Jimin es un omega mimado que siempre obtiene lo que quiere. Amante del rosa, las fresas y alardear de cada uno de los lujos que sus padres le ofrecen sin inhibiciones.
No obstante, llega un día en el que con su familia tiene que acudir a un sitio do...
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Jimin se encontraba sufriendo una extraña mezcla de emociones.
En ese momento exacto se encontraba dentro de una pequeña tiendita, con la idea de comprar comida envasada y comerla, sólo así, sin la preparación y supervisión de los chefs que trabajaban en su casa.
—No es buena idea —susurró lo suficientemente alto para que su acompañante le escuchara.
Y ese era otro detalle que el omega estaba tratando de asimilar de la mejor forma posible. ¿Cómo pudo aceptar la ayuda de aquel alfa? No le conocía, no sabía sus verdaderas intenciones, pero Jimin quería creer que había sido sincero cuando le ofreció ayuda. Sin embargo, mantendría la guardia alta.
—No me sorprende que ya te estés arrepintiendo —comentó Yoongi, provocando que el omega le mirara.
El alfa estaba de pie a su lado, con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión neutra, aunque la mirada estaba brillando en diversión y un pequeño toque de burla que hizo a Jimin bufar.
—No es eso —negó el menor, mientras miraba a su alrededor sin saber qué hacer.
Yoongi le observó. —¿Entonces qué es?
—No sé qué comprar aquí —arrugó la nariz en señal de disgusto—. Nunca había estado en una tiendita como esta, así que no trates de hacer chistes malos y ten en cuenta mi estilo de vida.
—¡Hey! Mis chistes no son malos —se quejó el mayor—. Y por supuesto que entiendo que un omega riquillo y consentido como tú no tiene desarrollado un gusto propio para poder elegir por sí mismo lo que desea comer —sonrió encantador—. Te apuesto que tienes un grupo completo de trabajadores, quienes desempeñan la ardua tarea de escoger tus alimentos durante cada día.
Jimin sintió como sus mejillas se calentaban y estaba seguro que también se habían puesto rojas. Jamás admitiría que todo lo que aquel alfa había dicho era cierto porque no tenía la obligación de hacerlo, y porque también le resultó vergonzoso ser tan obvio.
Pasó por un lado del alfa molesto y caminó por los espacios donde mucha comida se mostraba. Hizo una mueca porque no reconocía nada de lo que veía, ni marcas, ni sabores. Le parecía estar en un mundo completamente diferente donde toda su comida favorita había desaparecido para dar lugar a lo que tenía frente a sus ojos.
En ese momento su estómago rugió y Jimin quiso llorar de la frustración al no saber qué hacer, llevándole a la conclusión de que lo mejor sería salir de allí y buscar la manera de llegar hasta su casa. No podía ser tan difícil.
Sin embargo, todos esos pensamientos que estuvo teniendo desaparecieron cuando una mano fuerte tomó una de las suyas en un toque firme, pero acompañado de inseguridad y hasta un poco de timidez.
