44. YO

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Ayer Gaby me visitó para darme la noticia de que Ramiro había muerto, de que se suicidó.

Quise sentir algo por él, pero no pude sentir nada, nada en absoluto.

Abracé a Gaby porque ella me dio la noticia entre lágrimas y pude entender y empatizar con su dolor: Ramiro fue su amigo y su novio, conoció su mejor versión, era entendible que estuviese triste. Siempre que una persona decide terminar con su vida es triste, de inmediato piensas en las razones que llevaron a la persona a tomar esa decisión, ¿acaso yo no pude sentir nada por Ramiro porque conocí su peor versión? ¿No sentí nada por él porque conocía de sobra sus razones y las encontré justificables? ¿Eso me hace una mala persona?

—Fue mi culpa —me dijo Gaby. No entendí si era una pregunta o una afirmación, fue hasta que terminó de hablar que comprendí que se estaba responsabilizando por la decisión que Ramiro tomó—. Debí utilizar otras palabras, ser más amable, menos fría y no haber huido como lo hice —dijo.

—El que hayas aceptado hablar con él y le hayas dado tu perdón es el acto más puro y empático que pudiste hacer, no te responsabilices, Gaby, no es tu culpa —le dije y la abracé con más fuerza.

Ella lloró en mi regazo por cerca de una hora, yo solo la dejé desahogarse y le di tanta empatía como me fue posible.

—Él quería verte y hablar contigo —me dijo luego de que se tranquilizó—, pero yo me negué si quiera a planteártelo, perdón por haberme tomado esa atribución.

—Hiciste bien, yo no tenía nada que decirle, tampoco estaba listo para perdonarlo, quizá nunca lo haga.

—Te ha dejado una carta, pero es tu decisión leerla o no.

Gaby buscó en la bolsa de su abrigo y de ahí sacó un sobre blanco, con algo de duda lo tendió hacia mí. Pude ver las palabras en la parte trasera escritas con lápiz "Para Darío", por primera vez desde que Gaby llegó a mi casa sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Tomé la carta por educación y la puse sobre mi buró.

—Pensaré si quiero leerla o no —fui sincero con ella.

—¿Sabes lo que ha pasado con Toño? —preguntó Gaby con algo de duda.

—Sí, estoy al tanto de todo. El abogado nos mantiene informados, él no ha dejado de trabajar, está buscando una forma de seguir con el proceso, pero también somos realistas, vincular a alguien a proceso por tercera ocasión y tras haber llevado ya un juicio no será sencillo, llevará algo de tiempo.

—¿Y cómo te sientes al respecto?

—Es difícil, sigo en mi propia lucha, sin embargo, en parte estoy tranquilo, siempre luché porque se supiera la verdad, porque ellos aceptaran que golpearon a Joel y que actuaron con dolo, y en parte eso lo logré. No estoy nada contento con el resultado final, pero sé que esto aún no termina, el abogado nos dijo la otra vez que ya se ha abierto una carpeta de investigación para el primer juez que tomó el caso y los dejó libres en la primera vinculación a proceso, eso seguro destapará muchas cloacas. Vamos paso a paso.

—Pagarán, Darío, tarde o temprano pagarán —dijo Gaby antes de irse y me dio un abrazo.


Son las dos de la tarde de un sábado 11 de enero. Ahora estoy en el carro de papá, conduce tranquilo hacia la boda de Camilo, en Jalisco aún no se ha legalizado el matrimonio igualitario, sin embargo, Camilo y su pareja han acudido a instancias legales, podrán casarse gracias a un amparo que ha emitido un juez. De pronto me doy cuenta de cuánto nos queda por luchar, de todos los derechos que nos han arrebatado bajo argumentos infames, nos han quitado momentos, experiencias e incluso la vida solo por ser en libertad. Eso tiene que acabar.

Tú, yo, anarquíaWhere stories live. Discover now