Algo extraño sucede cuando Ramiro alza la mirada y se encuentra con los ojos del mesero, es joven, tendrá entre diecisiete y dieciocho años, la sonrisa se le borra del rostro y su mirada se endurece, la pluma se le cae al suelo.

—Perdón —se disculpa el muchacho—. ¿Va a ordenar? —pregunta otra vez, pero en un tono más frío y tajante.

—El mismo café que ella —responde Ramiro porque no le puso la suficiente atención a la carta y no sabe ni qué pedir.

Ramiro vuelve a dirigir su atención a Sofía y se encuentra de nuevo con su sonrisa.

—Bueno, Ramiro. Qué gusto me da conocerte, en nuestras conversaciones por chat me pareciste un chico muy agradable —dice ella y luego le toma a su café con una serenidad que Ramiro sigue envidiando.

No obstante, la simpatía y amabilidad de Sofía hacen que Ramiro se relaje, él respira con discreción y suelta la sonrisa más genuina en todo el día.

—También me pareces una chica muy agradable, solo que estoy algo nervioso, perdóname —se sincera Ramiro con ella.

—Bueno, eso me halaga, no pensé que fuera tan imponente, pero no te preocupes que no muerdo —expresa Sofía, le giñe el ojo y sacude sus manos para hacerle saber que bromea.

Ambos se carcajean, Ramiro relaja la espalda y se recarga un poco en la silla. El mesero vuelve con su café, pregunta si necesitan algo más en tono serio, ellos responden que no y el mesero se retira, sin embargo, Ramiro siente que el mesero le clava la vista de una forma extraña, voltea a verlo, para su sorpresa, el chico le sostiene la mirada hasta que vuelve a entrar al local.

—¿Y cómo van las cosas con tu mamá? —pregunta Sofía, él recuerda que fue de lo último que hablaron por mensajes, ella solo está retomando la conversación en persona.

—Un poco más calmadas —responde él, se lleva la taza de café a la boca, está tan caliente y amargo que casi lo escupe, se contiene y lo pasa de forma lenta por su garganta—. He decidido darle por su lado para que deje de molestarme.

—No sé si eso sea bueno o malo, quizá sería mejor que fueras directo con ella y le dijeras las cosas como son. ¿Te molesta si prendo otro cigarro?

—En absoluto, adelante —le responde él y ve a Sofía sonreír una vez más, entre el humo que sale por su boca—. Hay guerras que no vale la pena luchar —dice para retomar la conversación.

—Mmm... entiendo el trasfondo de la frase, entiendo que alude a la tranquilidad mental, pero... mmm, no creo que estudiar una carrera que no te gusta te dé mucha de esa tranquilidad, la prueba está en la cantidad de materias que debes.

Ramiro sonríe y medio se carcajea, ama la lo directa que Sofía es, nunca había conocido una chica tan segura de sí misma, la curiosidad de descubrir cuáles serán sus flaquezas, lo motiva.

—Bueno, poco tengo que decir ante eso —expresa él, luego toma un largo trago de café, piensa que entre más pronto se lo termine será mejor—, pero en mi defensa diré que la administración de empresas me funciona muy bien para mis planes a futuro.

—Si hubieras elegido la carrera de tu preferencia, ¿cuál hubiese sido? —inquiere ella tras darle una larga calada al cigarrillo.

—Música —responde Ramiro de inmediato.

—¿Qué instrumentos tocas?

—La batería y la guitarra, bueno, los tocaba antes, ahora no mucho. De puberto tenía una banda y toda la cosa y soñaba con que seríamos famosos... ya sabes, sueños de pendejo.

—Yo todavía sueño que podré vivir de las letras, lo pendeja nunca se me quitó.

Sofía suelta la carcajada más sonora en lo que han hablado, Ramiro no se ríe, piensa que ha metido la pata y se regaña a sí mismo.

Tú, yo, anarquíaWhere stories live. Discover now