16. TÚ

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¡Maldita sea, Joel!

¿Cuándo vas a despertar?

Te necesito aquí, conmigo.

Necesito que, por favor, me ayudes a encontrar las palabras correctas para Sarah.

Ayer fue uno de los días más difíciles y tú no estabas.

¿Qué es lo que tiene que pasar en tu cerebro para que vuelvas a ser tú?

Sarah se quedó anoche en mi habitación, la abracé tan fuerte como pude, sin embargo, no fue suficiente, Joel, ella lloró hasta que se quedó dormida.

No sé si quiero hablar de esto, si deba hablar de esto, pero me gusta creer que me escuchas y me entiendes. No puedo hablarlo con nadie que no seas tú. Entiéndeme.

Yo destapé la caja de pandora, así que en parte yo soy el culpable. ¿Recuerdas que te conté lo de la fiesta a la que fui con Gonzalo? Esa fiesta es el origen del todo.

Luego de dormir en mi carro afuera de la casa de Gonzalo, se supone que veríamos a Sofía a las diez de la mañana y ahí le contaríamos a Sarah sobre nuestros planes, no sucedió. Cuando amaneció, obligué a Gonzalo a que me llevara a mi casa, la verdad, Joel, es que no sé si hice bien o mal en llevarlo a casa, aún me debato sobre ello. No puedo negar que fue intencional.

La navidad pasada tú me preguntaste por qué motivo Gonzalo había dejado de entrar nuestra casa, no supe qué responderte porque en verdad no tenía una respuesta, ahora me doy cuenta de que estuve viviendo en una maldita burbuja y me siento un imbécil, pero Joel, el cuento idílico ha cambiado de narrador y la batuta la ha tomado uno mucho más vulgar, más... ¿vil? No, simplemente más práctico, más realista, uno que ha pinchado la burbuja, que me ha abofeteado para que abriese los ojos, que me ha hecho salir de la forma más abrupta del caparazón.

Joel, tú no sabías nada de esto, yo no sabía nada de esto, pero hace más de un año, Sarah casi muere a consecuencia de un aborto casero.

No solo hice que Gonzalo me llevara a la casa, también hice que entrara a la casa, gracias a eso, o por culpa de eso, yo sé todo lo que ahora te estoy contando. Las cosas se pusieron bastante incómodas cuando Gonzalo entró, papá leía el periódico en la sala y, en cuanto nos vio, se salió al jardín sin dirigirnos la palabra. Mamá se comportó más a la altura, o quizá solo hizo uso de sus habilidades de reacción ante situaciones de estrés y ansiedad: invitó a Gonzalo a sentarse a la mesa con nosotros. Sarah también había bajado de su habitación y admito que su reacción no me le esperaba, pensé que me apoyaría, que haría equipo con Gonzalo y conmigo, que trataría de solucionar las cosas... ocurrió lo contrario, ella fue la que peor lo tomó, nos hizo salir de la casa y evitó a toda costa que se hablara del tema, ahora entiendo por qué. Dejamos a Gonzalo en su casa, ella dijo que necesitaba hablar a solas conmigo, Gonzalo se negó en un principio, luego, a regañadientes, accedió. Sarah y yo pasamos juntos todo el día.

Es una historia larga que no logro comprender del todo aún, tengo las emociones, los sentimientos, las dudas atoradas en la garganta y necesito que salgan. Tú, Joel, siempre has sido mi puerto, mi sitio seguro, por eso es que estoy aquí. Siempre estoy aquí. Sé que a Sarah no le importara que te lo cuente, de hecho, estoy seguro de que ella sabía que al primer lugar que vendría sería aquí, también estoy seguro de que ella te lo hubiese contado si estuvieses en tus cinco sentidos, la relación que teníamos los tres era maravillosa, y esa otra cosa que se rompió con la burbuja; nos hiciste mucha falta, Joel.

Sucedió en agosto de 2016, en aquel entonces, Sarah y Gonzalo apenas llevaban seis meses siendo novios; tú y yo teníamos dieciséis y estábamos en la cúspide de nuestro descubrimiento, de nuestra aceptación. Quizá por eso ninguno de los dos nos dimos cuenta de lo que sucedía, acabábamos de pasar un año sumamente difícil, esa etapa en la que pareciera que todo el mundo está en tu contra; tú mejor que nadie sabe que nos tocó superar hechos que dolieron mucho, que para mí aceptarme fue más difícil que para ti, fue hasta que logramos llegar a ese punto en común que el cuento idílico comenzó. Nadie puede culparnos de habernos encerrado y concentrado en nosotros, lo necesitábamos, sin embargo, admito que me encantaría saber y escuchar qué piensas de esto, ¿fuimos egoístas?

Tú, yo, anarquíaOnde histórias criam vida. Descubra agora