La música y Sarah vuelven a hacerme girar y ahora me encuentro con Iván, está en la entrada del bar, recargado en un poste y, desde ahí, nos ve bailar. Se da cuenta de que lo he descubierto y me sonríe; en un principio no correspondo a su sonrisa porque negar que su presencia en mi vida sigue siendo un conflicto sería hipócrita, pero luego recuerdo nuestro pacto de esta tarde de, poco a poco, intentar limar nuestras asperezas por el bien común de hacerte justicia, así que, le sonrío con discreción, mucha discreción. Entiéndeme, Joel, estar bien con el chico que besó a mi novio no una, sino tres veces, no es fácil. Sí, amor, ahora sé la historia que hubo entre tú y él, solo fueron necesarios cuarenta minutos, un frappé y algo de paciencia.


La tarde en la que impediste que despidieran a Iván de su empleo, te sentaste en el área del jardín de la cafetería en la que él trabaja, pediste un frappé y después otro y, ahí, mataste todo tu tiempo mientras te dedicabas a pensar en soledad. Esa fue la semana en la que te enteraste que tu padre había muerto, recuerdo que pase dos días enteros llorando a tu lado cuando Marina te dio la mala noticia: el hombre que te trajo al mundo se suicidó una mañana de febrero, nunca te llevaste bien con él, estuvo tres años de tu vida contigo, luego de varias discusiones con tu madre se fue con otra mujer con la que había formado una nueva familia. Después de que tu padre se marchara de sus vidas, volviste a verlo cinco veces más en catorce años, la quinta fue en su ataúd.

Un par de meses después de que nos hicimos novios, me contaste que tu padre siempre tuvo problemas con el alcohol, ese fue el principal motivo por el que la relación entre tus padres terminó. De las cinco veces que volviste a verlo, dos de ellas estaba borracho y te lastimó al punto de que te negaste a volver a verlo, hasta que un día investigó tu dirección en Guadalajara y se presentó ante ti de imprevisto, estaba sobrio y quería tu perdón, te dijo que estaba en rehabilitación y algo en ti conectó con él y con su arrepentimiento y lo perdonaste, no me sorprendí de tu decisión cuando al día siguiente me lo contaste, así eras tú.

A partir de ese día mantuviste contacto casi a diario con él a través de llamadas y mensajes, volviste a verlo en tu cumpleaños dieciséis, y ese fue el día en el que yo lo conocí. Tu relación con él había avanzado en todos los aspectos, y eso te dio la confianza para presentarme ante tu padre como lo que era, tu novio. Su silencio por más de cinco minutos cuando se lo dijiste nos asustó a ambos, ¿lo recuerdas? Yo tengo bastante presente cómo agachaste la mirada y apretaste mi mano. Tu padre fue sincero y dijo que era algo que no lograba entender, que le tomaría algo de tiempo comprenderlo, pero que estaba dispuesto a entender tus sentimientos, creo que fue una buena respuesta.

Esa tarde te vi sonreír junto a tu padre, fue la primera vez que dijiste que querías ser un abogado, te vi explayarte con él, hablar de tus pasiones, de tus miedos y de tus sueños como pocas veces lo hacías en tu día a día y eso me hizo feliz también a mí. Nos despedimos de Javier, ese era su nombre, en la central camionera y, desde su asiento, nos dijo adiós con una sonrisa en el rostro. Nunca pensaste que sería la última imagen que tendrías de él y eso te destrozó; te recriminaste por no haber visto las señales, te sentiste culpable por no haberlo ayudado y te odiaste por haberlo odiado en el pasado. Fueron los días en los que te hiciste todavía más cercano con mi madre, ella te ayudó a entender que no eras responsable de las decisiones que tomaban los demás, que los sentimientos aversivos que tuviste hacia tu padre años atrás fueron el resultado de la actitud y malas acciones que él tuvo hacia ti. Mamá te hizo ver lo valiente y justo que fuiste al darle otra oportunidad y perdonarlo.

La muerte de tu padre te cambió de cierta forma, te hizo más comprensivo y cercano con las personas que te rodeaban, dejaste de guardártelo todo y fuiste más abierto, más libre. Tal vez eso fue lo que aquella tarde te llevó a defender a Iván y perdonarlo; cuando su turno terminó, ya casi de noche, él se sentó a tu lado y te dio las gracias por haberle ayudado, comenzaron a hablar de la escuela, de los profesores y de los compañeros. Iván me dijo que fuiste tú quien llevó el hilo de la conversación, que él estaba nervioso porque las rencillas entre ustedes eran fuertes, sin embargo, tú llevaste el diálogo hacia lo positivo, hacia las buenas anécdotas y te olvidaste de los rencores. En algún momento salió a tema la muerte de tu padre y eso fue lo que los terminó de unir, Iván había perdido un mes atrás a su abuelo, que había sido como su padre y, en su dolor compartido, pudieron entenderse.

Tú, yo, anarquíaWhere stories live. Discover now