Me deshice de aquella maldita sudadera y pensé que, con ello, había conseguido eliminar una barrera hecha de Patrick Weiss para recuperar lo que me pertenecía; las manos frías de Genevieve se pasearon por mi pecho, acariciándome con suavidad y provocándome escalofríos de placer. No podía concentrarme en otra cosa que no fuera el cuerpo de Genevieve y los gemiditos que se le escapaban me animaban de una manera… brutal.

Gemí cuando me mordisqueó el cuello. Solamente quedaba una barrera entre nuestros cuerpos, sin contar la ropa interior, y era mi segundo paso: quitarle aquel pantalón de chándal y observarla en todo su esplendor.

Con un solo movimiento conseguí que se quedara sentada a horcajadas sobre mí y deslicé mis manos en el interior de aquel pantalón de chándal que tantas trabas me estaba poniendo en aquellos momentos. Genevieve tenía las mejillas sonrosadas y la mirada brillante, como la primera vez que nos habíamos enrollado en aquel pasillo oscuro en la mansión de los Weiss.

Y, como en aquella ocasión, cuando mis dedos rozaron su piel desnuda, Genevieve me frenó de golpe sujetándome por las muñecas. Tenía el ceño fruncido y jadeaba por el esfuerzo, por no hablar de su piel perlada de sudor; la miré sin entender qué sucedía y por qué decidía parar ahora. No me importaba no llegar hasta el final, pero había otras formas de hacerla disfrutar.

La vi tragar saliva y supe que algo iba mal.

-No… no podemos –dijo lentamente, recuperando poco a poco el control-. No puedo hacerlo.

Entonces adiviné, como si me hubiera venido un golpe de inspiración en aquel preciso momento, el motivo por el cual habíamos frenado. Un motivo del que conocía el nombre, el apellido y la dirección; quería matarlo con mis propias manos por las triquiñuelas que debía haber usado para haber conseguido que Genevieve sintiera dudas respecto a lo nuestro.

Mi boca se descolgó debido al desconcierto y a la no comprensión de cómo había sido posible aquel cambio en ese tiempo, del que me sentía personalmente responsable.

-¿Es… por Patrick? –me atreví a pronunciar en voz alta-. ¿Sientes algo por él?

Genevieve desvió la mirada con pudor.

-Él es el único que estuvo conmigo cuando… bueno, cuando decidiste pasar de mí –respondió.

-¿Es eso un sí? –quise saber.

Lo cierto es que no quería escucharlo. No quería oír que debido a mi inconsciencia y a mi manía para joder las cosas había hecho lo último que me propondría: echar a Genevieve en brazos de Patrick.

Mi respiración se agitó conforme pasaban los segundos sin que Genevieve me diera una respuesta clara. Cuando lo hizo, bajó la mirada, incapaz de podérmela sostener.

-Sí –me confirmó con un hilo de voz.

Esa puta palabra me atravesó como si alguien hubiera decidido abrirme el pecho y apuñalarme de manera directa sobre el corazón. Observé el sujetador negro que llevaba y me pregunté por qué no llevaba el rojo que había decidido comprarse; quizá se lo estaba reservando para otra ocasión más… especial. Quizá la noche en la que se comprometieran.

El antiguo R la habría apartado de golpe y se habría liado a voces con ella pero me había prometido que conseguiría cambiar, que me convertiría en alguien mejor. Así que la bajé con cuidado de mi regazo y le di un poco de espacio mientras yo trataba de controlar el calentón con el que me había dejado. Vi cómo tanteaba, buscando la sudadera de Patrick cuando algo en su dedo me llamó la atención…

Algo con forma de anillo con un bonito diamante en el centro que me dejó sin respiración, literalmente. ¿Tanto la había llegado a perder que había decidido prometerse? «Patrick me da la seguridad que toda chica quiere en su relación: confianza, estabilidad y compromiso», había dicho Genevieve antes. ¿Aquello era a lo que se refería con compromiso?

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