32. ANARQUÍA

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Diana está sentada en la mesa del comedor, espera a que Gabriel, su esposo, termine de cocinar los huevos rancheros, su especialidad, para el desayuno. Son las once de la mañana de un domingo, el único día en el que suelen despertarse tarde. Ve a Sarah bajar las escaleras aún con cara de sueño y sacudiendo su cabello con la mano en un intento de arreglar un poco el desastre mañanero, la saluda con un: «Hola, mamá» y se sienta en el lado derecho de la mesa. Gabriel llega con el sartén donde ha cocinado los huevos y una jarra con jugo de naranja, los pone al centro de la mesa y se sienta al otro extremo.

—Muero de hambre —dice Sarah y se sirve primero.

—¿Y tu hermano? —le pregunta Gabriel.

—No sé, debe estar durmiendo aún —responde Sarah.

—No está —interviene Diana—, fue a desayunar con Marina.

—Últimamente el chico utiliza esta casa solo para dormir, y ni siquiera eso, ayer llegaron pasadas las ocho de la mañana —señala Gabriel y voltea a ver a su hija en busca de una explicación.

Sarah se toma su tiempo para masticar la comida y beber despacio del jugo, después mira a su padre y argumenta:

—Bueno, técnicamente llegamos muy temprano, papá, no puedes quejarte.

—Oh, sí que puedo hacerlo si mis hijos pasan la noche quién sabe dónde.

—Papá, Darío lo está intentando, todos los estamos intentando... recuperar nuestras vidas.

—Y me alegra, los tres nos hemos esforzado porque tu hermano no caiga en el precipicio, por ayudarlo afrontar su duelo, y mira que es difícil porque Joel era como de la familia y nosotros también estamos afrontando ese duelo, solo que nos toca ser los fuertes. Sin embargo, como su padre y debido a todo lo que ha pasado en nuestras vidas, tengo que preocuparme.

—Y lo entiendo papá, y agradezco que se preocupen y estén presentes. También me preocupa un poco que Darío huya constantemente de la casa y de nosotros, pero es su forma de afrontarlo, de ocupar su mente, no podemos juzgarlo. Espero que esta visita a Marina no vaya a perjudicarlo.

—Has sido una gran hermana para Darío, Sarah —esta vez es Diana quien toma la palabra—, me tranquiliza saber que se quieren y se apoyan, sin embargo, tu padre tiene razón, hemos sido bastantes considerados con ustedes, pero no deben olvidar que en esta casa hay reglas, y mientras vivan aquí tienen que cumplirlas.

—Lo sé, mamá, lo sé —expresa Sarah y agacha la mirada, maldice a Darío en sus adentros por abandonarla y tener que tragarse la reprendida ella sola.

Los tres se toman su tiempo para desayunar en silencio, cuando están en la mesa, suelen escuchar las noticias de fondo. Esta vez no es distinto y, desde la radio que está en un mueble en la sala, se escucha una voz que brinda información de los hechos acontecidos los últimos días, de pronto, el nombre de Fernando Carrasco suena fuerte y claro y los tres dejan de desayunar, el padre y tío de dos de los agresores de Joel es mencionado porque su nombre suena como uno de los posibles aspirantes a ocupar el puesto de secretario de hacienda y crédito público en el estado de Jalisco, pero los locutores mencionan que su consideración para el puesto está en riesgo debido a las acusaciones en contra de su hijo y de su sobrino. La palabra asesinato y el nombre completo de Joel pueden escucharse instantes después, lo que hace que Daniel vuelva a tomar la palabra:

—Justo por esto nos preocupamos, Sarah, hace unas semanas fuimos golpeados y detenidos por la policía, y aunque a mí también me mueve demasiado la sed de justicia, no quiero que ni tú ni tu hermano se pongan en riesgo, esto es muy serio y peligroso.

Tú, yo, anarquíaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt