10| Los sentimientos reprimidos colapsan

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Ya han pasado unos cuantos días desde que Winston y yo acordamos el lugar y la hora de la tutoría por segunda vez.

Decidimos que fuera donde mismo.

Y en todo el día no he podido dejar de pensar en eso, estoy muy nerviosa y ni siquiera sé por qué.

Espero que el hecho de que siempre que Edson me ayudaba con mi tarea terminaba llorando no influya mucho, nadie me ha ayudado en mis tareas desde hace mucho tiempo.

No estoy acostumbrada.

Se supone que quedamos a las seis, pero decido irme antes para pasar por mi casa y ver a Clifford.

Me despido de mi madre con un beso y salgo de casa.

El camino no es ni corto ni largo, pero las calles están muy tranquilas, lo que me hace disfrutarlo.

Hasta que paso frente a la casa del señor Henderson. Que para mi mala suerte, se encontraba en su silla mecedora en el pórtico.

—¡Oye, tú! Ven aquí —Me hace una seña con la mano.

Me abstengo de poner los ojos en blanco y me acerco en contra de mi voluntad.

—Ya van pasando los meses y sigues sin completar lo que me debes —dice acusatoriamente.

—Lo sé, señor Henderson. Lo que pasa es que han pasado muchas cosas y no pude trabajar la semana pasada, pero todavía pienso pagarle. Esperaba que me diera algo más de tiempo porque mi mamá ha gastado mucho dinero en el funeral y me gustaría ayudarla.

Él asiente.

—Aguarda, ¿el funeral de quién?

Oh, no lo sabía.

—De mi abuela Julia, señor Henderson.

El anciano entreabre los labios, es la primera vez que lo veo con otra expresión que no sea una amargada.

—¿Julia Vansett era tu abuela?

Asiento una vez.

—Mi más sentido pésame, ella era mi amiga.

Pues claro, si mi abuela era amiga de todo el mundo.

Al final me deja irme, asegurándome que me tarde todo lo que quiera pero sin pasar de este verano.

Bueno, al menos hoy no me gritó.

Al llegar a casa, me aseguro al asomarme por la ventana que no haya nadie, pero la ausencia del auto de mi padre ya me lo ha indicado. Solo espero que Michael siga volviendo tarde como siempre.

La puerta ni siquiera tiene seguro, que confianza.

Supongo que no ha de preocuparles, no hay nada interesante que se puedan robar a excepción de la televisión.

Y no es como si Clifford fuera a combatir a los ladrones, está chiquito.

Hablando de este, escucho el ruido de sus patitas corriendo hacia mí. Instintivamente me pongo en cuclillas para darle un abrazo y muchos mimos por un rato.

Me hace tanta falta.

Como he decidido llevarlo conmigo, debería ir por su correa.

Pero no llego a ponerme de pie, pues al intentarlo alguien abre la puerta golpeándome y haciéndome caer casi de cara contra el suelo.

Suelto un quejido.

—Ups, perdón —dice mi hermano.

Lo veo como si le hubiesen salido otro par de ojos cuando me ayuda a levantarme.

Tulipanes para GinaWhere stories live. Discover now