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Martirio

Hela

Dos semanas antes

— ¿Ya hablarás? — Me toma del mentón con brusquedad y le escupo en el rostro manchándolo con mi propia sangre. El Coronel me ha estado golpeando hasta el cansancio y aún así saco fuerzas para hacerlo sacar de quicio.

Él me fulmina con la mirada sacando un pañuelo para limpiarse la sangre del rostro. Suelta un gran suspiro cuando me suelta con brusquedad, se endereza sacando una navaja de su bolsillo.

— ¿Piensas matarme? — Preguntó con burla tratando de mantenerme consciente.

— No, eso arruinaría mi carrera, así que por el momento estarás a salvo — Me aparta el cabello del rostro y frunzo el ceño cuando me alza el mentón.

— Ni se te ocurra marcarme, no soy una de tus presas — Le gruño y él sonríe con diversión pasando la punta de la navaja por mi rostro.

— No tenía pensado marcarte a ti, de hecho el que tenía en mente era a tu hermano — Intento apartar el rostro, pero él me sujeta con fuerza evitando que me mueva — Eres la mujer que esperaba tener en mi poder ¿Sabes cuantos quieren doblegarte? Y no sabes que honor me haces al darme el primer lugar cuando te entregaste a nosotros por voluntad propia.

— Mi plan era distinto, jamás fue entregarme a ustedes — Aumenta la presión en mi mandíbula hasta el punto en el que me hace presionar los dientes.

— El plan que fuera — Se acerca tanto a mi rostro que su aliento choca contra mis labios — Ahora estas bajo mi poder y voy a marcarte como mi presa porque eso solo es una victoria más en mi lista y una de las mayores porque nadie logró capturarte hasta ahora — Su mirada recorre cada parte de mi rostro, pero se queda admirando mis mejillas y pasa sus nudillos por mi mejilla izquierda, frunzo el ceño tensando todo mi cuerpo sintiéndome asqueada porque sé bien que eso le provoca tanto placer, era tan enfermo como su padre.

— Suéltame — Digo entre dientes y me quejo de dolor cuando hunde aún más sus dedos en la piel.

— Es una lástima que esta hermosa piel, esté hermoso rostro vaya a portar una marca, pero me excita la idea de que soy yo quien lo hará, portarás una marca de los Lombardi.

«Maldito enfermo»

Acerca la navaja nuevamente y clava la punta en mi pómulo haciéndome gruñir de dolor, baja la navaja cada vez más hasta hacerme gritar al no soportar aún más el dolor. Siento el sudor recorrerme la frente y la espalda, trato de mover las manos, pero estas no se mueven ni un poco por los grilletes que rodean mis muñecas. Saca la navaja cuando esté llega a mi quijada, siento como la sangre se desliza poco a poco por mi mejilla y noto la dilatación de sus ojos al ver la sangre.

— Te sienta el rojo — Sonríe — Hasta creo que tu belleza aumentará con esa cicatriz — Me suelta con brusquedad haciéndome jadear.

Mi cabello hace una cortina frente a mi cubriendo mi rostro, estoy exhausta y aún así me prohíbo cerrar los ojos a pesar de que veo cómo caen gotas de sangre al suelo haciendo que mi estomago se encoja y la idea de que ahora estaba marcada, me daba náuseas, ya ni siquiera me salían las lágrimas porque me sentía seca de tanto llorar.

Estaba llegando a mi límite, no sé cuanto más pueda aguantar esto ya que han pasado meses de torturas, meses en donde el Coronel me ha humillado y golpeado. Me siento débil, el cuerpo se siente entumecido por estar siempre en la misma posición y hasta las piernas me hormiguean, pero cuando llega el Coronel... todo me duele, todo me punza y ahora... tengo hasta la mejilla sangrando por la marca que me ha hecho.

Amor Imposible Where stories live. Discover now