2: los jugadores (2/2)

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—¿Por qué creen que los mellizos llegaron antes? —retomó la conversación Pablo Pérez.

—Chicos, ¿se acuerdan de cuando Gallardo estaba por jugar el primer superclásico enfrentándose a Guillermo? —les preguntó Nacho Scocco a sus compañeros.

—Sí —respondieron estos.

—¿Que pasó? —le preguntó Wanchope.

—Marcelo estaba medio... nervioso —respondió Bruno Zuculini.

—¿Medio? —rió Montiel—. ¡Medio muy!

— Pero, bueno, nosotros creímos primero que era porque se iba a enfrentar a Boca, hasta que nos acordamos que ya se había enfrentado a Boca un par de veces antes —dijo Enzo Pérez—. Y Javi —señaló a Pinola— nos recordó que Gallardo también había estado algo nervioso la primera vez que iba a enfrentar a Guille (cuando los melli estaban en Lanús).

—Pero no tanto como ese día —dijo Pinola.

—Error —corrigió Mayada—. Marce estaba más nervioso ese día que el del superclásico.

—Casco le fue a preguntar, por cierto —comentó el Pity.

—¡Vos me obligaste! —dijo Casco.

El Pity estaba por pelearlo, pero escucharon risas: Maxi y Nahu volvían.

—¡Hiciste trampa! —le reprochaba Nahuel.

—¡No fue trampa! —se defendió Maxi, con algunas risas.

—¿Hacer zancadilla en una carrera no es trampa? —le preguntó Nahuel. Cuando su amigo negó, giró hacía los demás, que afirmaron lo dicho por el hijo del DT de River.

Nahuel le sonrió con burla y Máximo lo empujó. Cuando vio que su amigo amagaba acercarse, empezó a correr, y el mayor lo persiguió.

—¿Y Maxi y Nahu? —preguntó Gustavo, apareciendo de la nada.

—¡¿Por qué siempre hacés eso?! —le preguntó algo indignado Buffarini.

—Tan' allá —dijo De La Cruz, señalándolos.

—¡Chicos! ¡Vengan! —los llamó Gustavo. Sus sobrinos no le dieron ni pelota.

El mellizo puso los ojos en blanco.

Justo cuando Gustavo no miraba, Nahuel atrapó a Máximo, abrazándolo por detrás. Maxi sonrió tontamente cuando vio que Nahuel, inconscientemente capaz, lo abrazaba por la cintura y apoyaba la cabeza en su hombro.

—Nahu, vamos, que el tío Gustavo nos quiere decir algo —terminó por decirle Máximo: no quería separarse de su amigo, pero menos quería que su tío los viera así. Si había algo que haría que Maxi odiara a Gustavo de por vida, sería que éste le cuente a su padre sobre sus sentimientos hacia su mejor amigo, su "primo".

—Ok —dijo resignado Nahuel, soltándolo de mala gana.

—Vamos —susurró Maxi, agarrándole la mano tímidamente. Rápidamente lo soltó, apenas notó que Nahuel miraba sus manos entrelazadas.

Nahuel contuvo una sonrisa al ver eso: si había algo que adoraba de Máximo Barros Schelotto, era lo tierno y tímido que podía ser a veces.

"¿Como puede ser tan tierno y tímido a la vez?" era la pregunta frecuente que se hacía el hijo de Gallardo.

—Vamos, que el tío Gustavo nos va a empezar a joder si nos ve así, y no quiero eso —Nahuel le hizo una seña con la cabeza y los dos amigos fueron con su tío.

—¿Nos llamabas, tío Gus? —preguntaron.

—Sí, tortolitos —se burló Gustavo, logrando sonrojar y sorprender a sus sobrinos—. No me miren así, no voy a decir nada —los calmó.

—¿Qué nos ibas a decir? —le preguntó Maxi.

—Que tu padre decidió que si podés quedarte.

—¡Vamo'! —festejaron los chicos.

—Bueno, adentro —ordenó Gustavo.

—¿No nos podemos quedar un rato más? —preguntó Maxi, con su mejor cara de angelito.

—Pero... ¡Agggh! ¡Está bien, quédense!

Luego el hermano de Guillermo se giró hacia los jugadores, que estaban charlando, todos mezclados entre ellos. Se le escapó una sonrisa al ver a jugadores de clásicos rivales charlar entre ellos tranquilamente.

—¿Ustedes entran o no? —les preguntó.

—En un rato —dijeron ellos.

Gustavo se encogió de hombros y fue adentro.

—Me los cuidan a éstos —dijo antes de entrar, refiriéndose a sus sobrinos.

—Che, no le hagan caso —les dijo Nahuel a los jugadores, apenas se cercioró de que su tío no los escuchaba.

—Ya no somos unos niños, nos podemos cuidar —lo respaldó Maxi.

—Pero Gustavo dijo... —Nahu interrumpió a Julián:

—¿Y? No importa, Juli. Nos podemos cuidar solos; y tranquilos, hablen de lo que quieran. Max y yo vamos a estar por ahí atrás para hablar tranquilos —y, sin esperar autorización por parte de Ponzio, Tevez, Maidana o cualquier otro, Máximo y Nahuel se fueron.

—Nos van a matar —dijo con miedo Zárate.

—Che, al final ¿con quien creen que está Gallardo? —preguntó Ponzio, cambiando bruscamente de tema, primero asegurándose de que los chicos no estuvieran escuchando.

Él y el resto habían estado cuchicheando sobre Gallardo y los melli, sin que éstos ni sus hijos se dieran cuenta.

—Guillermo —dijo todo Boca.

—Boe, ¿tan seguros están? —dudó Martínez Quarta.

—Sí, Chino —respondió Carlitos.

—¿No viste lo que se dijeron? —le preguntó Wanchope.

—¿Qué tiene que ver eso? No estaban hablando de ellos, hablaban de Gustavo.

—Tiene que ver, Lucas, porque ellos planearon algo juntos, y se llevan bien... —empezó a explicarle el Pity, que había estado charlando con Pavón, bajo la mirada recelosa de Benedetto (a quien Ricky miraba con confusión al notar la mirada).

—Raros —susurró Lucas, y le dijo algo a Montiel.

—Después, Luqui —le dijo éste.

—Si fueras shipper lo entenderías, Lucas —aseguró Nacho Fernández, respaldado por los otros shippers de ambos clubes.

Lucas Martínez Quarta puso los ojos en blanco, y se encogió de hombros. Tipo: "me chupa un huevo".

—Bueno, como sea —dijo Lux—. Chicos, ¿alguna otra prueba de que Marcelo está con Guillermo? —les preguntó a los de Boca.

—A ver... —dijo Carlitos—: varias veces vimos que Guille no nos estaba dando bola, porque hablaba por teléfono, Gustavo después lo cargaba con eso.

—El martes, que fue cuando los mellizos nos dijeron lo de la fiesta, escuchamos que Gustavo le decía a Guille que lo llame para convencerlo de invitar a jugadores de otros clubes... —agregó Cali.

—Y lo convenció —completó Andrada, con burla.

—¡Che, entren!

Gustavo apareció de la nada e hizo sobresaltar a los jugadores.

Los de River empezaron a putear a Gustavo, mientras que los de Boca les decían a los "primos" que se callen: no querían verlos muertos.

—¡Dale, entren ya! —aparecieron Marcelo y Guillermo, y obligaron a sus respectivos jugadores a entrar.

—Ustedes también —les dijo Gustavo a Maxi y Nahu, que habían estado re entretenidos charlando.

—Fooo —se quejaron los chicos, pero no tuvieron otra opción que entrar al ver las miradas autoritarias de sus padres.

Sabían que si no les hacían caso y no entraban, los iban a cagar a pedo, y ambos sabían que podían prohibirle a Máximo que se quedara en la fiesta, lo podían echar si querían. Y ninguno de los dos quería eso, por lo que hicieron caso enseguida.

La fiestaWhere stories live. Discover now