34| Baile de invierno improvisado

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Maratón 2/2


Al día siguiente, él mismo me ayudó a enviarle el correo a Stephen.

No podía con la emoción.

Voy a estudiar diseño de modas, en otra ciudad y con mi mejor amiga.

Nunca pensé que podría llegar a ser genuinamente feliz y... heme aquí.

Cosas tan sencillas como emocionarme por el baile de invierno, esperar con ansias para ir a casa de mi tía Lisa para comer galletas recién horneadas, salir los domingos a pasear a Charlie y Clifford con mi novio y su hermana... Me hacen pensar que no solo estoy viviendo mi vida, estoy disfrutándola.

Y no puedo pensar en eso sin que se me dibuje una sonrisa en el rostro.

Así de rápido como llegó el invierno nos dijo adiós.

Y el único recuerdo relevante que tengo de este es como el baile de invierno fue cancelado por una tormenta de nieve.

Y como eso no impido que el loco y demente de Winston hiciera algo... locamente demente.

Con la nieve, no fue posible que mamá volviera a casa, aunque la casa de mi tía Lisa estuviera relativamente cerca, las autoridades advirtieron que era peligroso conducir.

Ya resignada a perderme una de las experiencias de mi último año de instituto que más me hacía ilusión, me acomodé en el sofá para buscar algo que ver en la televisión.

Clifford, muy ajeno a mi desilusión, roncaba muy desahogado en la alfombra.

Conformándome con ver una serie policíaca, mi celular sonó.

Ya era tarde, pero al ver su nombre en la pantallita no me sorprendí mucho.

—Tulipán, no quiero interrumpir tu escenario ficticio de actriz famosa con vacío emocional, pero ¿podrías salir a la puerta?

Ni siquiera me dejó saludarlo, pero con la curiosidad de saber que estaba tramando, ni siquiera me molesté en ponerme las pantuflas para ocultar mis calcetines impares.

—¿Y qué se supone que debo...? —Al abrir la puerta casi me da un infarto.

Apenas colgué, lo tomé del brazo para que entrara a la seguridad de mi hogar.

Regañarlo en persona iba a ser mucho mejor.

—¡¿Se puede saber que rayos haces aquí?! ¡¿Cómo se te ocurre conducir hasta aquí?! ¡Pudiste tener un accidente!

Él sonríe tímidamente cuando se quita la chamarra térmica y la cuelga en el perchero.

—En realidad, vine aquí caminando. Así que no tienes que preocuparte por...

—¡Peor aún! ¡Que tal que te da hipotermia o no sé! Y solo para... Porque... Un segundo, ¿qué haces aquí?

El castaño se ha ido a la cocina por una servilleta para limpiar sus lentes y yo lo sigo de cerca esperando una explicación.

—No podía dejar que te perdieras del baile de invierno. Vine aquí pensando que... tal vez podemos... bailar, tú eliges la canción —Se los vuelve a colocar y me mira directamente—. Es que... vamos a ir a visitar a la abuela unos días y no voy a estar para fin de año. No podía irme sabiendo que pude pasar más tiempo contigo.

—Déjame ver si entendí, caminaste veinte minutos entre la nieve a menos doce grados en medio de la noche para venir a verme... porque ¿vas a extrañarme?

El castaño asiente temiendo por mi reacción.

Y aunque en un principio estaba molesta de semejante locura, no puedo negar que tiene razón. No volveremos a vernos hasta la segunda semana de enero.

Tulipanes para GinaWhere stories live. Discover now