04| Confesiones con respuestas confusas

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Luchar con tu propia mente cada día es agotador

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Luchar con tu propia mente cada día es agotador.

No puedo controlar la sensación de inseguridad que hay en mí. Siento que llegó para quedarse. Y la odio porque me lastima.

Los pensamientos y preocupaciones irracionales me han hecho mucho daño. Y a veces me arrepiento de las decisiones que he tomado por su culpa.

Desde pequeña he tenido esa incertidumbre, miedo a algo desconocido. Y los «no te preocupes» de mi madre no lograban tranquilizarme.

Los gritos me ponen muy nerviosa. Y las escenas de golpes me sientan como una patada en el estómago.

Siempre fui responsable en el colegio. Me daba satisfacción ver mi rostro en el cuadro de honor cada bimestre. Lo curioso es que ahora, no puedo ver fotos mías de pequeña sin llorar.

Traumas.

Llegando del colegio, quería hacer las tareas incluso antes de comer. Y puedo asegurar que mi madre odiaba que me encargaran proyectos.

Recuerdo con claridad que cuando tenía once años, teníamos que llevar material para hacer el experimento del volcán con bicarbonato de sodio. Y yo no encontré colorante rojo.

Mi mundo se vino abajo.

No iba a poder hacerlo, el profesor iba a molestarse conmigo y me tacharía de mala alumna. Iba a expulsarme del colegio y terminaría mendigando por las calles. Eso fue lo que pensé.

Miedos irracionales.

Creo que ese fue mi primer ataque de pánico. O al menos eso dijo Quin, la amiga de mi madre, que en aquel momento estudiaba psicología.

Hoy en día ya es psicóloga egresada y me ha dado la ayuda necesaria para afrontar el día a día.

Y es que padecer trastorno de ansiedad generalizada a los dieciséis años te hace la vida más complicada.

Ella se esforzó por investigar un evento traumático que haya dado raíz a esto, y al parecer toda mi infancia lo fue. Por qué desde pequeña sufrí a causa de la mala relación de mis padres. Siempre los veía preocupados por no tener el dinero suficiente para llegar a fin de mes.

Y creo que eso tuvo algo que ver con mi constante necesidad de estabilidad. La cual por mucho tiempo, no existió.

Por suerte, he trabajado lo suficiente para dejar de preocuparme en exceso por ciertas cosas, por ejemplo el instituto.

Estoy acostumbrada a huir del conflicto.

Pero esta vez no.

Como si tuviésemos doce años, Valerie y Cassandra me han traído un poco a la fuerza hasta el pasillo. Donde se encuentra Arthur.

Sé que su idea es que lo haga aquí y ahora, pero aún es mi vida. Por lo que decido cambiar un poco la cosa.

—Hola, Arthur —saludo acercándome a ellos.

Tulipanes para GinaWhere stories live. Discover now