Suspiro con dificultad, intentando recomponer todos mis sentidos ante la silenciosa respuesta y luego señalamiento inseguro hacia el titán colosal, que funge de una protección humeante.

Ver que Reiner llevaba consigo no solo a un Eren ya conocedor de la problemática, si no que a Tachibana por igual desencajó las piezas que no habíamos previsto.

Las ansias de lanzarla lejos y advertirle que se tenía que alejar lo que más sus piernas diesen enfermaron cada una de mis articulaciones como bacterias, pero aún pensando en su bienestar, sabía a la perfección el bien mayor que la humanidad se sometía a ganar si no interfería.

Así que, los impulsos, aguardando como animal hambriento, esperaron para explotar cuando la mirada de pánico y confusión llegó del pálido rostro de (T/N), en una paralizante búsqueda de rescate.

Ni siquiera un chispazo fue capaz de detener mi marcha acelerada con la intención de apartarla, viendo en mis narices como el edificio se desmoronaba y no había nada más que hacer, que todo había explotado y el descontrol sería lo que vería a continuación.

Pero parado ahí, sin la seguridad a mi lado, con el mal sabor de boca, sentí un malestar subiendo en ácido, pudriendo todo a su paso desde la bilis.

¿En qué momento Tachibana se había transformado en un pilar?

Donde si ésta desapareciera todo se desmoronaría hasta el polvo angustioso.

Ella tiene una mirada que hay que proteger, una vitalidad reluciente que había que pulir, un corazón lleno de sabias palabras y consejos que, a pesar de mi madurez otorgada por mas años de experiencia y sufrimiento, abracé con descaro.

Debería estar aquí, a mi lado, maldiciendo y dispuesta a horas de entrenamiento para probarse a sí misma, y hablándome de su día con una taza de te y algunos panecillos en la mesa, hasta avergonzarse por soltar datos vergonzosos y hallar una escapatoria rápida.

Tanto he perdido en mi vida, tantas muertes me ahogan la respiración, tantos sacrificios he presenciado, de tanto sufrimiento he sido víctima, que ya desconocedor era de lo tan aclamada tranquilidad.

Una tranquilidad que veo quebrarse cuando no despego la mirada de los músculos que van formando el titán colosal, borroso por el humo que todavía desprende como protección.

Ella me hace creer que, a pesar de todo, merezco paz.



(T/N)

Camino por las familiares calles de Shinganshina, donde soldados de las tropas estacionarias beben en una esquina, absueltos de cualquier delito que se esté cometiendo en sus narices y donde personas intercambian palabras como si de viejos familiares se tratasen.

Siento un peso en los brazos y no me hace falta girar la cabeza para saber que se trata de un libro, un libro que recuerdo como el de tapa azul, ahora más grande ante el cuerpo de mi yo de corta edad.

Sigo avanzando, en una dirección que forma parte de un recuerdo borroso, la dirección de mi casa, casa que me recibe con una entumecida y corroída puerta de madera, que me protege de la visión de las tablas con salpicaduras de vino y sangre.

Inhalo, respirando todo el oxígeno que mis pulmones pueden tolerar, adquiriendo la suficiente valentía como para ingresar.

Doy un paso, encarando sea lo que sea que me espera en la visión, sin embargo, un escalofrío me recorre y un sonido que me asusta y provoca que cierre los ojos, hacen que el recuerdo del interior de lo que fue mi casa en un antaño se evapore, dejando un paisaje que solo conocí en el mundo onírico.

Uno para el otro (Levi Ackerman)Where stories live. Discover now