29 | Clifford fugitivo

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¿Por qué los exámenes tienen que llegar tan pronto?

Creo que no fue mi más brillante idea confiar en que podía hacer el vestido final para la obra en un día y medio.

Pero en mi defensa, tenía que estudiar para los exámenes con Darla, y tenía que limpiar el desastre en que mi habitación se convirtió, gracias a que mi dulce novio se ofreció a poner estantes movedizos para mis plantas en mi habitación.

Aprecio el gesto, eso solo que tuvimos que mover el escritorio, y en el proceso se me ocurrió desechar todos los papeles y documentos que no necesitaba.

Eso me llevó mucho tiempo.

Además, tenía que hacer muchas otras cosas, como todas las personas normales.

Y dormir. Tenía que dormir si no quería terminar vuelta loca.

Por esas y más razones que se me vienen a la cabeza, como culpar al universo de mis desgracias, iba llegando tarde a mi tercera clase.

Darla ya estaba ahí guardándome un sitio. Por suerte, el examen no comenzaba hasta después del almuerzo.

O al menos así tenía pensado.

—Pero ¿quieres vomitar o nada más te duele? —pregunto alarmada.

La pelinegra niega con la cabeza mientras presiona su estómago.

—No quiero vomitar, al menos ya no.

—No contesta —nos interrumpe la enfermera del instituto— ¿Hay alguien más a quien llamar?

Por segunda vez, ella niega.

—No puedo dejarte ir por tu cuenta, lo mejor será que te recuestes hasta que pase o tu hermano venga por ti.

—No va a venir, está ocupado con su queridísima prometida.

—Darla necesitas ir al hospital. Será mejor que llamemos a mi madre, o a quien sea. Puede ser grave.

—¿Crees que dejaría de trabajar por venir por mí? —pregunta.

—Hoy no fue a trabajar, pero si hubiese ido, no dudes que aun así vendría —le aseguro antes de ir a decírselo a la enfermera.

Una vez que la llamada está hecha y mamá viene en camino, la señora nos deja en la enfermería con el pase en un papelito color rosa.

—Gracias por llamarla—me dice la pelinegra cuando mamá entra.

—Por supuesto. Siempre que lo necesites.

—Cariño, ¿Qué te duele? ¿Comiste algo? ¿Eres alérgica a algo? ¿Una medicina?

Me causa algo de gracia que por primera vez, el interrogatorio no es para mí.

Tristemente, no puedo acompañarlas, sigo teniendo examen y ya voy retrasada.

Me despido de ellas y camino lo más rápido que puedo hasta mi clase.

Después de varias horas de dudas y estrés, mis oídos son bendecidos por el timbre que indica nuestra salida.

La multitud de alumnos me atrapa por distraerme con el celular.

Winston me está esperando afuera, pero tengo un mensaje de mi madre, diciendo que llegué a casa lo antes posible.

Lo leo en voz alta y luego de pedírselo, el castaño me obedece y no conduce como una tortuga por esta vez.

Me temo lo peor cuando veo que la puerta principal está abierta.

Siendo seguida de cerca por él, entramos a casa. Pero antes de que otra cosa suceda, mamá me intercepta en el camino.

—Gina, primero que nada, quiero que te tranquilices.

Tulipanes para GinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora