33. TÚ

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Quisiera detener la vida, Joel.

Poner en pausa la traslación de la tierra alrededor del sol.

Que permanezca la noche y no vuelva a amanecer por unas cuantas semanas.

Fumar junto a Gonzalo en el mirador sin emitir ni una sola palabra y sin tener que preocuparnos por el tiempo.

Mirar durante horas las estrellas en la terraza de nuestra casa y en compañía de mi hermana mientras me cuenta cómo estuvo su día.

Sin embargo, la vida no se detiene por nada ni por nadie.

La vida siempre sigue su curso.

Estamos a mediados de septiembre y llevo casi un mes asistiendo a la universidad.

Alonso tenía razón cuando dijo que mantenerme ocupado en recuperar metas pasadas y volver a trabajar en ellas era primordial para mi proceso. El estar en la universidad me ha hecho pensar menos en ti, por más doloroso que eso sea. Aunque a la mala, el obligarme a leer para poder cumplir con mis tareas me ha ayudado a recuperar mi gusto por la lectura. Esta semana he leído a diario y no puedo negar que el volver a vivir la experiencia de involucrarme en otras historias y en otras vidas ha sido revitalizante.

La profesora de introducción a la literatura me ha hecho descubrir a una escritora mexicana de la que había escuchado bastante, pero que nunca leí. Ahora estoy en bucle con su obra: Amparo Dávila. Creo que nunca la leíste tampoco, Joel, me lo hubieras dicho.

Comencé leyendo sus poemas.

Leí un par y me parecieron muy tristes.

Odié a Amparo Dávila y su desolación plasmada en letras.

Pero me obligué a seguir leyendo y en su dolor me encontré a mí mismo.

Después ese dolor, el suyo, se sintió como un fiel acompañante del mío.

El dolor se vuelve menos desgraciado cuando se comparte, aunque sea desde una liberación egoísta.

Al menos yo me sentí menos miserable al llegar a entender que no soy solo yo quien sufre.

Hubo un poema que me pareció el más triste de todos, porque está impregnado de resignación. Desde que lo leí mantengo un debate constante, sobre si la resignación es rendirse ante el dolor o rebelarse a él; aún no logro encontrar una respuesta, ¿aceptar el dolor es de valientes o de cobardes?

El poema se llama Ayer y Hoy. Me he armado de valor para recitarlo para ti ahora que estoy a solas contigo en el lugar en el que te dije adiós. Espero que Amparo no se moleste porque compartiré su dolor y mi dolor contigo, Joel.

Ayer y hoy

Se fueron las ilusiones en un revolotear de golondrinas;

las golondrinas se las llevaron lejos del mundo

y del alcance.

Las ilusiones de ayer, hoy son una lejanía doliente!

El dolor de hoy, realidad palpable!

Por qué la dicha dura solo un instante?

Por qué el dolor nos sigue hasta la muerte?

En un revuelo de golondrinas se fueron las ilusiones;

se escaparon de las manos —jaula dorada—, que en vano

trataron de aprisionarlas.

Tú, yo, anarquíaWhere stories live. Discover now