblemáticas, se instauraron monumentos triangulares de mármol, en conmemoración a los seres que habitaban en el más allá. La colosal estructura que ahora reposaba sobre la Plaza de San Pedro, era visitada por millones de personas. Ella, representaba la vida y la muerte.

El Efecto Triángulo es considerado como un portal que permite ver el mundo de los difuntos en todo su esplendor; pero solo si la persona que logra vislumbrarlo, ha tenido algún contacto repentino con la muerte. Puedes intentar mirar a través de él, o tal vez, decidas continuar con tu vida sin padecer un maldito suplicio. Solo te advierto..., El Efecto Triángulo es real; y los difuntos siempre te observan, sin que logres darte cuenta.

DamiánA. Black

 Black

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El Efecto TriánguloWhere stories live. Discover now