0.9 I don't want you here, Little girl Maratón 3/3

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0.9 I don't want you here, Little girl

Maratón 11 B parte 3 de 3

La pequeña mujer se dirige con paso lento hacia los aposentos del señor Makoto Takeda sin ninguna especie de prisa. Desmond la vería apenas pudiera librarse de los cargamentos de provisiones a ordenar, después de llegar de la CDC habían estado todo el día corriendo de arriba abajo para organizarse en su nuevo lugar de hospedaje: Un spa. Un spa en Atlanta que, cuando al fin abriera, sería el lugar más precioso (y costoso) al cual asistir en Georgia para un día de relajación, masajes, cocteles y tinas de baño con sales de aromas exquisitos. Ahora que habían tomado el lugar, era más que necesario distribuir la planta, el edificio completo para optimizar el espacio, tarea que había sido asignada a la muchacha pues al ser ingeniera industrial en teoría debería saber de aquello.

Con los papeles en brazo sale corriendo, intentando alcanzar a su objetivo mientras permanezca en su punto de localización, su objetivo: Buscar a Makoto. Había estado evitando verle por todo el tiempo que pudo bajo los pretextos del trabajo que tenía que hacer para darle los planos a los trabajadores del Maestre pero se había quedado sin excusas y sin razón para evitarlo, sabía que había estado ganando tiempo pero ya era hora de que se pusiera en acción. No quería ir por muchas razones, la primera de ellas era que el viejo Takeda se caracteriza por su mal genio y pésima tolerancia a la gente que él menciona como "estúpidos" etiqueta en la que tenía a todo el grupo. Incluso a ella. Elena suspira con toda la pesadez del mundo cuando alcanza a ver su habitación: Un cuarto de cuatro paredes altísimas y ventanales igualmente enormes con cortinas blancas que casi siempre se encuentran corridas evitando justamente ver al interior, aunque poco importaba si las cortinas estaban corridas o no pues los ventanales dan a la ciudad, ciudad dominada por los muertos desde hace mucho dudaba que, desde esa altura, algún caminante de verdad pudiera ver algo o enfocarlos. Cada vez el moverse dentro de la ciudad sería peor pues costaría muchísimo más trabajo moverse por las calles sin llamar la atención o verse acorralados.

La mujer lleva en brazos su montón de papeles y al hombro lleva una bolsa con cuadernos, lápices, plumas, un libro de ingeniería industrial algo así como un manual, una barra de chocolate amargo entre otras cosas. No le ha dado tiempo ni de cerrar el bolso cuando se encuentra con el señor Takeda parado en los ventanales mirando hacia la capital caída de Georgia sosteniendo con sus manos las cortinas permitiéndole ver mejor. Una escena casi poética por la forma en que las cortinas que ha amarrardo a cada lado ondean al igual que un móvil de campanas suaves que ha cargado con él desde que todo comenzó adornando al hombre alto y delgado que sostiene las cortinas más delgadas en color crema. No lo juzga, ella ha traído de su departamento cosas con las que se relaciona afectivamente más que por ser útiles. Y no se arrepentía de nada.

—¿Qué haces aquí jovencita?—Pregunta con toda la educación del mundo sin mirarla, apenas y tocó la puerta con sus nudillos. Nelea se incomoda al momento ¿Cómo es que incluso siendo tan correcto y educado lograba decirlo con tanta furia y hasta cierto desdén? Ella alza los ojos al techo juntando toda la paciencia y valor que tiene para animarse a decirle algo al hombre que parece ensimismado en su ventanal—Te he hecho una pregunta.

Nelea duda si pasarse pues él en lo que son sus aposentos siempre anda descalzo, sólo con los calcetines libres por la alfombra color ciruela. La pequeña mujer hace muecas sin animarse a decir nada todavía, el hombre japonés escucha cómo suspira antes de empezar a hablarle.

—¿Me permitiría pasar? Quisiera hablar con usted si no es impertinencia—Dice ella con la voz más temblorosa que ella misma ha escuchado y odia que le pase eso cuando debería aparentar todo lo contrario. Espera que el hombre la corra sin siquiera voltear a verla espera un momento y el hombre se gira despacio sobre sí soltando al fin la tela para encontrarse una imagen que no le agrada para nada: La chica con un moño mal hecho y muchos mechones sueltos, el suéter enorme que viste se le ha ido de lado dejándole un hombro al descubierto, los papeles desparramados por las prisas a punto de caérsele al igual que su bolso que una correa se le ha caído ya del hombro. Takeda aprieta los labios en una fina línea sin saber qué responder todavía, la pequeña mujer clava sus ojos en los de él esperanzada pues eso es él ahora: Su última esperanza. Sin su asesoría y ayuda, no podría ser siquiera imaginable que pudiera lograr sus objetivos y no quería defraudar a Desmond.

Archer | Daryl Dixon | ❤️ The Walking DeadWhere stories live. Discover now