-¡Déjame en paz, Tyler! – dijo algo frustrada.

-Créeme, he revisado muy bien.

Dejamos de discutir cuando estuvimos ambos estuvimos dentro. Creo que ninguno de los dos esperaba ver tanta finura en la totalidad del lugar.

Toda la casa era de un horrendo color amarillo, se respiraba un olor cítrico y limpio, y todo estaba en perfecto orden. Era como si en realidad, nadie viviera aquí, pues todo estaba impecablemente en su lugar.

-Es hermosa. – logro decir ella con total asombro.

-Es demasiado… - intente decir, pero no sabía cómo describirlo. No es que no me agradara la limpieza, pero prefería la comodidad del bosque, el aire fresco y el lodo pegado en la suela de mis botas.

Agnes inició a inspeccionar más allá de la entrada y a tocar y mirar lo que iba encontrándose a su paso. Mientras yo apenas y temía dar un paso y ensuciarlo todo.

En el recibidor, donde aún me encontraba, lo primero que note fue una cómoda de madera. Estaba repleta de retratos que llamaron mi atención de inmediato. Tome uno por la mera curiosidad de conocer a los humanos que la habitaban. Solo dos integrantes aparecían en todas las fotografías.

-¡No puede ser! – escuche gritar a Agnes. Inmediatamente deje el retrato olvidado y corrí hacia donde su voz.

-¿Qué sucede? – pregunte al  ver que se encontraba registrando un armario.

-Mira esto. ¿No se ve delicioso? Muero de hambre. – exclamo y luego me entrego algún producto enlatado al que le eche un vistazo antes de abrirlo.

-¿Una lata de maíz? Tiene que haber algo mejor. – dije y comencé a registrar en los otros armarios.

Encontré algo de pescado y de inmediato comencé a degustarlo. Tenía razón, también moría de hambre. No me importo tomarlo con las manos, pero Agnes no dejaba de mirarme.

-¿Qué? – pregunte aun con la boca llena.

-Uhm, que te parece si usas esto. – se volvió para después abrir un cajón y sacar unos cubiertos.

-No los necesito. – dije y seguí sin importar que me lo tendiera. Pero como era tan insistente, sabía que no sería sencillo disuadirla.

-¿Puedes inténtalo? Solo por esta vez. – volvió a insistir. Resople y tome de mala gana el cubierto.

Satisfecha por su logro, se subió arriba de la barra y continuo degustando su enlatado de frambuesas, no dejando de sonreír. Me resulto extraño verle tan feliz. No es que no la haya visto así antes.

Luego me puse a repasarlas en mi mente: En la primera puesta de sol que pudo presenciar. Al mirar por primera vez el cielo. Cuando nos alcanzó la lluvia. Hasta durmiendo plácidamente lo había hecho. Todo ese tipo de cosas que antes no se nos permitía. Pero ¿esto? ¿Qué podría tener esto de especial?

Return (en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora