45. ANARQUÍA

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Paulina se sirve un cuarto vaso de cerveza sin remordimientos, primero porque el contagiarse del ambiente de celebración a su alrededor le ayuda a despejarse y a sentirse un poco más tranquila, segundo porque es un viernes por la noche y en el trabajo le han dado todo el fin de semana de descanso. «Tómate dos días para ti, lo necesitas», le dijo su jefe casi en una exigencia.

Estas son las mañanitas que cantaba el rey David

Hoy por ser tu cumpleaños te las cantamos a ti

Despierta, Chango, despierta, mira que ya amaneció

Ya los pajarillos cantan, la luna ya se metió.

Luego de da darle un trago a su cerveza, Paulina se une al canto, los aplausos y vítores. El Chango cumple veintiocho años y están reunidos en su casa para celebrarlo. Gonzalo sostiene el pastel con la vela explosiva frente a su rostro, cuando la canción termina y la vela se apaga, no lo duda ni un segundo y le estrella el pastel en la cara; el Chango se embarra las manos de betún, se pone de pie y corre tras de Gonzalo para cobrar venganza; lo alcanza en el patio y le embarra el betún en el rostro y en el cabello. Pero ambos vuelven abrazados y con una sonrisa que estalla en carcajadas que contagia a los demás.

Se sientan en círculo una vez más en el suelo. Darío se pone de pie y va a la cocina, del refrigerador saca otro pastel y de la barra toma un cuchillo y platos desechables, seguro que el embarrarle el primer pastel en la cara era algo que Gonzalo y Darío ya tenían planeado por eso han traído un segundo, piensa Paulina y sonríe. Sofía ayuda a Darío a acomodar el pastel frente al Chango.

—Ni siquiera me dejaste pedir mi deseo, cabrón —se queja el Chango y golpea a Gonzalo en el brazo.

—Y ya no tenemos vela —dice Darío—, pero puedes pedir tu deseo apagando un cerillo. —Corre una vez más hacia la cocina para buscar una caja de cerillos, regresa, pone un par sobre el pastel y los enciende con el encendedor que guarda en su chamarra ahora que fuma con mayor frecuencia. El Chango cierra los ojos unos cuantos segundos y luego los apaga de un soplido. Todos vuelven a aplaudir y vitorear.

—¿Qué has pedido, Changuito? —le pregunta Sofía con una sonrisa en el rostro.

—Oh, no seas chismosa que luego no se me cumple —responde el Chango mientras parte y reparte el pastel.

—Seguro pidió al fin poder terminar la universidad —dice Gonzalo y se carcajea, todos se le unen. Vuelve a llevarse un puñete en el brazo.

—¡Como son sangrones, déjenlo en paz! —grita Gaby

Más que mejorar la situación la empeora, todos comienzan a echar una bulla que hace que tanto ella como el Chango se sonrojen.

—Gracias por defenderme —le dice el Chango y la bulla aumenta.

La noche avanza entre cervezas, cigarros y anécdotas. Sin embargo, ya de madrugada, el ambiente cambia porque es necesario hablar de temas serios. El Chango le baja a la música y en silencio se prepara un porro en una esquina, Darío le hace una seña para que le prepare uno y Gonzalo lo reprende con la mirada; para defenderse, Darío le sonríe y le guiña el ojo en un intento de quitarle importancia.

—¿Cómo va el tema de los Carrasco? —inquiere Sofía.

—Avanza, avanza muy bien —responde Paulina—. Tengo a cuatro chicas dispuestas a hablar y presentar una denuncia, eso es importante. Todas eran menores de edad cuando Fernando mantuvo relaciones sexuales con ellas.

—También el caso del primer juez tiene avances —aclara Gonzalo—, al parecer tiene un largo historial de sobornos y corrupción.

Darío no interviene en la conversación, se fuma en absoluto silencio el porro que le ha hecho el Chango.

Tú, yo, anarquíaWhere stories live. Discover now