Regresión

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Evans Huston era un joven de 17 años, de cabello rubio, ojos azules, y caucásico. Portaba un suéter de color rojo oscuro con capuchón, pantalones negros y botas deportivas. Se hallaba con su madre en el Consultorio del Psicólogo: Albert Connor; un hombre de 52 años, de baja estatura, cabello castaño y ojos verdes. Portaba un flamante traje negro con un corbatín de color rojo. Él era un hombre reconocido, gracias a sus tratamientos exitosos con regresiones.

El joven no superaba aún todo lo que había presenciado desde la muerte de su abuelo; por esto, sus padres pensaban que algo andaba mal en él; por su comportamiento extraño.

—Doctor; estoy preocupada por él. Evan era un niño muy alegre; pero... —dijo Elena Allen, mientras observaba a su hijo, con gestos de angustia. Ella era una mujer de cabello oscuro, ojos azules, y caucásica. Portaba un abrigo de color azul oscuro, pantalones negros y botas para la nieve.

—¿Desde cuándo tiene esta conducta? —preguntó Albert.

—Desde que murió su abuelo; hace 9 años.

—Es mucho tiempo. ¿Lo ha llevado a otras terapias?

—Sí; pero nada ha funcionado.

—¿Cómo están sus calificaciones?

—Eso no ha cambiado. Sus calificaciones son excelentes, pero no tiene amigos. No socializa con nadie. Me preocupa, porque dentro de un año entrará a la Universidad.

—Cuéntame, Evan... ¿ya te aceptaron en alguna Universidad?

—Sí...

—¡Eso es maravilloso! ¿En cuál?

—En Concordia.

—¿Qué estudiarás?

—Psicología.

—Excelente elección. Seremos colegas en un futuro. Aparte de eso me parece una buena oportunidad para conocer amigos muy calificados.

Evan no contestó. El Doctor Connor se levantó, colocó su libreta de notas sobre el escritorio y se apoyó en este, viendo fijamente a Evan.

—Necesito que nos deje a solas, Señora Allen.

—Desde luego.

Elena se retiró, observando a Evan antes de cerrar la puerta.

—Bien, Evan. Ahora estamos solos.

—¿Eso cambiará algo?

—Espero que así sea. Quiero que sepas, que mi ética no me permite divulgar nada de lo que suceda aquí adentro. Es algo que se queda para siempre entre Paciente y Especialista.

Evan respiró profundamente y miró hacia una ventana a su diestra.

—Puedes confiar en mí, Evan. Nadie merece el sufrimiento solo por guardar un secreto.

—Usted no sabe nada —dijo Evan, riendo irónicamente.

—Créeme, lo sé —dijo, acercándose a él—. Si tú no me lo dices..., yo lo descubriré.

—¿Cómo?

El Doctor Connor sonrió y retrocedió.

—¿Has escuchado hablar sobre la regresión?

—Sí, mi madre lo mencionó. Conversaba con mi padre mientras tomaba el desayuno y trataba de comunicarse con su Consultorio.

—Eres muy listo. Y admito que muy maduro para tu edad.

—Hay cosas que me hicieron ver la vida como realmente es.

—¿Y cómo es, según tú?

—Escúcheme, Doctor; ya he pasado por esto antes, y créame...

El Efecto TriánguloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora