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Nahu y Maxi estaban charlando afuera.

Miraban las estrellas de vez en cuando. En una, Nahu apoyó su cabeza en el hombro de Máximo, suspirando.

—¿Qué pasa, Nahu? —le preguntó Max.

—Nada.

—Te gusta, ¿no? —dijo Barros Schelotto, refiriéndose a las estrellas.

—Sabés que sí —murmuró Nahuel, con una pequeña sonrisa.

—Ezequiel —dijo Máximo. Nahuel, extrañado, lo miró—: ¿qué me querías decir hace rato?

—¿Eh? ¿Cuándo? —se extrañó Gallardo. Él nunca le quiso decir nada.

—Hace un par de horas, antes de lo de Álvarez, cuando yo me fui por un rato —explicó Max.

—¿Qué hacías que tardaste tanto? —le preguntó Nahu, haciéndose el que no sabía nada. Ni en pedo le decía que lo había visto deshojando margaritas.

—No, no, nada... Tenía que hacer algo... —dijo evasivo Máximo.

«¿Por qué me mentís? Decime que te gusta alguien» pensó Nahu.

—Bueno... —dijo.

Maxi se dio cuenta de que no lo convenció con esa respuesta.

«Y no, si él es mi mejor amigo, y me conoce desde siempre. ¿Cómo me va a creer eso? Por suerte no hizo más preguntas... Sino, ¿cómo mierda le digo que me gusta alguien? ¿Qué me gusta él?» pensó.

—Tierra llamando a Máximo —bromeaba Nahuel.

—¿Qué? —casi le espetó Máximo.

—Nada. Sólo que te quedaste perdido en tus pensamientos, mirándome con una cara de bobo...

Max se sonrojó y apartó la mirada.

«Que no se dé cuenta, que no se dé cuenta, que no se dé cuenta...» rogaba internamente, cruzando los dedos.

«Que tierno —pensó Nahuel, inconscientemente—. ¡¿Qué?!»

Se le acercó titubeante, hasta que apoyó su cabeza en el hombro de Max, y le apretó la mano. Cerró los ojos mientras Máximo le acariciaba el pelo distraídamente. Max estaba perdido en sus pensamientos, sobre Nahuel Ezequiel Gallardo. Hacía años había tenido que aceptar lo indisimulable: que sentía algo más que amistad por Nahuel. Sólo le quedaba fingir frente a él, fingir que no pasaba nada. Si había algo que no soportaría, sería perder a su amigo por culpa de sus sentimientos.

Prefería estar con él como amigos, antes que perderlo para siempre. Era mucho mejor mantenerse callado, si quería seguir siendo su amigo... Era mejor no hablar.

Apoyó su cabeza sobre la de Nahuel, con un suspiro.

—Maxi, ¿qué pasa? —le preguntó Nahuel, al notar el suspiro.

—Nada, ¿por?

—1: suspiraste, Max. 2: te conozco. Estabas pensando en algo —respondió Nahuel.

Máximo, ante eso, se separó de Nahuel y trató de levantarse.

—Eh, eh, ¿a dónde vas, vos? —le preguntó el mayor, agarrándolo del brazo.

—Nahu, soltame —esa fue la respuesta por parte de Barros Schelotto.

—No, Máximo. ¿Por qué me estás evitando? ¿Por qué te vas a cada rato y no me querés decir? ¿Por qué? —le preguntó su mejor amigo—. ¿Qué te pasa?

—Nada —dijo cortante Máximo—. ¡Soltame!

Forcejeó para liberarse, pero Nahu le agarró un poco más fuerte el brazo, levantándose.

—Esta vez no, Máximo. No te voy a soltar hasta que me digas qué te pasa. Desde lo que pasó adentro hace unas horas estás así: me estás evitando —le dijo.

Max trató de liberarse igual, pero terminó al lado de la pared, con Nahuel casi encima. Se movió un poco para que su espalda tocara la pared, y miró a Nahuel a los ojos. Se le aceleró el corazón al verlo tan cerca de él.

«¿Siempre fue tan lindo?» se preguntó por milésima vez desde que descubrió que estaba enamorado de él.

Tuvo un fuerte impulso de besarlo, pero se contuvo: no podía. Si lo besaba, iba a perder su amistad. No podía.

Sólo lo miró. Inconscientemente, dio un paso hacia Nahuel; casi sentía la respiración tranquila de su amigo, quien lo miraba con un pequeño brillo en sus ojos, brillo del que Máximo no se dio cuenta.

«¿Por qué? ¿Por qué de vos? ¿No podía ser de otro? La puta madre, tengo que tratar de disimular —pensó Máximo—. ¿Y cómo hago?»

«¿De quién estarás enamorado, Máximo? De mí, obviamente, no» pensó Nahu, algo decepcionado.

Lo miró a los ojos. Max se dedicó a mirarlo con ternura; lo escudriñó con la mirada, y a Nahuel le pareció que Maxi miraba sus labios, pero después creyó que sólo era su imaginación.

Era obvio que Máximo no estaba enamorado de él.

Aún así, se le acercó un poco, y juntó su frente con la del menor. Sus respiraciones se mezclaban. Max se mordió el labio con lentitud. Le empezó a sangrar cuando se lo mordió fuerte sin querer, cuando le pareció que Nahuel lo iba a besar. Sólo fue su imaginación, porque lo único que Gallardo hizo fue acariciarle la mejilla.

—¿Max? ¿E... estás bien? —le preguntó en voz baja, al darse cuenta de que el labio de Barros Schelotto sangraba.

—Sí, Nahu, no es nada —lo trató de tranquilizar Máximo.

—Ey, ¿ustedes dos que hacen acá? —les preguntó repentinamente...

La fiestaWhere stories live. Discover now