30: Javi...

174 11 47
                                    

Javier y Gustavo, ajenos a lo que pasaba, estaban sentados mirándose.

-¿Gusti? ¿Qué me ibas a decir? -interrogó Saviola.

-Nada.

Javi suspiró. No le iba a insistir a su amigo, porque sabía que era muy terco y que hiciera eso sólo iba a cagar todo. Todavía se preguntaba si Gustavo estaba enamorado de él, aunque con todas las indirectas...

«Con todas esas indirectas que puso en su estados no podían ser para una mujer, si al final había de dos hombres. Gusta de mí, espero... O...» Javier trató de no pensar en el hecho de que Gustavo gustara de Marcelo, porque era claro que no... ¿Cierto?

-¡Javier! -casi le gritó, justamente, Gustavo.

-¿Qué pasa? -Javi volvió a la realidad.

-Jav -empezó casi con duda su amigo.

Javier lo frenó: le tenía que preguntar.

-¿Por qué todas esas indirectas en tus estados? ¿Quién te gusta? -le preguntó-. ¿Marcelo?

-¿Qué? No seas boludo, cómo me va a gustar Marcelo, él está con mi hermano, aparte. Solamente es mi amigo y mi cuñado favorito-negó Gustavo, extrañado.

Javier se alivió un poco, pero le preguntó:

-¿Entonces? ¿Para quién eran las indirectas? ¿Quién te gusta, Barros Schelotto?

Gustavo se puso nervioso. Tartamudeó algo que el otro no entendió. Javi se sorprendió un poco al verlo así de nervioso: nunca lo había visto ponerse tan nervioso como en ese momento. Lo que no sabía, era que solamente él le provocaba eso.

«Marce me gustaba antes, es cierto. Pero ahora no, ahora me gusta... No, no, no. No me puede gustar Javier, él no está enamorado de mí» pensó Gustavo, casi desesperado.

Estaba enamorado de Javier, pero no lo aceptaba del todo. Las indirectas eran para él, diciéndole que lo busque.

-Javier -empezó-. Esas indirectas eran para que te apures, para que me busques, porque...

-¿Porque...? -susurró Javier.

-A veces sos re ciego, Conejito. Me sorprende que hallas captado esas indirectas.

-¿Eran para mí? -musitó Javier-. Creí saberlo, estaba en lo cierto -dijo, casi pensando en voz alta.

-Sí, eran para vos -dijo Gustavo-. Te amo, Javier Pedro Saviola Fernández.

Javi se quedó en shock por unos segundos, procesando lo que había dicho su amigo.

-Por... Por eso te fuiste corriendo hoy, porque no te di bola, te pusiste mal -susurró.

Gustavo asintió.

-Gusti, yo... yo...

-¡Dale, Javier! -se desesperó Gustavo-. Si me vas a decir algo sobre esto, decímelo ahora, ¿querés? -casi rogó.

Javier sonrió levemente.

-¿Y si te calmás y veo si te digo? -sugirió.

-No, nada de veo si te digo, o me decís o andate a la mierda. Me confesé, boludo -le dijo Gustavo.

Javi sonrió casi maligno. Amaba desesperar a su amigo, casi tanto como lo amaba.

«Le tengo que decir, él acaba de decirme que me ama» pensó.

Quizo hacerle una broma sobre que no lo amaba. Se la hizo, pero se arrepintió al toque cuando Gustavo se fue llorando.

-Creo que la cagué -dijo Javier.

Fue a buscar al platense, y lo encontró sollozando unos metros lejos de ahí. Le rompió el corazón ver que lloraba por su culpa. Por querer hacerse el gracioso, le había roto el corazón a Gustavo.

-Gus -susurró-. Perdón.

-Pedro -dijo Gustavo, frívolo. Javi templó: lo que le esperaba-. Andate a la mierda, ¡¿querés?! ¡Qué perdón ni perdón, la re concha de tu hermana! -le gritó.

-Gustavo, eso... fue joda, yo...

-¡Te dije que te amo y vos me boludeas, andá a cagar! -gritó Gustavo. No quiso levantarse para irse, por lo que se quedó ahí, sin mirarlo.

-Gustavo, fue joda lo que te dije; sé que estuvo mal hacerte esa joda, perdoname -susurró Javier.

-No sé cómo sos tan pelotudo como para joder con algo como eso, Saviola -dijo el ex Gimnasia, entre dientes y lleno de bronca-. Con eso no se juega, boludo de mierda. Encima que yo te amo en serio, vos solamente me estás boludeando.

-No te boludeo, Gusti. Te jodí, pero nunca en la vida te boludié.

Gustavo se levantó y amagó a pegarle una cachetada a Javier, quien no se había sentado. Javi retrocedió, algo asustado.

-Gustavo, perdoname. Lo que te dije fue joda -susurró.

-¿Y cómo sé que es joda? -desconfió Barros Schelotto.

-Te amo, Gusti.

Gustavo rodó los ojos: por un lado, había esperado años para que Javier le dijera eso, pero, por el otro, lo que le dijo Javi hace unos minutos ("no te amo"), lo hacían desconfiar de sus palabras.

-¿Y si lo decís posta? -dijo, cruzándose de brazos.

-¡Lo dije en serio! -protestó Javier-. ¡Te amo, Gustavo, aunque no me creas! ¿Te acordás de hoy cuando dijiste (cuando Marce y Guille te estaban jodiendo) que sólo era tu amigo? Era cierto, sólo éramos amigos, pero me dolió, Gustavo; me fui, llorando.

-Biscay nos dijo que eras vos. Y te vi llorar, pero no sabía por qué, no me lo dijiste.

-No, pero ahora te lo estoy diciendo: te amo, Gustavo, por eso me puse a llorar en ese momento, no sabía que te estabas defendiendo de ellos.

-Javier, ¿vos me amás en serio o solamente lo decís para arreglar la cagada que te mandaste? -siguió dudando el tío de Maxi.

-¡Gustavo, ¿qué más tengo que hacer para que te des cuenta de que me gustás?! -preguntó Javier.

Gustavo se quedó callado, pensando.

-¿No amás a Pablo, no? -preguntó.

-¿Qué tiene que ver él? ¡No! -negó casi a los gritos Javier.

Ante de que Gustavo pudiera decirle algo más, le agarró la cara y unió sus labios. Gustavo primero se resistió al beso, pero terminó aceptando. Javier se puso contra la pared instintivamente, y Gustavo puso las manos en la cintura del menor

-¿Te quedan más dudas? -le preguntó Javier cuando se separaron.

Gustavo, por toda respuesta, le dio un pico.

-Nunca debí haber dudado de lo que me dijiste. Esperé años para escucharte decir que me amás, me lo decís y no te creí. Perdón, Jav -susurró.

Javier sonrió.

La fiestaΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα