Residuos del Infierno

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Evan se hallaba aun dormido. Estaba recluido en una Clínica de la Ciudad del Vaticano. Amanda aguardaba en el lado derecho de su cama, sujetando su mano.

—No entiendo por qué no despierta aún —dijo ella—. Cuando lo trasladaron abrió sus ojos y habló.

—Debemos mantener la calma, Amanda —dijo su madre, quién aguardaba sentada en un sillón amplio.

De pronto, Evan comenzó a abrir sus ojos.

—¡Está despertando! —exclamó Amanda, con mucha emoción.

Elena Allen se aproximó a la cama.

—¿Mamá?

—Sí, hijo. Mamá está aquí —dijo, sollozando—. Tu papá también vino, pero fue por café.

Evan intentó inclinarse.

—Yo te ayudo... —dijo ella.

—Pensé que no querías volver a verme —dijo Evan.

—Te debo una disculpa —expresó Elena.

—¿Qué fue lo que ocurrió? —preguntó Evan.

—En realidad es confuso, Evan.

—Me acuchillaste con la Lanza.

—Suena horrible si lo dices de esa manera.

Él sonrió.

—Es bueno verte reír.

—El mundo regresó a la normalidad por lo que veo.

—...mmm..., no del todo. Muchas personas murieron, Evan. El caos fue a nivel mundial. Aparte de eso, los difuntos quedaron tendidos en las calles.

—¿Y Bahamad?

—Por favor no menciones su nombre.

—Solo quiero saber qué ocurrió.

—Ok, te contaré.

...

En cuanto la Daga penetró en el pecho de Evan, Bahamad tomó a Amanda del cuello.

Eres una maldita. ¡Pagarás por lo que has hecho!

El cuerpo de Evan se cubrió con sangre, y está comenzó a impregnar toda la galería. Bahamad soltó a Amanda y ella aprovechó la oportunidad para correr a un extremo de este lugar. Luego, el demonio retrocedió, evitando que la sangre lo tocara. Las luminarias del lugar parpadeaban sin parar, y muchos objetos levitaban.

¡DETENTE, TE LO ADVIERTO!

Bahamad levantó su mano para intentar hacerle daño, pero nada sucedió.

¡ESTO NO DEBERÍA PASAR! YO SOY BAHAMAD, EL DIOS DEL SEXTO INFIERNO.

En cuanto la sangre tocó las pesuñas de Bahamad, comenzó a cubrirlo. Esto le provocaba un inclemente dolor. Él se arrodilló y gritó con tanta fuerza que toda la Basílica se empezó a quebrantar.

¡NO ES EL FIN!

Así, la sangre envolvió a Bahamad, y esta lo consumió completamente. La metrópolis en el cielo empezó a desmoronarse. Los fragmentos caían hacia la tierra, como meteoritos.

Amanda corrió en dirección a Evan, pero su humanidad continuaba emanando cantidades colosales de sangre. Segundos después, el templo se dividió en dos y lentamente comenzó a derrumbarse.

—EVAN, VAMOS A MORIR AQUÍ. ¡POR FAVOR, YA BASTA!

Amanda lo abrazó, cubriéndose también con esta sangre. Luego, todo desapareció, provocando un colapso en Roma. Los habitantes huían despavoridos. Era como si un seísmo estaba acabando con el País entero. Muchos observaban cómo aquel enorme y fastuoso lugar se había convertido en solo restos de piedra. Era un escenario totalmente perturbador.

El Efecto TriánguloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora