25| Despedida y despeinada

138 16 35
                                    

Winston recoge las mesas mientras yo me apresuro a limpiar el mostrador.

Tenemos planeado pedirle a Vienna que nos deje salir un poco antes, pues hoy ha regresado Bianca.

Y la verdad tengo muchas ganas de verla.

Nos ha avisado que está en casa de Toby y vendrá a saludar en un momento para irnos juntos.

Estoy guardando mi delantal cuando alcanzo a escuchar que nuestra jefa nos llama.

—Necesito hablar con ustedes, ¿se quedan un momento antes de salir?

—Vienna hoy no podemos —responde Winston.

—No tardará mucho —insiste no muy expresiva.

En eso, veo a la pelinegra por la puerta de cristal.

—Entonces déjanos hablar con ella solo un segundo —señalo.

—Vale, pero que sea rápido.

Cuando se ha encerrado en su oficina, Bianca lo toma como señal para abalanzarse contra nosotros.

Un cálido abrazo de tres no dura demasiado.

—Te echamos de menos, Bi.

Ella asiente distraídamente y toma nuestras manos.

—Oh por dios, los dejé amigos y los encontré enamorados. Que bonito es todo, siempre lo supe.

—Dije que te echamos de menos —puntualiza el castaño.

—Vamos, Winston. Ustedes son la novedad. Cuando me vaya a la universidad sacas tu lado sentimental.

—¿No es eso su personalidad entera? —bromeo yo.

—Soy un chico sensible, ya. No tiene nada de malo, es como mi mejor virtud.

—Si no lloras cuando me vaya, me sentiré ofendida.

—Entonces... ¿Has elegido irte? —pregunto ya no tan emocionada.

Me alegraré demasiado por lo que decida, pero Caleb también va a irse. Y Toby está por confirmarlo.

Me he acostumbrado tanto a ellos.

—Todavía no es momento de llorar, Gina. Tenemos que celebrar el fin del verano.

—No veo motivo para celebrar.

—Oh, tulipán. No se necesita un motivo para celebrar, simplemente lo haces.

La pelinegra se lleva una mano a la boca.

—Basta, incluso tienen apodos cariñosos, me va a dar diabetes.

La veo un tanto extrañada.

—No me veas así, parece que fue hace una eternidad cuando ni siquiera se soportaban —añade dramáticamente.

—Pero si eso era fingido —exclama el castaño.

—No, la verdad yo si no te soportaba.

—¿Disculpa?

—Admítelo, eres un tanto molesto.

—Solo si tú admites que así me amas.

Antes de que pueda responderle, Bianca nos separa un poco con ambas manos.

—Muy lindo y todo, pero mejor volvamos a centrarnos en mí —se queja haciéndonos reír—. Vale, habrá una fiesta en mi casa el sábado. Y es de disfraces. Si no se disfrazan, no entran —lo último lo dice tan seria que intimida.

—¿Este sábado? Pero...

—Chicos, yo no tengo todo el día —sale Vienna a interrumpirnos.

Tulipanes para GinaWhere stories live. Discover now