48. ANARQUÍA

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Es el primer domingo de verano y el calor en la ciudad de Guadalajara ya es insoportable

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Es el primer domingo de verano y el calor en la ciudad de Guadalajara ya es insoportable. La vida ha avanzado a un ritmo apabullante, como si en un parpadeo transcurriesen días enteros. Gonzalo se ha despertado muy temprano, se está duchando y los primeros rayos de sol entran por la pequeña ventana rectangular que ha dejado abierta con la esperanza de que la mañana sea fresca y un poco de aire se cuele para refrescarlo junto con el agua que cae sobre su cuerpo desnudo.

En una semana será su cena de graduación y aún le cuesta creer que lo ha logrado, aprobó todas las materias y ya trabaja en su tesis con miras a la titulación. Gonzalo sabe que debe aprovechar la buena racha de motivación que lo ha invadido durante el último semestre, es consciente de que la titulación es ahora o nunca. Su vida en los últimos meses trascurrió entre lecturas, ensayos, su trabajo en el bar y uno que otro cigarro ocasional; está esforzándose por dejar de fumar, se propuso solo comprar una cajetilla a la semana y no más, hasta hora no ha fallado. El siguiente paso será fumar solo un cigarro al día.

Cuando Gonzalo le dijo al Chango que en el semestre tomaría las nueve materias que le faltaban para completar los créditos, este se rió y le dijo que estaba loco, pero cuando vio que iba en serio, lo alentó y apoyó tanto como pudo; por primera vez en muchos años Gonzalo vio al Chango estudiar con seriedad a su lado. Los días de Gonzalo comenzaban a las cinco y media de la mañana para prepararse para su primera clase. A la universidad entraba a las siete y salía a las tres, al terminar las clases acudía a la biblioteca de la facultad de lunes a miércoles de cuatro a siete de la tarde para cumplir los trámites del servicio y prácticas profesionales a la vez.

Fue ahí, en la biblioteca, que se dio cuenta de lo mucho que le gustaría en un futuro abrir una librería, con las tardes que pasaba rodeado de libros se permitió soñar que sería posible. Por las noches, se desvelaba para hacer trabajos, preparar exposiciones y estudiar para los exámenes, a veces solo, otras en compañía del Chango. Se dio cuenta de que si se hubiese dedicado un poco más en semestres anteriores, llevaría al menos un año graduado y no tendría tantas presiones; sin embargo, no se arrepentía del todo de lo vivido en la universidad, decidió tomarse las cosas con calma y eso, de cierta manera, lo llevó a vivir otras experiencias y conocer personas que lo ayudaron a no colapsar. De jueves a sábado trabajaba en el bar hasta altas horas de la madrugada; la mitad de lo que ganaba se lo daba a su abuela, de la mitad restante solo dejaba lo necesario para sus gastos y del sobrante ahorraba cada peso en la cuenta que abrió en una caja de préstamos.

Eran los domingos los días que aprovechaba para descansar y pasar tiempo en familia, acercarse a su padre, a su hermano y a su abuela fue algo que siempre quiso hacer, la vida ya le había enseñado en incontables ocasiones lo efímera y traicionera que podía ser, había que vivirla antes de los arrepentimientos, no después. Sin falta, visitaban a su madre cada semana en el reclusorio, hacerlo dejó de frustrarlo, aprendió a disfrutar de los momentos al lado de quienes más quería a pesar de las circunstancias. Las tardes del domingo eran los momentos que Gonzalo aprovechaba para escribir los mensajes-carta que le mandaba a Darío, ese sin duda era su momento favorito de la semana: escribir lo relajaba, hacía que la ansiedad con la que solía vivir despareciera y que su mente se mantuviese ocupada. Leer las contestaciones de Darío era también como un ritual, se encerraba en su cuarto y pedía explícitamente que nadie lo molestara. De forma ocasional también hablaba con Sarah, pero a ella no le escribía a ella le llamaba, o viceversa, cada vez que el uno o el otro necesitaba de sus palabras.

Tú, yo, anarquíaWhere stories live. Discover now