22: pesadilla

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Maxi estaba entre dormido, y Nahuel pensaba en todo eso, en sus sentimientos, mientras miraba el cielo estrellado.

¿Estaba bien sentir eso por Máximo? No, eso Nahuel lo sabía perfectamente. No se podía enamorar del chico que era casi su hermano... ¿O sí?

Unos suaves ronquidos lo sacaron de sus pensamientos, y sonrió tontamente: Maxi estaba dormido en su pecho, con los labios entreabiertos... La tentación de besarlo fue más fuerte que nunca, pero no podía: Max estaba dormido, y no se podía aprovechar de esa forma de él.

—Te quiero, Máximi —musitó.

Unos minutos después...

—Mmmh, Nahu —susurró de repente Máximo.

Nahuel se asustó por unos segundos, hasta que se dio cuenta de algo completamente normal en su amigo: hablar en sueños. Pero eso confirmó algo que él quería que pasara: que Máximo Barros Schelotto estaba soñando con él. Sonrió con ternura.

Ahora sí, tenía que estar atento por si al menor se le escapaba algo que quizás diga lo que quiere saber Nahuel: sus sentimientos hacia él.

«Yo amo a Máximo, aunque sé que no podemos ser nada... Pero él seguramente no siente lo mismo por mí» pensó nuevamente.

Esa frase se repetía constantemente en su cabeza desde que descubrió que le gustaba su amigo de la infancia. Y odiaba saber que tenía razón pero... ¿Por qué no se arriesgaba y le decía todo lo que sentía? ¿Qué podía perder? La amistad de Máximo perdería luego de decirle sus sentimientos. Ni en pedo se iba a arriesgar a perder la amistad de ese chico. Capaz de algún otro sí, pero no de él. No la de su mejor amigo.

Le besó la cabeza a Maxi, que sonrió. Luego Barros Schelotto susurró:

—Lo sé, lo sé. Pero no...

Seguía dormido, y, aunque a Nahuel le daba ternura escucharlo balbucear dormido, quiso saber a quién le decía eso.

Quería que fuera él al que se lo dijera, pero... sabía que era imposible eso: para Max sólo era su mejor amigo.

Nahu suspiró con tristeza, sabiendo que Máximo no lo amaba a él. Amaba a alguien más... "Mejor amigo" había dicho hacía una hora; Nahuel sabía que no era él, porque bien podría referirse a alguno de los chicos del grupo (Agus Riquelme, Agus Aimar, Tomás Ortega, Fabricio Saviola, Juani y Clemente Cruz Rodríguez, sus hermanitos Mati y Santi Gallardo, Ryduan Palermo y Ernesto y Felipe Abbondanzieri).

«Max, te amo... Sé que vos no, pero, de todas formas, no podemos ser nada» pensó.

Se movió un poco, y Máximo quedó acurrucado entre sus brazos. Lo apretó contra él y sonrió tontamente. Maxi era muy tierno, pero no... Nunca podrían ser algo. Nunca...

Nahuel sintió lágrimas en los ojos ante ese cruel pensamiento, al pensar que él y Maxi nunca podrían ser algo más. Para empezar: sus padres no iban a aprobar su relación; dos: Máximo no sentía lo mismo por él; por eso Nahuel sólo podía fantasear con estar en pareja con su amigo de la infancia. Y tres: sus compañeros de equipo, y sus amigos... ¿Qué iban a decir? Nahu no estaba seguro de la reacción de los jugadores de River, pero sabía bien que sus amigos/primos los iban a cargar y boludear más que nunca.

Empezó a llorar en silencio. Se separó un poco de Máximo, por miedo a despertarlo. Pero éste giró, aún dormido, y Nahu pudo ver qué, al parecer, tenía una pesadilla. Se removía en sus brazos, y Nahuel notó que susurraba algo:

—No... No... No... —el último "no" lo susurró con la voz completamente quebrada—. ¡Noooo!

Máximo se despertó de repente, sudando y con la respiración agitada. Nahuel dudó, pero le pareció ver algunas lágrimas correr por sus mejillas. Lo abrazó para qué se calmara.

Una vez que Maxi medio recordó dónde estaba, y notó que los brazos de Nahuel lo rodeaban, se sintió más tranquilo. No había pasado nada, todo fue un sueño. Nahuel no lo había dejado cuando le confesó sus sentimientos, no lo odiaba... Se sintió mucho más tranquilo y más protegido al estar entre los brazos de Gallardo. Se acurrucó en su pecho, aún algo asustado.

—Maxi, tuviste una pesadilla, ¿no? —dijo Nahuel.

—Sí... —afirmó Maxi—. Eh, ¿qué te pasa? —le preguntó, notando que la voz de Nahuel estaba algo quebrada.

—No, nada... —dijo el otro.

—Ezequiel —Max trató de separarse de su amigo, pero éste no lo dejó: lo abrazó con fuerza y lo atrajo hacia él.

—Max, no —susurró.

Máximo recordó su pesadilla y, asustado, se acurrucó en el pecho de Nahuel, recordando cuando eran más chicos y tenía alguna pesadilla; si estaba con Nahuel iba corriendo a su cama, y terminaban durmiendo juntos.

—Máximi, tranquilo, sólo fue una pesadilla —le dijo Nahuel, acariciándole el pelo.

Pero lo sorprendió oír qué Máximo musitaba contra su pecho, entre lágrimas:

—No me dejes.

La pesadilla de Máximo fue así:

—Nahu... —susurró Máximo, levantándose.

—¿Eh? ¿Qué querés, Máximo?

A Maxi le extrañó la respuesta de su amigo.

—No, no, nada —dijo, apartando la mirada. Quizás ese no era el momento para confesarle sus sentimientos.

—Maxi, decime —dijo Nahuel.

Máximo se quedó callado, y Nahuel lo obligó a mirarlo.

—Decime lo que me ibas a decir —casi lo obligó.

—Pe... Pero, Nahu —musitó Maxi—. Me vas a odiar —susurró.

—No, Máximi. Claro que no —negó Nahuel.

—Pe...

—Sin peros, Máximo. Hablá, dale —lo obligó Gallardo.

Máximo apartó la mirada.

—Te amo —dijo rápido.

—¿Q... Qué?

—No me hagas repetirlo —pidió Maxi. Pero la mirada de Nahuel lo obligó a repetirlo:—. Te amo, Nahuel.

Maxi, antes de mirarlo y ver su reacción, se preparó. Se preparó para recibir una mirada que sabía que le iba a doler. Y su mayor miedo de confirmó cuando volteó: Nahuel lo miraba, pero no con ternura o algo parecido. No, claro que no. Lo miraba algo sorprendido, pero era más notorio el enojo y asco que sentía.

—¿Nahuel?... —preguntó con temor Máximo.

—Te odio.

Eso fue lo que dijo Nahu antes de levantarse. Maxi lo alcanzó a agarrar del brazo.

—No, Nahu, por favor, no —rogó.

—¡Soltame! —dijo Nahuel, zafándose—. No me toques.

Luego se fue, sin darle ni bola a los llamados de Maxi. Ni siquiera volteó cuando éste cayó en el pasto, envuelto en un llanto desgarrador: su mayor miedo se había cumplido.

—No, no, no... —sollozaba—. No, Nahuel, no... no me dejes... ¡Noooo!

Se despertó repentinamente.

La fiestaWhere stories live. Discover now