3: grupos y guitarra

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Todos estaban adentro, había grupitos charlando en una mesa, había varios que solo estaban de a dos. Entre ellos, Máximo Barros Schelotto y Nahuel Gallardo, que estaban medio lejos de sus padres, lo suficiente para que ellos no escucharan lo que se decían. Marcelo Gallardo, Hernán Buján, Matías Biscay y los mellizos Barros Schelotto estaban en una mesa, charlando (más que nada Gallardo y los Schelotto; los amigos del Muñeco se limitaban a escuchar, charlar entre ellos, y decir alguna cosa una que otra vez, tipo para interrumpir la charla de los otros). Biscay y Buján, algo incómodos, se terminaron yendo a otra mesa, tanto como para dejar a su amigo charlar tranquilo, como para vigilar a sus jugadores.

Los colombianos (Juan Fernando Quintero, Rafael Santos Borré, Frank Fabra, Wilmar Barrios, Sebastián Pérez, Edwin Cardona y Sebastián Villa) estaban sentados a una mesa, y conformaban uno de los grupos... Los uruguayos (Lucas Olaza, Nahitan Nández y Nicolás De La Cruz) otro...

—Maxi, mirá —le susurró Nahuel a su amigo.

—¿Qué, Nahu? —dijo éste.

—La guitarra —respondió Nahuel, señalando una guitarra que estaba cerca de ambos.

—¿Querés que toque? —preguntó Máximo: él lo haría tranquilamente, más si Nahuel se lo pedía... Pero...con los jugadores de ambos planteles ahí...

—Si querés sí, no te voy a obligar a hacer algo que no quieras —le dijo con dulzura Gallardo.

Maxi no pudo evitar sonreír.

—Y... Querer quiero, pero...con todos ellos acá... —dudó.

—Ah, okey —dijo Nahuel.

A Máximo le pareció que su amigo se había decepcionado un poco. ¿Era por él? Le acarició el pelo con ternura.

«Pedime que toque, Nahuel, pedime» pensó.

No se podía resistir a algún pedido que Nahuel le hiciera, y no sabía porqué. Aunque...tenía una sospecha.

Y Nahuel, como si le hubiera leído el pensamiento, le pidió que toque, pero se lo pidió con algo de duda, como diciéndole que solo lo haga si quería.

Máximo suspiró y agarró la guitarra. Nahuel, al verlo tan nervioso, le apretó la mano y le besó rápidamente la mejilla.

— Tranquilo —le susurró al oído—. Estoy con vos.

Maxi se sonrojó.

Marcelo, Guillermo y Gustavo miraron a los chicos, y les sorprendió un poco ver a Máximo con la guitarra. Gustavo llegó a ver fugazmente a Nahuel besándole la mejilla, pero no les dijo nada a sus padres sobre eso, porque sabía que, si Marce y Guille se enteraban, sus sobrinos lo iban a matar.

—Creo que Máximo va a tocar alguna canción —le susurró a Guillermo.

—Estoy seguro de que toca por Nahuel, no creo que con lo tímido que es vaya a tocar así como así con todos éstos por acá —dijo Guille.

—Lo estás diciendo como si Nahuel lo estuviera obligando a tocar —le reprochó Marce.

—Nunca dije nada como eso, Muñeco, solo dije que suponía que Nahuel le había pedido, no que lo hubiera obligado —trató de aclarar Guille.

Marce se encogió de hombros.

—¿Qué querés que toque? —escucharon que Maxi le preguntaba a Nahuel.

—Nuestra canción tocá —le dijo Nahuel.

Los padres de ambos se miraron confundidos: ¿qué canción?

Todos se habían callado.

Las dudas sobre que canción se refería Nahuel, quedaron despejadas cuando Max empezó a tocar "Estadio Azteca" de Calamaro. Ahí Marcelo y Guillermo entendieron a lo que se refería el hijo mayor de Marcelo. Sabiendo que esa era la canción de sus hijos, dejaron que la canten ellos solos, pero se unieron en la parte de los "oooooooh, oooooh"(la parte del "coro"), ganándose miradas extrañadas de sus jugadores.

—No sabía que a Guillermo le gustaba Andrés Calamaro —le susurró Pablo Pérez a Nacho Scocco.

—Nosotros vimos algunas veces a Nahuel tocando la guitarra, al lado de Marcelo. Pero nunca supimos que canción tocaba... Bah, una vez los escuchamos cantar: fue la única vez que los escuchamos —comentó Nacho—. Igual, ellos no sabían que nosotros estamos escuchando, sino ni en pedo cantaban.

—Creo que ahora saben que era lo que tocaba Gallardo junior.

Nacho rió. Apoyó la cabeza en el hombro de Pablo, cuando ambos estaban escuchando a los pibes cantar. El de Boca lo miró sorprendido, pero no hizo nada.

Cuando Nahuel y Máximo terminaron la canción, todos los aplaudieron. Maxi se sonrojó, y, cuando nadie miraba, (supuestamente) escondió el rostro en el cuello de Nahuel, haciendo sonrojar a éste.

—Max, ellos nos pueden ver —le susurró a su amigo.

—¿Y? —dijo Máximo, separándose de Nahuel, muy decepcionado—. ¿Qué tiene que nuestros padres nos vean? ¿Qué les vamos a decir? ¿Que somos pareja? Si no somos nada, Nahuel, ¿qué tiene que nos vean? —Máximo le soltó pregunta tras pregunta, y Nahuel pudo notar el tono decepcionado de su amigo en cada una de ellas.

—Max, yo... —Máximo no dejó terminar a Nahuel: se levantó y trató de irse, pero Nahuel lo agarró del brazo—. ¡Máximo! —le dijo.

Maxi lo miró a los ojos, mientras trataba de safarze. Nahuel no lo dejaba ir.

—¡Dejame, Nahuel! —le dijo, fastidiado. Nahu no lo soltó—. ¡Ezequiel! ¡Soltame!

La fiestaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora