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Unos minutos después, los dos amigos estaban sentados contra la pared, pensando y, de vez en cuando, charlando. Nahuel no le preguntó cuál fue su pesadilla, porque conocía a Máximo: se iba a negar rotundamente a decirle, y lo iba a evitar más de lo que ya lo hacía.

Pero todavía le daba vueltas en la cabeza la frase que había estado pensando: "no podemos ser nada, él no me ve cómo algo más...".

Quería llorar, pero no podía adelante de Máximo. Se levantó, aguantando lo más posible las lágrimas.

—¿Nahu? —susurró Máximo—. ¿Qué hacés?

—Nada —murmuró Nahuel, dándole la espalda—. No me sigas, Maxi —dijo, con la voz entrecortada.

—Pero...

Nahuel, sin dar bola a las leves protestas de Máximo, se fue. Maxi recordó su pesadilla, en la que Nahu lo abandonaba. Lo miró irse, con impotencia. Y recordó las veces en las que él mismo se iba así, y Nahuel se quedaba mirando. Ahora entendía lo que se sentía eso..

—Nahuel... —musitó.

Sin hacer caso a ese ''no me sigas" de Nahuel, se levantó y lo siguió. Lo encontró sentado en el pasto, acariciando algo con la mano, distraídamente.

—Nunca vamos a ser nada... Tengo que aceptarlo, no gusta de mí, además. Sino sería diferente. ¿O no? —lo último se lo preguntó a alguien, pero Max no pudo ver quién era. Por la voz, a Maxi le pareció que había estado llorando.

Decidió acercarse. Se le acercó y lo vio: un cachorro.

—¿Nahuel? —dijo en voz baja, más concentrado en el perro

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—¿Nahuel? —dijo en voz baja, más concentrado en el perro.

—¿Max? Te dije que no me siguie... Aww —el mayor se olvidó completamente de su protesta cuando vio que el cachorro lamía la mano de Maxi, y que éste lo acariciaba.

—¿Dónde encontraste al perro, Nahu?

—Estaba por acá.

Nahuel se agachó para jugar con el perro, al lado de Máximo. Al estar tan cerca, en cierto momento ambos levantaron la cabeza y quedaron a centímetros de distancia; podían sentir la respiración del otro... El cachorro, como si comprendiera y entendiera los sentimientos de ambos, subió repentinamente a la espalda de Nahuel. Éste, por la sorpresa, se movió un poco y el perro casi se cae. Pero lo importante: besó a Máximo; ese "beso" apenas duró dos segundos. Ambos se separaron bruscamente y muy sonrojados. Miraron mal al cachorro y Nahuel se lo sacó de encima.

—¿Y a éste qué bicho le picó? —dijo Max—. ¡Ay! ¡Pará! —le gruñó al perro, que le había mordido levemente la mano.

—Máximi, está jugando —trató de defenderlo Nahuel.

El perrito agarró la mano de Max y, con dificultad, la puso al lado de la de Nahuel. Nahu movió la mano y le tocó la mano a Máximo. Apartó la mirada y sonrió. El perro puso su pata encima de las manos de ambos, impidiéndoles separarse. Maxi agarró al perro con la otra mano y lo alejó de ambos. Pero, cuando Nahuel estaba por soltar su mano, Max la agarró.

Nahu lo miró, entre extrañado y alegre de que Maxi hubiera hecho eso. Pero le partió el corazón la cara con la que lo miraba.

—No... —susurró Máximo.

Se le llenaron los ojos de lágrimas. Nahuel lo atrajo hacia él y lo abrazó. Maxi enterró la cabeza en su pecho, sollozando en voz baja.

Pero, como todo iba demasiado "bien" (en el sentido de que ambos estaban abrazados, y el perro sólo miraba), tuvieron que interrumpir.

Gustavo Barros Schelotto y Javier Saviola. Al parecer, estaban de la mano.

—¿Chicos? —dijo Gustavo.

Sus sobrinos no le dieron bola. Gustavo trató de acercarse, pero Javier le agarró la mano y negó con la cabeza. Miraron a los chicos, y vieron que Nahu abrazaba a Maxi. Les pareció que Máximo estaba llorando.

—Che, ¿y este perro? —preguntó Javi.

Se acercó al cachorro y trató de agarrarlo, pero éste saltó hacia Nahuel. Nahu lo alejó de él y abrazó más fuerte a su amigo. Le besó el pelo.

—Nahu, ¿qué pasa? —le preguntó Javi, acercándose.

—Nada, tío Javi.

—¿Y por qué Maxi está llorando?

Gustavo se les acercó tan repentinamente que Javier se asustó de la velocidad con la que apareció a su lado.

—¿Qué le pasa a Max? —preguntó algo alarmado.

—No pasa nada, váyanse, chau —gruñó Nahuel.

—Nahu, Maxi est...

—Ya sé, tío Gustavo —lo interrumpió su sobrino—. Pero váyanse y quédense tranquilos, que yo me encargo.

—¿Seguro? —le preguntaron sus tíos.

—Sip. Completamente seguro —afirmó Gallardo—. Ah, y si quieren chapar, chapen tranquilos, que no vamos a decir nada.

Gustavo lo miró mal y Javier le amagó. Nahu sonrió burlón, y a los mayores se les hizo imposible no ver reflejado a Marcelo, ya que era la misma sonrisa burlona de su padre cuando le ganaba a Guille (y a los otros) en el truco.

—¿Y? Váyanse, dale —dijo Nahuel.

—¿Chaparon ya ustedes dos? —le preguntó "inocentemente" Saviola.

—¡Tío! ¡Dejá de joder con eso! Sólo somos amigos —casi le gritó Nahuel.

Gustavo y Javier se fueron, y Maxi empezó a calmarse.

—Max, tranquilo, tranquilo —le susurraba Nahuel—. Es por la pesadilla, ¿no? —le preguntó. Sabía por qué su mejor amigo había estado llorando.

—S... Sí —murmuró Maxi—. No... No te voy a decir lo que soñé, sólo te voy a decir que era algo relacionado con vos. Era todo re lindo, hasta que... —Maxi se calló.

Nahu lo besó en el cachete. Luego le agarró la cara e hizo que lo mirara a los ojos. Maxi se perdió en los ojos de Nahuel, mientras éste lo tranquilizaba.

Hasta ese momento, los "besos" que habían tenido eran, además de en el cachete y en la cabeza, en los labios pero por uno, dos segundos. Y Maxi no quería eso: quería poder besarlo sin preguntar, quería que los besos duraran más que sólo dos segundos. Quería besarlo, y, sin poder controlarse, amagó a besarlo, pero se detuvo al último segundo, como siempre. Trató de separarse, pero Nahuel le agarró la cara y lo besó en la comisura de los labios. Maxi se decepcionó un poco ante eso, pero ni en pedo iba a dejar que se notara.

«Nahu, te amo. Y no quiero besos así, quiero poder besarte hasta no poder controlarme... Te amo...» pensó, evitando sus ojos.

Y luego Nahu se le acercó...

La fiestaWhere stories live. Discover now