14: ¿Qué hacés?

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Javier Saviola apareció, sorprendiendo a sus sobrinos.

—¿Tío Javi? —dijeron éstos, separándose bruscamente.

—¿Qué hacés acá? —le preguntó Max.

—Su tío Gustavo me invitó —explicó el mayor.

—¿El tío Gustavo? —repitió pícaramente Maxi.

Nahu entendió y ambos se miraron con complicidad.

—Una palabra de esto a sus padres y van a ver, wachines —los amenazó Javier.

Máximo y Nahuel asintieron.

—Ahora: ¿qué estaban haciendo? —dijo Javier.

Los había visto muy juntos cuando llegó al patio. Demasiado juntos. Le pareció qué se estaban por besar...

—Che, ¿chaparon, no? —les preguntó.

—¡No! —negaron sonrojados Barros Schelotto y Gallardo.

—Ajá, y entonces ¿por qué tenés el labio roto, Máximo? —retrucó Saviola.

—Me lo mordí, pelotudo —le dijo Max.

Aún así, para cualquiera que los halla visto así de juntos, como estaban hacía unos minutos, y a Máximo con el labio sangrando, hubiera pensado que ambos se habían besado, que habían chapado, más que nada.

—¿Qué hacés acá? —le dijo Nahuel a su tío.

Javier no contestó.

—Tío Javier, hacenos un favor: andate de acá —le dijo Máximo.

—¿Para dejarlos chapar tranquilos? Entonces sí —dijo Javier.

Antes de que se fuera, Nahuel le agarró el brazo y le dijo:

—Escuchá, tío: decile lo que vos crees que pasó (eso de que Max y yo chapamos, tremendo bolazo) a nuestros padres, y nosotros les decimos lo que vos nos dijiste que no digamos.

—Bueno, bueno —aceptó Javier.

Antes de irse, agarró a Nahuel por el hombro y le susurró:

—Ajá, no chaparon pero bien que vos querías que pasara eso.

Dicho esto, se fue. Nahuel lo siguió.

—¡Tío! ¡Tío, pará! —lo llamó.

Javier volteó y se le acercó.

—¿Qué, Nahu? —le preguntó.

—¿A qué te referías con lo de hace unos segundos? Eso de que yo quería chapar con Maxi —Javier rió ante la inocencia de Nahuel.

—Ay, Ezequiel —dijo—. Noté en tu mirada cuando mencioné lo del chape: vos querés besar a Máximo. Te gusta.

—¡Shhhh! —lo calló Nahuel—. Dos cosas, tío: uno, no quiero eso. 2: no estoy enamorado de Máximo.

Javi rió: su sobrino mentía, era obvio. Nahuel amaba a Máximo, lo notaba en su mirada. Notaba como miraba a Maxi.

«Nahuel no se da cuenta de que ama a Máximo, ni se da cuenta de que Máximo lo ama a él» pensó.

—Bueno, chau —le terminó diciendo Saviola—. Si chapás con Máximo decime tranqui, que el tío Javier no va a decir nada —le susurró con complicidad.

—¡Basta, tío! —le gritó Nahuel, zafándose de su agarre.

Gallardo volvió con su amigo, que lo esperaba sentado contra la pared, perdido en sus pensamientos. Le brillaban los ojos y todavía tenía algo de sangre en el labio. Nahuel se le acercó...

—Max —le susurró al oído.

Maxi volteó y lo miró. Se dio cuenta de que sus rostros estaban a centímetros, y sus respiraciones casi se mezclaban. Si lo quería besar, era ahora o nunca... Pero no hizo nada, por miedo.

Para sorpresa de Máximo, Nahuel le pasó el dedo por los labios, con suavidad. Maxi se sonrojó.

—¿Q... qué hacés? —le preguntó.

—Todavía tenías sangre, Máximi. Te la limpio antes de que se seque —dijo Nahu.

Maxi contuvo una sonrisa y, sonrojado, apartó la mirada. Nahuel se le acercó y lo besó.

En la cabeza.

De nuevo. De nuevo Máximo había sido engañado. Sabía y creía que Nahuel no lo iba a besar nunca, pero, cuando estaban en situaciones así, solos, su mente a veces le decía lo contrario. Y era la tercera vez que volvía a caer, la tercera vez en la que creía que Nahuel lo iba a besar en los labios.

—Ah, ¿qué mierda te hiciste para que te sangrara el labio? —le preguntó Nahu.

—Me mordí —respondió Máximo, encogiéndose de hombros.

—Tené más cuidado, nene, que un día te vas a lastimar posta —le aconsejó en tono burlón Nahuel.

Maxi lo empujó. Nahuel se levantó y empezó a correr, Máximo lo persiguió. Ambos se persiguieron por un largo rato, entre risas, hasta que Máximo pudo agarrar a su amigo del brazo, y lo empujó.

Ambos cayeron en el piso, Maxi encima de Nahu. Por accidente, sus labios se tocaron. Fueron sólo 2 segundos de contacto, porque enseguida se separaron. Max trató de levantarse, pero Nahu le agarró el brazo.

—Quedate quieto —le susurró al oído.

Maxi bajó la guardia unos segundos, procesando lo dicho, y, en esos segundos, Nahuel aprovechó para ponerse arriba del menor.

—Te tengo, Máximi —le susurró, con una sonrisita.

Max se quedó embobado viéndolo. Unos minutos después, cuando logró salir de su ensueño, rodeó el cuello de Nahuel con los brazos y, acercándolo a él, le susurró con tono casi seductor:

—¿Querés esto? —por las dudas, hablaban en clave. No vaya a ser que el tío Javier siguiera ahí, escuchando todo.

—Sabés que no —le respondió en susurros Nahuel.

—Entonces...

—¡Fooo! —Maxi no creyó que Nahuel iba a protestar por tener que separarse, por tener que levantarse de encima suyo.

Trató de detenerlo, pero fue muy tarde: Nahuel ya se había levantado. Se levantó y se sentó contra la pared, con los brazos cruzados y con un puchero. Max lo miró embobado por unos segundos, luego sonrió: su crush a veces se comportaba como un nene. Lo amaba...

Se le acercó y apoyó la cabeza en sus piernas. Nahuel lo miró y Maxi le acarició la mejilla.

—¿Qué... qué hacés? —murmuró Nahuel.

—Shh. Sólo quedate callado, peque —le susurró Máximo—, y dejame hacer...

—Max... —le dijo Nahu, en tono de advertencia—. No, te dije.

—Aggg, pero andate a la mierda, vos —dijo Máximo, levantándose, repentinamente enojado—. Quiero hacer algo y vos no me dejás, claaaroooo.

Dicho esto, se fue corriendo.

—¡Maxi! ¡Máximo! —lo llamaba Nahuel, sin éxito—. Ay, ¿qué hice?

Se levantó también y fue en busca de su Máximo. Lo encontró unos cinco minutos después, llorando.

—¿Po...por qué? ¿Por qué a mí? Él, justo él —sollozaba—. ¿Por qué él? Nunca me va a corresponder, nunca... —sollozó más fuerte y se tapó la cara con las manos, quedando sus palabras más amortiguadas, por lo que Nahuel no pudo escuchar mucho—. Soy un pelotudo.

La fiestaWhere stories live. Discover now