46. TÚ

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Las despedidas siempre son contradictorias, Joel

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Las despedidas siempre son contradictorias, Joel.

Existen varias maneras de despedirse, algunas son un adiós definitivo, otras son solo un hasta luego, pero todas las despedidas duelen de cierta manera. Están las que vienen acompañadas de un dolor desgarrador, que te toman por sorpresa, que te obligan a decir adiós y te hacen sentir que el mundo se ha terminado. En un libro de Víctor Hugo leí que la melancolía es la felicidad de estar triste, así que creo que también están las despedidas que son melancólicas, esas que ocurren cuando la persona se va con el esperanzador propósito de cumplir sus sueños, de seguir adelante, de hacer que la vida suceda; aunque irse duela demasiado; aunque desprenderse de personas, lugares y momentos parezca imposible; aunque el adiós no sea un adiós sino un hasta luego.

Ahora mismo, Joel, intento encontrar las palabras precisas para decirle a Gonzalo ese adiós que espero solo sea un hasta luego, el despedirse implica demasiado valor.

Estoy en la habitación de Gonzalo, acostado en su cama mientras miro al techo. He pasado casi todos los días del último par de semanas aquí, él está leyendo un poemario de Gabriela Mistral porque tiene que hacer un ensayo sobre el poema que más le guste, lee en voz alta para que yo escuche los poemas y pueda darle mi opinión. De vez en cuando, cierra el libro y se gira para buscar mis labios; supongo que he perdido, que él ha vuelto a tener la razón y los amigos si pueden besarse la boca.

Pienso que los dos tenemos un fijación con besar, aprovechamos cualquier momento y pretexto para hacerlo, me encanta besarlo y que me bese. Aunque también, recuerdo que así fue contigo, Joel, que cuando dejamos de ser solo amigos y fuimos sinceros con nuestros sentimientos buscábamos cualquier excusa para besarnos, nos besábamos todo el tiempo. Quizá besarse es una forma de descubrirse, de conocerse y de entenderse, y por eso los principios de las relaciones románticas suelen estar llenos de besos.

—¿Conoces el programa de estadías e intercambios de la universidad? —le pregunto cuando se desprende de mis labios y vuelve a fijar su mirada en el libro.

—Sí, lo conozco —responde y vuelve a cerrar las páginas para mirarme—, alguna vez me llamó la atención, pero ahí, al contrario de las becas, debes demostrar solvencia económica e inglés, y yo no tenía ni la una ni la otra. —Se ríe—. Además por esas fechas pasó lo de mi madre y yo no podía dejar ni a David ni a la abuela solos, pero en fin, ¿por qué lo preguntas?, ¿quieres hacer un intercambio?

Me quedo callado por un instante, aún con la mirada perdida en el techo, pero sus ojos sobre mí me obligan a mirarlo.

—Sí, me gustaría. —Encontrarme con sus ojos me hace dudar, ¿en verdad necesito irme?—. Mis padres dicen que respirar otros aires, ver otras caras y conocer otros lugares y personas podría ayudarme.

Gonzalo guarda silencio y vuelve a perderse en las páginas del libro, eso me duele, poco a poco he ido conociéndolo y sé que está tomando algo de tiempo en un intento de encontrar las palabras precias, asimilar lo que acabo de decirle, tragarse el dolor que le genera la idea de que lo abandone para no lastimarme.

Tú, yo, anarquíaWhere stories live. Discover now