16: No me toqués, Ezequiel

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Nahuel y Máximo eran niños. Nahu tenía 10 años, Máximo 7.

25 de septiembre de 2008. Ese día ocurrió su primera pelea, y ambos recordaban muy bien ese día...

—Nahuel, ¿dónde está Máximo? —le preguntó su tío Gustavo ese día.

El pequeño no le respondió, parecía en su mundo. A Gustavo lo sorprendió notar unas pequeñas lágrimas asomar por los ojos del chico.

—Nahu, ¿estás bien? —le preguntó Gustavo, agachándose a su lado.

—Sí, tío —dijo Nahuel. Mentía.

Gustavo lo abrazó y le susurró:

—¿Qué pasa? ¿Sabés dónde está tu amigo?

—Tío Gustavo... Maxi y yo peleamos —confesó Nahuel—. Él no me quería prestar algo (ya ni me acuerdo que era) y yo me enojé y le grité. Fue... fue sin querer, tío. Él se enojó y se fue corriendo —explicó.

—Ya entendí. Tranquilo, Nahuel, un momento así lo podemos tener todos: decimos algo que en realidad no sentimos ni creemos, y al final nos arrepentimos. Dale, andá a buscar a tu amigo —lo animó su tío.

—Pero, tío... —empezó Gallardo.

—¿Te acompaño, sobrino? —lo interrumpió Gustavo.

Nahuel asintió. Gustavo se paró y le agarró la mano para que se levantara. Nahu se levantó y ambos fueron a buscar a Máximo. De pronto, Matías, su hermanito, quien por entonces tenía cinco años, apareció y le dijo, aún con algo de dificultad:

—Nahu, Maci está ahí —y señaló el lugar de donde había salido—. Está... está llora... lloran-do.

—¡Gracias, hermanito! —le dijo Nahuel, y le revolvió el pelo.

—¡Nahuel! —protestó Matías, pero el mayor no le hizo ni caso: se había ido corriendo hacia ahí.

Sobrino y tío se miraron y miraron hacia donde se había ido Nahuel. Gustavo alzó a Mati y se lo llevó.

—¡Max! —le dijo Nahu apenas lo vio.

El menor no lo miró: tenía la cabeza entre las manos. Estaba llorando, al parecer. Nahuel se le acercó, se sentó a su lado y lo abrazó. Máximo se zafó con rapidez.

—No... no me toqués, E... Ezequiel —le dijo, caliente con su amigo.

—Maxi, perdón —dijo Nahuel y, con inocencia, le agarró la mano.

Máximo lo miró, aún con algunas lágrimas resbalando por sus mejillas. Nahuel se las limpió con el dedo.

—Na... Nahuel... —susurró Maxi.

—Máximi —dijo Nahuel. Max lo miró algo sorprendido por el apodo—, perdoname por lo que te dije hace un rato, sólo... sólo... me enojé —musitó.

Max le apretó la mano, limpiándose él las últimas lágrimas. Luego, sin ninguna doble intención, con esa inocencia propia de la infancia, apoyó la cabeza en el hombro del mayor, solamente buscando tener algo de contacto físico con su mejor amigo, y tratando de demostrarle que lo perdonaba.

—Perdoname a mí por no prestarte eso, Nahuelito —le dijo luego de unos minutos de cómodo silencio.

—No importa, Máximo. Era...era un boludez, no importa —le restó importancia Nahuel.

Maxi le besó la mejilla. Nahuel le sonrió levemente, Max le correspondió.

—¿Nahuel? ¡Nahuel! —lo llamaba Máximo.

—¿Eh? ¿Qué? —dijo Nahuel, qué había estado recordando ese día, el de su primera pelea.

—Estoy llamándote desde hace como 10 minutos y no me contestás, Ezequiel. ¿Qué te pasó que te fuiste de este mundo por un rato? —bromeó Máximo.

—Me acordaba de algo.

—¿De? —chusmeó Max.

—De vos —bromeó Nahuel. Maxi se sonrojó levemente—. Nah, mentira... Pero no es del todo mentira...

—¡Dale, Nahuel! ¿Era cierto eso de que estabas pensando en mí? ¿O sólo me re jodiste como ya llevás haciendo tres veces desde que llegamos a la fiesta, y veinte mil antes? —le preguntó Máximo, tirándole, sin darse cuenta, una indirecta, y un palito.

Nahu no le dio bola a ese último comentario, para suerte de Barros Schelotto. Dijo:

—Me acordé de nuestra primera pelea... ¿Te acordás?

Max asintió. Luego, como había hecho ese día, le besó la mejilla a Nahuel, con esa misma inocencia.

Máximo trató de levantarse, pero Nahuel llegó a agarrarlo y, sin querer queriendo, lo tiró al suelo. Se abalanzó sobre él antes de que Maxi se diera cuenta de lo que pasaba. Cuando el menor se dió cuenta, Nahuel estaba re pancho encima suyo. Barros Schelotto se sonrojó al ver como estaban ambos.

«¿No pensás levantarte?» pensó Máximo, sin animarse a decírselo.

<<Sólo disfrutá>> le dijo su conciencia.

«Callate».

Nahuel le rodeó el cuello con los brazos y escondió la cabeza en el cuello del otro. Maxi sonrió tontamente. Sí, Nahuel podía ser medio muy... cuidadoso con todo eso de que iban a pensar los otros, pero, aún con eso, lo amaba; aunque fuera un ciego y no se diera cuenta de sus más que obvios sentimientos (aunque, si lo pensaba bien, era algo bueno eso), lo amaba. Suspiró levemente, con una disimulada sonrisa en sus labios, deseando que él y Nahuel pudieran quedarse así para siempre, sin que nadie los interrumpiera, y que ambos pudieran olvidarse completamente del resto, para estar solos y tranquilos...

De repente, Gallardo se movió. Max, algo asustado, pensó que se iba a apartar... pero no: Nahuel sólo se acomodó un poco más y lo miró a los ojos, con una sonrisita. Max le correspondió la sonrisa, con los ojos brillantes. Tuvo que contenerse más que nunca para no besarlo. Era tan... lindo.

«No sos más tierno porque no podés, Nahuelito» pensó, perdiéndose una vez más en sus ojos.

Con lo embobados que estaban el uno con el otro, no se dieron cuenta de que Javier los estaba espiando. Esperaba ver el beso, y no iba a perderse ni eso ni la confesión, ese "te amo", que, tarde o temprano, iba a salir de boca de alguno de los dos. Estaba sacando fotos, feliz de verlos así, y de ver que ninguno se movía a menos que fuera para acomodarse más. Se notaba que no tenían planes de alejarse del otro.

—Estos dos demasiado tiernos cuando están juntos, a pesar de ser unos ciegos que no se dan cuenta de los sentimientos más que obvios del otro. O sea... esas miradas que se dirigen lo dicen todo —susurró—. No se las puedo mostrar a Marce y a Guille porque Nahu y Max me matan, pero capaz si a Gusti.

Y, sin darse cuenta, volvió a pensar en Gustavo, a pesar de saber que él sólo lo veía como amigo; lo había escuchado, lo sabía... Nunca iba a ser correspondido.

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