4. TÚ

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La primera vez que te vi me pegaste un puñetazo en la cara que hizo que un brotón de sangre escurriera por mi nariz, ¿lo recuerdas? Tú tenías siete años y yo cumplía ocho, era mi fiesta de cumpleaños. Hacía poco más de una semana que Marina y tú habían llegado a Guadalajara; naciste en Zacatecas, pero una oportunidad laboral hizo que tú mamá tomara la decisión de dejarlo todo atrás para mudarse aquí e intentar empezar desde cero. La profesora de matemáticas del colegio en el que mamá es la psicóloga y papá el director y en el que yo estudio desde que tengo memoria, se iba a España a estudiar su maestría sin muchos ánimos de regresar a México y había que sustituirla; Marina había dejado currículos en cuanto lugar fue posible, asistió a tantas entrevistas de trabajo que ya comenzaba a perder la paciencia. Mamá pensó en ella de inmediato, la conocía por unos cursos que tomó en la universidad de zacatecas, así que la llamó para hablarle de la bacante. Tu madre no dudó y dos semanas después ella y tú estaban aquí.

Tu madre y la mía congeniaron muy bien desde el día en que se conocieron, mamá siempre se ha esforzado por ser amable y por intentar que las personas a su alrededor se sientan cómodas, no iba a ser diferente con una madre soltera que venía desde otro estado en busca de una oportunidad. En nuestro colegio, primero mío y luego tuyo, hay dos grupos por grado y, en un principio, el destino te alejó de mí, yo estudiaba en el grupo A y a ti te colocaron en el grupo B; eso cambiaría después, tú y yo hicimos que cambiase, decidimos nuestro destino y decidimos bien.

La primera vez que fuiste a mi casa, te medio escondías detrás de las piernas de tu mamá, siempre has sido introvertido y solías llevar mal las situaciones que involucraban a muchas personas a tu alrededor. Tu madre llevaba consigo una enorme caja envuelta en un papel de Digimon que, de inmediato, llamó mi atención y me hizo correr detrás de mamá para recibirlos. ¿Sabes, Joel? El recordar todo esto hace que sienta que estás aquí conmigo y eso me ayuda bastante, espero que no te moleste y que mis memorias te acerquen también a mí y te den tranquilidad mientras duermes. Recuerdo que nuestras madres se abrazaron como forma de saludo y, entonces, tú y yo nos miramos por primera vez, agachaste la mirada, avergonzado, pero yo te sonreí. Mamá se inclinó junto a mí y me dijo: él es un niño nuevo que ha llegado a la ciudad y que ha comenzado a estudiar en el colegio, se llama Joel. Tal y como mis padres me habían enseñado, yo estiré mi mano hacia ti y, todavía sonriendo, te dije: Hola soy Darío, ¿quieres jugar? Tú dudaste, pero luego Marina te dio un empujoncito para animarte, correspondiste a mi saludo y corriste detrás de mí rumbo al jardín.

¿Quién iba pensar que nuestra historia comenzaría con una pelea? Ahora que lo recuerdo me da risa, pero sigo manteniéndome firme en mi postura: Digimon es mejor que Pokémon. No estoy seguro de cómo inició la pelea, mi memoria no da para tanto, no recuerdo las palabras precisas, solo sé que lo que dije te molestó demasiado, creo que dije que esa rata amarilla era tonta y tú llevabas una playera con un estampado de la rata amarilla; con los años descubrirías mi humor provocativo, sin embargo, aquel día no tuviste suficiente paciencia conmigo; con el paso del tiempo yo también descubrí tu carácter explosivo, supe que a pesar de tu timidez eras alguien que defendía lo que pensaba, que eras alguien que no se dejaba de nadie, cuando esa chispa se encendía en tu pecho no había quien pudiese pararte. Aquella tarde fue también cuando mamá se convirtió en tu refugio, luego del puñetazo y la sangre, Marina te reprendió molesta y estuvo a punto de llevarte de la fiesta; mamá no lo permitió, habló contigo a solas y tuviste tu primera lección para aprender a controlar tu explosividad, después vendrían muchas más.

¿Puedes recordar lo ofendido que estaba contigo? El orgullo es uno de mis defectos y no quería perdonarte, por más que mamá insistía y a pesar de tus disculpas sinceras y tu arrepentimiento. Pero éramos niños, Joel, y cuando se es niño el resentimiento dura cinco minutos, a mí me duró diez y luego ya estaba jugando contigo o compitiendo contigo, nuestra competitividad forma parte de nuestra historia, eso es innegable y quizá eso fue lo que terminó uniéndonos más. Aquel día, Marina y tú fueron los últimos en irse de casa, y a pesar de que casi me habías roto la nariz, yo no quería que te fueras; nunca me divertí tanto con nadie como lo hice contigo, mamá dice que nuestras diferencias nos hicieron tan compatibles y yo estoy de acuerdo, es raro, lo sé, pero fue así.

Tú, yo, anarquíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora